jueves, 29 de diciembre de 2011

PRINCIPIOS DEL SIGLO XX:

En aquella casa que se encontraba en aquella plaza donde en la esquina norte por aquellos años se encontraba la escuela, que años más tarde paso a ser la casa consistorial, las puertas carreteras por donde se facilitaba la entrada a el carro, un carro de dos varas para una sola mula, pues la otra iba atada de tiro delante, y en algunos caos otra mas en forma de reata.
Luego el corral, que en los años lluviosos había agua entre el estiércol, que se sacaba de la pocilga adyacente a la izquierda de la puerta de la vivienda, por detrás de la cuadra de las mulas.
La vivienda tenia el comedor según se entraba de aquel corral, de frente una habitación sin ventana, oscura pues al no tener puerta, solo tenia una cortina, la luz en los días soleados penetraba desde aquel corral, a la izquierda la cocina, con su chimenea de campana gigantesca que ocupaba la mitad del techo de tarima negra por el hollín del humo y los años que tenia.
Una vez en la cocina la puerta que nos quedaba a la   izquierda era la alcoba llamada así por aquel hombre que en aquellos   tiempos habitaba aquella casa.
Las paredes de un amarillento, del barro y del humo de tantos años sin pintar le daban, acompañando de una tenue luz eléctrica de ciento veinticinco voltios y veinticinco vatios un aspecto de tenue melancolía.
Aquel día amaneció temprano, los hombres después de beber el aguardiente y tomar las pastas, surtidos de una marca que se fabricaban en la capital de la provincia, y un café bien cargado, se prepararon para el ritual del sacrificio del cerdo, el cerdo, en este caso la cerda, que situado en la pocilga vivía feliz no esperaba que aquel fuera su ultimo día, era una cerda grande, blanca  de raza belga que por aquellos años estaban de  moda, pesaría unos doscientos kilos y el hombre no pudiéndola matar invito a la matanza al yerno y a un cuñado que era el regente del bar del pueblo.
Cuando la cochina se denegó a pasar por la pequeña puerta de la “corteja” el cuñado del hombre propietario de la cochina tuvo una idea que en aquellos momentos le pareció bien a todos los que allí se encontraban.
La idea consistía en meter un cesto de mimbre por la cabeza de la gurriata para que esta no viera por donde iba, dicho y echo el pobre animal al no ver salio por la puerta a gran velocidad hacia el corral lleno de estiércol y barro, pillando en su camino al cuñado de dicho hombre, metiendo cesto, cabeza y patas delanteras por entre las piernas de este, saliendo despedido y cayendo todo lo largo que era en el lodazal que allí existía.
La cochina fue atada por el morro, y una pata de atrás, y entre todos la subieron al banco donde el yerno de el propietario de la cerda la acuchillo de una pinchada certera mientras las mujeres cogían la sangre para hacer morcillas, mas tarde encendieron una gran hoguera de paja para chamuscarle las cerdas del lomo y los cascañetos del la cochina.  Los intestinos fueron extraídos, y lavados en la arroyo del pueblo  para los chorizos y cuando la cochina estuvo limpia y seca fue colgada de una escalera para que se enfriara asta el día siguiente.
Terminada la tarea se dirigieron a comer aquel pollo con arroz que solo la mujer de el propietario de la casa savia hacer un pollo hecho en el pote a la lumbre, con su tiempo de cocción en un fuego tenue que ponían a la lumbre luego después del desayuno, un pollo, de al menos un año de vida que comía, harina de cebada, berzas y escarbaba en el corral, todo ello regado con un buen vino casero. Después de aquella comida fueron los hombres a echar la partida, mientras las  mujeres fregaban los cacharros y atizaban la lumbre para por la noche hacer los cascarones o migas dulces típicas de   aquel pueblo.
Al día siguiente, el día siguiente  es otra historia.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

OTRA HISTORIA DE NAVIDAD:
Mediados del siglo XX:
(Todo parecido de este relato con la realidad es mera coincidencia).
En los alrededores de aquel pueblo en el noroeste de la península, entre parvas, pajeras y muelos de grano, se encontraba, Maria esperando.
José llego con retraso, viendo este el mal humor de Maria, le dio un acalorado beso, y cuando esta le correspondió, paso la mano derecha debajo de su falda hurgándole entre las bragas, la izquierda ya estaba encima del pecho derecho de Maria cuando esta protestando se aparto.
No te preocupes le dijo José acalorado “te prometo que me casare con tigo”, Maria quedo convencida y retozaron largo rato hasta bien entrada la noche.
A los dos meses siguientes Maria busco a José, hallándolo limpiando la parva que le sirviera de lecho aquella noche, cuando lo tuvo en frente le dijo “José, estoy embarazada te tienes que casar con migo”, José se negó en rotundidad alegando que era con Pura con quien se casaría pues ya la tenia comprometida.
La pobre Maria, denuncio el caso a las autoridades, pero el día del juicio Maria no tenia testigo alguno, sin embargo José llevo uno, Judas que era amigo de José y seria el padrino de su boda con Pura.
El juez una vez oídas las dos partes fallo a favor de José pues los hechos ponían a Maria como noviera que se enrollaba con cualquiera.
Pasados unos meses cuando el embarazo ya era evidente, Maria se levanto temprano a las cinco, cogió su maleta  que ya la tenia preparada de la noche anterior y despidiéndose de  sus padres salio por la plaza, dejando aquella farola verde que hacia pocos días avían puesto, dirigiéndose por la carretera empedrada a las afueras y por ella a la venta del pueblo vecino que distaba una legua.
Maria tomo el coche de línea que la apeo en la capital de provincia, desde allí cogió el ferrocarril que la apeándose en el otro extremo de la península.
Jesús nació a los pocos meses mandándole una  foto del niño a la familia.
Pasado mucho, mucho tiempo, Jesús se acerco acompañado de su madre a la pequeña localidad.  En la taberna de la plaza se encontraba José, acompañado de los clientes habituales, en ese momento se le acercó un hombre alto casi rubio con una barba poblada de una edad cercana a los treinta y tres   años tendiéndole una mano a  José  lo llamo padre, este llorando le pidió disculpas a el y a su madre.
En esos días Jesús conoció a Magdalena, que por esas fiestas se había acercado por la pequeña aldea, enamorándose y  casándose, viviendo felices muchos muchos años.   

lunes, 19 de diciembre de 2011

1 DE ENERO DE EL AÑO 29 A.D.C.:

Con un carboncillo y un pergamino se encontraba allí situado a las orillas del río exlibris* llamado así por los celtas, un hombre dibujando un mapa.
Estaba visualizando el mejor lugar para poner una cabeza de Jano, Dios que con sus dos caras una mirando al pasado y la otra al futuro protegería la aldea próxima, y que próximamente traerían desde Roma.
... Finalmente cuando termino aquel mapa se dirigió a “Peña Corona” y en este lugar repitió la operación.
... Estrobón termino de dibujar los planos decidiendo que la estatua por fin se alojaría en aquel alto próximo al río exlibris.
AÑO 57 DE NUESTRA ERA:
El comandante de caballería Plinio el Viejo, guiado por los mapas que había realizado Estrobón llego al paraje denominado “Locus seu montes carvaxorun” donde levanto un campamento cerca de su Dios Jano que en aquel lugar se encontraba, mando construir varios “miliarios” para que los transeúntes y viajeros que por allí pudieran pasar supieran por que dirección quedaba la “Vía delapidata” que unía las localidades de “Augusta Emérita y Artúrica Augusta” situada a unos 15 “Estadium” * de la población.
Dando protección militar a toda la zona.
En un pueblo aledaño a no más de diez mille pasus* de distancia se encontraba una aldea que sus habitantes se dedicaban a el cultivo de la vid, situada al sur del campamento romano al otro lado del río que en sus márgenes tenia gran cantidad de alisos, árbol ribereño.
Habiendo un molino que en aquel lugar cortaba en una pequeña presa dicho río, un labrador y su hijo, de dicha aldea se dirigía a este con un asno y en el un saco de trigo blanco.
Con el deshielo de la nieve caída en la comarca el río bajaba muy crecido y el jumento resbalo, cayendo de la presa del molino al cauce del río el hombre ni corto ni perezoso cogió la navaja y soltó el saco que cayo al río, cogiendo a su hijo y sujetándose los dos a las alforjas del burro, pero el niño como tenia pocos años cayo al cauce crecido arrastrándolo la corriente y su padre no pudo hacer nada para evitar la catástrofe.
El animal al final nado como pudo hasta la orilla y el hombre quedo impotente llorando la perdida de su hijo.

*(mille pause) 1478,5 metros.
*(exlibris) esla.
*(Estadium) 184,81 metros.
8 DE AGOSTO DE 1459:

El orto solar se produjo a las cinco y tres minutos hora local, pues en ese tiempo la hora oficial no existía, la gente se preparaba para el día que se le avecinaba, y la gran fiesta que en esa jornada se celebrarían.
La localidad de Losacino de Alba, en las proximidades del río aliste, lucia sus mejores galas abría Torneos, Justas, y demás entretenimientos de la época.
A las doce horas, locales, se celebraría santa misa con la asistencia de Enrique IV de Castilla, y sus confesores, Fray  Juan del Pino, Fray Alfonso Vázquez abad de Parraces, Fray Loe de barrientos, Fray Rodrigo de Valencia, -todos ellos Dominicos- y Fray Alonso de espina, -Franciscano-.
Cuando el sequito real llego a las puertas de la ermita de la Virgen del Puerto, ermita románica, situada en las eras al otro lado del vallejo y frente al pueblo, en la actualidad reformada con una esbelta espadaña barroca, su portada con tres archibuenitas, de las cuales rudo dentado en la arista mas externa, es el único motivo  decorativo existente, con grandes rameados vegetales  en ambos lados de la entrada, trazados con cal.
El publico abarrotaba aquellas eras entre Hacinas, Parvas, triíllos, viéndoos, tornaderas y demás utensilios de la época.
El Rey se acercaba por un pasillo central franqueado por cien lanceros  con sus flamantes armaduras y en sus lanzas los pendones de Castilla unos, y los otros lucían los estandartes de León.
Luego en ese mismo pasillo se encontraban la   recua de frailes que acompañaban siempre al Rey, al final en medio de la puerta, se hallaba Fray Juan del pino, el homenajeado y el alcalde de la localidad que da igual como se llamara.
El rey saludo con la mano al público existente y   entro en la ermita seguido por todos los monjes, el homenajeado y el alcalde, situándose en un sillón en la parte derecha junto al altar mayor.
En la parte izquierda se situaron todos los frailes y en el centro el homenajeado, y un poco mas atrás el alcalde y familiares del hombre que iba a recibir ese galardón real.
Cuando finalizo la misa, el rey se levanto nombrando en voz alta a aquel hombre.
Enrique Enríquez de Mendoza, acércate a mi presencia.
El aludido se acerco postrándose ante el Rey y este con su espada poniéndola sobre uno  sus hombros lo nombro conde de Alba y Aliste, dándole como fortaleza el castillo aledaño de la localidad del mismo nombre.

MEDIADOS DEL SIGLO XX:

Según entrabas en el lugar se denotaba un color castaño con matices cobrizos, el suelo de tarima sin barnizar, rozado por los miles de zapatos, y anteriormente cholas, que habían pisado en aquel lugar.
Estas tarimas separaban la bodega que a pocos centímetros de la entrada tenia una puerta abatible en el suelo.
De frente a la puerta por la que se entraba de aquella plaza a dos alturas, se encontraba una puerta y una ventana que daba a lo que era la cocina, a la izquierda tenia otra puerta que por ella se llegaba al comedor, y finalmente a la derecha el mostrador.    
Sobre la pared, sogas, hoces,  azadas etcétera. Todos apeos de labranza.
El propietario servia en una jarra de porcelana blanca, grande y con solera, un vino que no era del todo tinto más bien pálido por la mezcla de gran cantidad de uvas.
Los parroquianos tomaban chatos de este contando historias de lo que le havia sucedido en aquella jornada de caza, cada chato costaba una peseta y la ronda cuatro o cinco depende de la afluencia de personas que en el establecimiento abría.
“Mate el conejo decía uno, otro decía lo mate yo”, discutiendo acaloradamente.
En ese instante llego un hombre alto, fuerte que todos conocían, con la zamarra, desgajada y sangre en el cuello.
El hombre pálido como un muerto, aseguro que en el camino que llevaba a uno de los pueblos aledaños y estando con las ovejas según el se las vio con un lobo de considerables dimensiones.
Invitándole los tertulianos a un chato de vino, contó que   se le abalanzo y cuando le estaba mordiendo en el cuello el saco la navaja y se la espeto al bicho en las proximidades de la carva, lugar conocido por todos.
Cuando los clientes del establecimiento acompañaron a este al sitio no encontraron nada, tachando, de mentiroso y aprovechado al pastor, que perjuraba que decía la verdad.