CARTA A
MELCHOR:
Estimada
majestuosa deidad:
Como todas
las cartas de todos los niños del mundo, me dirijo a vos, diciendo en primer
lugar que he sido muy bueno…
Hoy día
veintiséis me enfrento a la gran incógnita del folio en blanco, hoy me acaece
el dilema de escribir una hermosa carta,
una carta no para que me perdone mi musa, es una carta que aunque es para una
hembra conocida desde siempre, yo no la veía, aunque estaba delante de mí.
Hoy a riesgo de poner comparaciones, me
comprometo, a poner en palabras, no sé si tantas pues seiscientas y pico, sean
muchas, pero pondré todo mi sentir en cada una de ellas.
Empezaré
por describir a la mujer en cuestión, bueno ella es una muñeca menuda, huesuda,
de una estatura incierta si no usa tacones, su crin bermeja lisa, se desliza
hasta el final de su espalda, justo donde empieza unas zancas enjutas
ligeramente arqueadas hacia afuera, por la parte de adelante siempre de abajo
hacia arriba, nos encontramos con su parche, donde se intuye un belfo fino,
bajo un bandullo hastío, sus poco acrecentados bultos sobresaliendo de su busto,
dan paso a un surcado, largo pescuezo que sujeta una contraída geta, de nariz larga,
sonrisa incierta, y ojos a medio camino entre vivos y tristes.
Hoy podía
contar que la he podido cortejar, en una majada a la luz de la luna, podría decir
que conozco sus descarnados sitios prohibidos,
no es cierto, la zagala, siempre ha puesto distancia, quizás por suspicacias de infundios, quizás por mí no saber.
Hoy sin
querer pongo en mi imaginación a otra persona, aunque prometí no comparar, me
es imposible, intentaré que me perdone, la una, porque la otra es un ángel, me
pierdo en mis pensamientos infantiles, me es imposible una barda lánguida se
interpone en mis fábulas, dejando a la frágil moza huesuda en un lugar ajeno,
que no quisiera yo poner un axioma de ella, pero no tengo recuerdos de sus
noches, en vela, palpitando su pequeña anatomía, entre mis burdas manos, adulando
sus dos penachos pardos, áureas coronados por inhiestas astas afiladas, mis
recuerdos se difuminan con la niebla de este día, y se alejan de la mujer, viajan
muchos kilómetros, pero centrémonos, para no salirnos del asunto, lo prometido
es deuda.
Hoy un
día gris no es el mejor pero, intento que la moza menuda, se fije en éste
burdo, bruto hacedor de historias, hoy no he podido más que poner por escrito
mis sueños, unos sueños que siempre en ellos aparecía otra persona, espero que ambas sepan leer entre líneas, me perdonen,
y pueda yo jugar, no con mi imaginación, que es mucha, sino con su pequeño y
enjuta anatomía, una noche de escarcha como hoy.
En un
día como hoy, su majestad, espero premie
mi anhelo, que no es poco, y me premie con mi regalo, yo lo agradeceré dejándole
a los camellos comida típica de estas fechas, de este que no pide milagro
alguno un saludo.
Javi.
J.r.f.