viernes, 26 de diciembre de 2014


CARTA A MELCHOR:

Estimada majestuosa deidad:

Como todas las cartas de todos los niños del mundo, me dirijo a vos, diciendo en primer lugar que he sido muy bueno…

Hoy día veintiséis me enfrento a la gran incógnita del folio en blanco, hoy me acaece el dilema de escribir  una hermosa carta, una carta no para que me perdone mi musa, es una carta que aunque es para una hembra conocida desde siempre, yo no la veía, aunque estaba delante de mí.

Hoy  a riesgo de poner comparaciones, me comprometo, a poner en palabras, no sé si tantas pues seiscientas y pico, sean muchas, pero pondré todo mi sentir en cada una de ellas.

Empezaré por describir a la mujer en cuestión, bueno ella es una muñeca menuda, huesuda, de una estatura incierta si no usa tacones, su crin bermeja lisa, se desliza hasta el final de su espalda, justo donde empieza unas zancas enjutas ligeramente arqueadas hacia afuera, por la parte de adelante siempre de abajo hacia arriba, nos encontramos con su parche, donde se intuye un belfo fino, bajo un bandullo hastío, sus poco acrecentados bultos sobresaliendo de su busto, dan paso a un surcado, largo  pescuezo  que sujeta una contraída geta, de nariz larga, sonrisa incierta, y ojos a medio camino entre vivos y tristes.

Hoy podía contar que la he podido cortejar, en una majada a la luz de la luna, podría decir que conozco sus descarnados  sitios prohibidos, no es cierto, la zagala, siempre ha puesto distancia, quizás por suspicacias  de infundios,  quizás por mí no saber.

Hoy sin querer pongo en mi imaginación a otra persona, aunque prometí no comparar, me es imposible, intentaré que me perdone, la una, porque la otra es un ángel, me pierdo en mis pensamientos infantiles, me es imposible una barda lánguida se interpone en mis fábulas, dejando a la frágil moza huesuda en un lugar ajeno, que no quisiera yo poner un axioma de ella, pero no tengo recuerdos de sus noches, en vela, palpitando su pequeña anatomía, entre mis burdas manos, adulando sus dos penachos pardos, áureas coronados por inhiestas astas afiladas, mis recuerdos se difuminan con la niebla de este día, y se alejan de la mujer, viajan muchos kilómetros, pero centrémonos, para no salirnos del asunto, lo prometido es deuda.

Hoy un día gris no es el mejor pero, intento que la moza menuda, se fije en éste burdo, bruto hacedor de historias, hoy no he podido más que poner por escrito mis sueños, unos sueños que siempre en ellos aparecía otra persona,  espero que ambas sepan leer entre líneas, me perdonen, y pueda yo jugar, no con mi imaginación, que es mucha, sino con su pequeño y enjuta anatomía, una noche de escarcha como hoy.

En un día como hoy, su majestad,  espero premie mi anhelo, que no es poco, y me premie con mi regalo, yo lo agradeceré dejándole a los camellos comida típica de estas fechas, de este que no pide milagro alguno un saludo.

Javi.

J.r.f.

martes, 16 de diciembre de 2014


UN CUENTO DE HADAS:

La crin taheña de la zagala caía en cascada sobre el rostro del hombre que se azogaba en su regazo, la moza acurrucaba a su amigo cuyos estentóreos sincopes movían los dos cuerpos al unisonó, el hombre rubio, castañeteaba sus dientes,  exhalando la ultima savia de su existencia.

La sanguinolenta herida de la espada de hielo, clavada en el pecho del mago, dejaba borbotones carmesí  en la profunda nevada de aquel arroyo que ahora pintado con la linfa encarnada, contrastaba con el paraje níveo.

La punta del punzón de hielo se derretía lentamente  con el último calor corpóreo del mago, la mujer, apoyando el cuerpo del amigo en aquel manto de nieve, acerco su cuerno de marfil a la herida, que cicatrizo de inmediato.

El unicornio, que aunque naciera humana, al llegar a su mayoría de edad y al morir su padre en circunstancias extrañas heredó unos  poderes extraordinarios que fue perfeccionando con el tiempo, ella no podía si no más que dar poderes a otras personas, ella no podía utilizar la magia, aun así lo intento por enésima vez.

El mago ahora libre del tempano que la perforaba las  entretelas, hervía en su interior, las prostaglandinas en el hipotálamo estaban concentradas de manera exagerada.

Los ojos añiles del unicornio ahora otra vez en forma de bella joven pelirroja, plañían de rabia e impotencia, pues se sentía inútil en tamaña afrenta.

Cuando el mago comprendió que su hálito se escapaba en cada una de sus exhalaciones,    acerco su boca al oído de la zagala corroborando lo que ella ya savia de antemano, siempre lo había sabido, sin embargo le gusto que le dijera que él la había amado desde aquel día de ya hacia tantos años, pronto se conmemoraría ya un siglo del día en que el ya mozo, conoció a la adolescente pitusa bermeja, todavía sin saber ninguno de los dos que a los pocos años, ella sería el ultimo  unicornio, y el su amigo el mago tan famoso en que se convirtió.

Maribel, amiga inseparable de la joven unicornio, también poseedora del don de la magia, observaba la escena con tristeza, impotente también, recordaba como pocos días antes aquellas dos personas que ahora yacían en el blanco suelo uno encima del otro, se habían   solazado deshaciendo la yacija en la alcoba de aquella casa blanca de la ciudad.

El último aliento del mago exhaló su aurea ánima sobre el regazo de la mujer unicornio, dejando esta escapar un grito de dolor que rasgo el silencio invernal de aquel tranquilo paraje.

La comitiva de caballeros de folgar,  con sus pendones al viento todos ellos con crespones negros, acompañaban al finado mago hasta la ciudad  abría la procesión el unicornio cogida del brazo de Maribel, su inseparable amiga.

Después de velar al difunto mago, lo trasladaron al túmulo de la sima de aquel camposanto en la cumbre del cotorro con vistas a la población.

El celeste, raza esta que había habitado desde tiempos  inmemoriales en las nubes, y que no se avían dado a la visión de los humanos hasta hacia muy pocos siglos, oficiaba el funeral, con su voz serena, daba ánimos a todos los amigos del mago inerte en el fondo del hoyo.

Después de la profunda náusea,  y mientras el vomito de la taheña mujer unicornio, mientras los presentes cubrían de tierra el túmulo de los restos mortuorios del mago, cogiendo el vientre con las manos, comprendió que aunque ya en su madurez en su interior crecía una criatura, supo de inmediato que la hija del mago y del unicornio podría cuando cumpliese la mayoría de edad, transmitir también la magia, seria a su vez el último unicornio,     esta vez su plañido fue de alegría, levanto sus ojos azules al cielo plomizo, haciendo un guiño a quien ella savia que ya estaría junto a su viejo padre, juntos en aquel universo paralelo, en la cara oculta de la luna.

La pequeña niña nació a los pocos meses, su pelo ensortijado aleño, cubría unos ojos esmeraldas los que la vieron nacer la llamaron acertadamente “Pruna” la pruna cetrina .

J.r.f.

lunes, 17 de noviembre de 2014




Y MARIBEL SALIO:

Se saludaron, la amistad de antaño, les traía recuerdos añejos, no la había vuelto a ver desde el pasado verano, su saludo  de amistosa hermandad,  pronto dejó  paso a un roce inesperado con el belfo de la geta de la aurea zagala, el ápice de ambos se entremezcló explorando los mutuos álabes.
No les importó que Maribel, los observara, la joven, salió discretamente de la casa aquella lluviosa tarde de noviembre, para que la reciente pareja de maduros amigos, deshiciesen la cama, la lluvia tras los cristales empañados golpeaba rítmicamente al compas de los envites de los dos cuerpos yermos de edad incierta, los mimos en el lóbulo  empapado ,de la  meretriz  impronta  de la muchacha los nimbos henchidos, de los penachos de sus senos, al ser atajados  por las desabridas  manos del gentilhombre, de ojos color avellana, como si fuesen riendas invisibles de aquel galope irregular, los  dos húmedos   cuerpos, pujando  encima del desdichado jergón llegando  al apogeo, la nívea linfa del Príapo incido del macho, irradiada en el espinazo de la fémina, erro rumbo al bandullo de la hembra jadeante.

 Maribel, empapada por la lluvia y  muerta de frio, regresó no sin antes dar un tiempo prudente,  media hora, que a su entender era lapso  suficiente para que  la yunta de eróticos   y veteranos  amigos hubiesen terminado de amarse.
Los pillo sudorosos, pero no dijo ninguna observación, la tarde siguió sin más novedad.
Las dos mujeres se despidieron del mozo, pues al alba saldrían de regreso a sus vidas,  un viaje que las llevaría al otro extremo de la península, a la orilla un mar, calmo, una vida llena de sus quehaceres cotidianos, salpicada de dichas y desdichas, junto a aquel hombre que un día de hacia tanto tiempo enamoró a la bermeja joven, separada, tan dolorosamente de aquel cerril  ser.

No volvieron a hablar del suceso, acaecido esa tarde, pero sus caras lo decían todo, luego  a última hora justo cuando se dieron las buenas noches, prometieron que siempre estarían unidos, aunque solo fuesen dos veces al año siempre que pudiesen repetirían los hechos acaecidos aquel día.
Se volvieron a abrazar, los besos ya no fueron de forma furtiva, su efusiva calma, tardando una eternidad en darse las buenas noches, la  despedida ese día fue  la más feliz que se habían dado en los treinta años de aquella relación de amistad, aquella noche soñarían cada uno con el otro,  ya no tendrían que soñar, con hipotéticas relaciones, por fin habían dado el paso definitivo,  la espera hasta la próxima vez, ya no sería incierta,   esta vez seria corta.
Pero el futuro, “El futuro de ver, muy difícil es”, el futuro juega con las gentes a su antojo, quien sabe si en  los días futuros nos volverá a acarrear otra situación semejante, yo te esperaré todos los días de mi vida, y conmemoraré aquella fría y lluviosa tarde de noviembre.
Hasta ese día mi amor,  en la distancia te acompañaré, velando tu ánima en esa necrópolis fría y húmeda.

Hasta el fin de mis aciagos días te amaré siempre.
J.r. f.

 

miércoles, 22 de octubre de 2014


EL OBSERVADOR:

Todo sucedió en una alcoba cualquiera de de una morada cualquiera de una ciudad del noroeste peninsular donde aquel día y por casualidad un vano tragaluz abierto a mi curiosidad, la observación en principio disimulada de la estancia cuyo suelo de gres con imitación a un mármol con betas plomizas y dependiendo la luz otras se transformaban en un color cúprico, dependiendo de los reflejos del astro rey.

También pude observar a mi derecha justo de frente desde mi puesto de vigía, un televisor  cuya pantalla Bruna estaba apagada, justo debajo unos leños esperaban ser atizados en el fuego, una figura alada, gualda,  sostenía una especie de columna todo ello dentro de la misma figurita, que pudiera ser de pan de oro, otra figura alada con su  espada inhiesta, acompañaba a un candelabro cuadriforme, con un velamen superior, que lucía escoltado por dos elefantitos de porcelana, a ambos lados del mismo, por el lado izquierdo, se completaban clones idénticos de los mismos adornos, todo ello en la encimera de un hogar, chispeante, de una chimenea de leña.

Una lámpara de pie, con pantalla velada en zaíno tejido situada en la esquina izquierda de la alcoba daba una luz tenue a la estancia, mas adelante un candelabro en escala con su parte central elevada de siete brazos de forja, este con sus velas humeantes perfumaba la alcoba de ese olor peculiar a cerumen una caja con una especie de góndola de un teléfono antiguo, completaban la pared de aquella parte, una mesa central, llena de libros completaba el conjunto de la estancia.

La pitusa bermeja sujetaba una pluma de ganso en su mano derecha, justo por debajo de un tatuaje circular que en un principio pudiera ser un símbolo celta, aunque visto con detenimiento en el interior de un primer círculo con letras runas, existe lo que se pudiera identificar con la letra omega del alfabeto griego, con la otra mano sostenía un libro,  de piel azabache, de su cuello largo colgaba un medallón, con  el icono de una fémina morena, con una especie de cofia, pudiendo ser alguien de su pasado, dicho medallón llegaba a la canal de su regazo, coronado por dos hirsutos penachos marrones,

La mesa me oculto momentáneamente  el talle de la muchacha, poniendo en jaque mi imaginación ya entonces calenturienta, asunto que quedó inmediatamente aclarado cuando la zagala se incorporó dejando a merced de mis ojos furtivos, su triangulo intimo, de guedeja  bermeja, ensortijada, y el belfo  carmesí de su cuadril,  fúlgido.

La moza paseo por delante de mi furtiva visión, sin ni siquiera imaginar que mi sofocante Príapo,  pomposo estaba a punto de estallar, por aquel deleite inesperado, el estrepito fue inmediato,  irrigando mi anatomía.

 Luego después de una ducha fría, tome la decisión de conocer a aquella alba mujer, que viviera al otro lado de la calle, de una calle soleada de patios traseros, cuyos vecinos nos conocíamos desde siempre, viéndola desde aquel día con otros ojos.

Cuando le conté lo acaecido el día anterior, ella sonrió me tomo entre sus brazos me besó en los morros, y luego con su voz aterciopelada me afirmó que ella era de otro querer, que mi oferta llegaba unos veinte años tarde, pero que la amistad siempre estaría con nosotros, y que su ventana siempre estaría abierta a mis furtivas miradas.

Desde entonces paso libidinosas jornadas mirando a través  de aquel tragaluz,  ella me demuestra cada día  su amistad incondicional, y yo vivo más que agradecido, mi filantropía eterna siempre acompañará sus largas tardes estivales.

Ella mira al cielo a través de la pequeña abertura acristalada, imaginándome en la distancia, y sonríe, sabe que yo la observo desde mi atalaya cercana, se toca su intimidad, y los dos soñamos, ajenos a las críticas que parentela con tirria, pueda tener.

Pasado mucho, mucho tiempo  sucedió lo que tenía que suceder.

Pero eso ya es otra historia.

J.R.F.

domingo, 19 de octubre de 2014


UN DOMINGO CUALQUIERA:

Hoy me siento demasiado cansado para escribir una historia, y ponerla directamente en el blog.

Pensando un poco me he dicho que voy a escribir un twitter, de esos que ahora entre los jóvenes está tan de moda.

Aunque creo que a poco que me extienda, mas de las palabras aconsejadas, y/o permitidas, bueno que me doy cuerda yo solo…

Esta narración es la que “ella” la pruna cetrina, mi pitusa bermeja, nunca escribiría, aunque siempre me apoyará sé que no comparte alguno de los puntos de vista, pues hay momentos en que alguien… bueno no doy más pistas, si no la historia, pierde interés, una historia que comienza tal día como hoy en un pueblo del noroeste peninsular:

La mañana se levanto vespertina, con un relente húmedo, el pequeñín, dormitaba el sol, se imponía al celaje poco a poco, el frío de la noche se alejaba de la familia, la calma,  la paz, el sosiego, la madre presta, mimaba a su pequeñín, su sueño, placentero al sol de media mañana, a eso de las once y media, cuando la temperatura alcanzó unos veinticinco grados, cuando la modorra era si cabe más profunda,  el tumulto, la desazón, e incluso el miedo, se adueñó de la familia, luego más tarde la desbandada del albergue, las fauces de la bruta alimaña, hicieron mella en el pequeñín, saliéndole por entre los colmillos los fluidos de sus criadillas, tiernas, el púrpura  flujo babeado por el bruto, cuadrúpedo, dejó de un color carmesí la floresta del páramo, la alimaña no actuaba en solitario, sus secuaces, laceraron el cuello de la joven criatura, clavando sus caninos seccionando la tráquea, y la yugular  el pequeñín,  convulsionó cuando entro el néctar grana en sus pulmones.

A continuación los cánidos brutos, encetaron el cuerpo inerte del lactante pequeñín, royéndole el fuliginoso  ánimo, en el mismo instante de su postrero pulso, dejando la diminuta canal a merced de los brunos ladinos.

Minutos más tarde, la quietud, la calma el sosiego, volvió a él paramo.

Cuando la luna se encuentra en menguante, y la distancia media de la tierra al sol, es inferior a la de un año bisiesto,  los vastos seres del más allá, se alimentan, de las jóvenes criaturas de aquel lugar, recreando una riza ancestral, cuyos principios se remontan al umbral de aquel rancio planeta.

Por ese motivo todos los seres del mundo cuando se acuestan miran al cielo, ven la luna , y miden de memoria la distancia que les separa del sol, antes de acostar a sus pequeños con un cuento, que en algunas ocasiones, se convierte en realidad.

Buenas noches…

Habéis sido buenos…. Gggg…

J.R.F.

martes, 7 de octubre de 2014


HISTORIAS PARA NO DORMIR I

La niebla envolvía la era, vista desde la puerta del bar, que miraba a la plaza de le iglesia de aquel pueblo, del noroeste peninsular, el hombre, que en tiempos joven estaba sentado observando aquel dos caballos añil, aquel hombre recordaba que  ella, la pruna esmeralda, en ocasiones criticaba aquel vehículo,  y sonreía imaginando aquel día que ella bromeaba con risueñas anécdotas de huevos, y si rulos.

La humedad recorría la cara de él, brotando perlas de agua en su pelo ralo, y ya níveo,   era el único transeúnte, de aquella plaza, que en su totalidad estaba ocupada por un frontón, adosado a la iglesia.

La ventana de la sacristía, iluminaba un girón de aquella calle, en aquella noche, miro y vio, que la fosca calígine, blanca, de la calle solitaria, aquel vaho húmedo, y el alcohol ingerido por el  todavía mozo, a pesar de que ya tenía más o menos medio siglo, o por el hecho de que pasó aquel día de aquella efemérides, que en memoria de la joven bermeja, pasó recordando la herrumbre del portón, y el túmulo que la cubría para siempre.

Tomando con la mano izquierda la botella de aquella vivida aguada, dio otro fuerte trago, ya sus ojos inflamados por el vagido, húmedo de aquella noche de octubre.

Velada por el celaje nocturno la huera figura de cabellos con reflejos dorados,  apoyo en su hombro una mano huesuda, el escalofrió que sintió el hombre en su ánima, al girarse lentamente, contemplando la geta de la aparición, que sujetaba ahora ya con sus dos manos desocupadas, pues la botella de vidrio verdoso, rodaba por el suelo, desapareciendo bajo los neumáticos del coche, él apoyo sus húmedos labios, sobre el belfo carmesí de la albar figura, cerrando los ojos,  color miel, sabiendo que la ilusoria figura se desvanecería en su tacto, y deseo con todo ser,  una última noche de lascivia intensa con la pitusa de sus sueños, cuando abrió los ojos ella ya no estaba, la oscuridad era total, palpo el perímetro continuo a manotazos, estaba, en un lugar de apenas 60 por 50 por 1,80.

La rubia plañía desconsolada sobre la yacija del túmulo de piedra de granito de aquella herrumbrosa  puerta que en su leyenda ponía 1935, una pena honda desdicha, por la pérdida tempranera de su amor de juventud.

Aquel día de todos los santos, las flores que depositaban en aquel poco transitado lugar, embriagaban las fosas nasales de la bermeja anciana, la helada escarcha que caía con la cencellada, cubría su ensortijado cabello leonado con un tenue manto blanco, las húmedas lágrimas de  sus ojos  azules, se solidificaban de inmediato por el relente del viento.

Primero tuvo la sensación de un escalofrío que subiera desde sus tobillos hacia las rodillas apoyadas en el frígido terreno, llegando hasta el fondillo del belfo de su intimidad, dotándola de un placer íntimo.

El níveo paisaje de aquel silencioso lugar, solo alterado por la curiosa silueta deshelada sobre el montículo de terreno, cubriéndose poco a poco con la escarcha que seguía cayendo en el suelo desigual.

A dos metros de profundidad, dentro del féretro de madera, una pareja de amantes, gozaban lujuriosos y excitados por aquellos juegos carnales, lejos de las miradas furtivas de nigún curioso.

Pronto será la evocación del recuerdo  de ánimas que campan por el mundo en pos de personas en pena, preguntando por las calles a todos:

Habéis sido buenos gggg…

J.R.F.

jueves, 2 de octubre de 2014


EN FRANCES… LE GATEAU:

Di muchas vueltas buscando un titulo apropiado a este cuento, al final me decidí por este por el paralelismo de la fonética.

La historia que hoy narro es la historia de un ser perfecto, los hechos narrados son reales, las alegorías solo son para novelar mejor el relato, sabiendo leer entre líneas, se puede pillar detalles, que aquel día de antaño,  los hados del destino, miraron en otra dirección, una historia real como la vida misma, pues lo que en ella se cuenta, acaeció un día de un tiempo muy, muy lejano:

La pitusa núbil, llego a aquella ciudad un día de principios de verano, la madre, la confió a aquel que no pudo defenderla del ogro feroz, él  no hizo resistencia cuando la zagala lo miro, con aquellos ojos azules suplicando clemencia,  y se fue con el feroz ser.

El bosque sombrío que la ciudad tenía en el noroeste, sirvió de fugaz morada de la bestia Bruna, que  invistió con el mástil inhiesto, la integridad incólume de la casadera cría, endulzando su siniestra acción con la labia que el maligno  ser puso en el verbo del villano.

La lóbrega noche dio paso a  una escarlata aurora,  y la niña arribó a su alcoba con su tegumento  dolorido, de las embestidas del animal.

Pasaron dos o tres estaciones, antes  que el muchacho albo, volviera a ver a la pastorcilla, clavo sus ojos color avellana en la prominente andorga, de la ninfa blonda, poniéndose güero de ira al pensar en el día de autos, hablaron, la ninfa, no sentía rencor por el ser maligno, que la poseyó en aquel aciago  lugar tan cerca de la morada de la pupila.

En un instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo, el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con su triangulo superior  de aquel bermejo cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso flujo daba paso    a una película translucida  granate, la linfa del  salobre  flujo, al parir  dejo paso a aquella cabeza de aquel frágil ser, diminuto, él lo tomo en sus manos, le soplo su nariz, y lo puso encima del pequeño regazo de la amateur madre, la criatura succiono de la diminuta aureola, abriendo sus añiles ojitos de pupilas rasgadas,  y maulló .

El pequeño ser no sobrevivió a aquel día, los abuelos maternos incineraron su cuerpecillo por si la profecía del oráculo se repetía.

Estos hechos  de antaño han quedado en el olvido, pero aunque no se habla de ello,  ni  la áurea madre de melena leonada, ni la improvisada matrona,  olvidarán el hecho que aquel día aciago les marco su futuro.

La calígine noche de luna nueva, arrullo los sueños que la matrona, y sus delirios nocturnos, supliendo su sufrimiento por un minino, de pelambre azufrado, que en los días aciagos de invierno, y demás días duerme a sus pies, y en alguna ocasión, recta a su regazo, lamiendo con su bronca lengüecilla  el inhiesto penacho de la aureola del regazo de la somnolienta ama.

Enseñando sus colmillos afilados como si dibujara una siniestra sonrisa, la criatura defensora del inframundo, ronronea y duerme plácidamente junto a la que  dio a luz, a su espíritu inmortal.

Habéis sido buenos.

J.R.F. 

lunes, 29 de septiembre de 2014


UNA TARDE DE EL MES DE JUNIO:

Todavía hoy, no sé qué hubiera pasado si aquel día de hace tantos años, en la habitación de la que en aquel tiempo tenía el cuerpo exinanido, la debilidad de su anatomía y su ánima, iban parejas.

La puerta situada a la izquierda según se entra de la calle, daba paso a un dormitorio, en el que la pitusa frágil de dieciséis años, se cambiaba un biquini de un rojo intenso, al principio estuve, juicioso y me senté en la cocina situada más adelante a la derecha de un pasillo corto, hablábamos en la distancia, y yo miraba la parra de aquel patio trasero que la casa casi rural tenia.

La voz de ella  tan característica, sonaba en la alcoba vecina, el deseo, me invadió de pronto, mi Príapo, enardecido y yo nos levantamos de la silla que ocupábamos en la cocina dirigiéndonos al aposento de la adolescente, la rendija de la puerta entornada, dejaba ver junto a la cama la desnutrición de la manceba, me situé a una distancia prudencial, “en aquel tiempo mi vista era  mejor que ahora “, subí mi visión desde los pies, primero el izquierdo, que era el más cercano a mi posición, recorrí su tobillo huesudo, su pantorrilla no mas carnosa, hasta llegar a su enjuto pernil, viéndolo lateralmente, de pronto la voz de la fámula, se interrumpió, se dio la vuelta y en ese momento el ímpetu contenido en mi entelequia secreto el albo humor, al ver la áurea quiebra de su cuadril, tan pulcra, tan prieta, sus  belfos enjutos carmesí,  la ensortijada guedeja, que  cubría el triangulo de su  andorga chupada, mi psiquis, casi puede la razón, pero pude seguir subiendo mi observación furtiva, la camiseta que en su busto, ya tenía puesta, dejaba entrever dos inhiestos pitones, sobre dos diminutas protuberancias, se dio despacio la vuelta, saliendo de mi campo de visión.

Nunca sabré, si ella supo de mi furtiva mirada, si fue una invitación velada o que hubiese pasado,  de haber traspasado el umbral de la alcoba,  la cogería en mis brazos, besando su  faz frágil, acariciando su largo cabello bermejo, de una luz áurea intensa, la cubijaría entre mis brazos, como a un gorrión desvalido, después de que el trampero se hiciese con su madre de forma atroz, la recostaría en la cama, con delicadeza, y la colmaría de pasión.

Nunca sabremos ninguno de los dos, lo que hubiera pasado, pues el pringue de mi ser genésico, me abochornó  dejando a la hermosa doncella,  en la intimidad de su morada.

Hoy después de tantos años, todavía no se si la ya afamada y nada frágil mujer, intuyo mi pábulo,  ni sé si ella se entero de lo efímero,  del hálito de mi ánima, pero yo sueño todas las noches con ella, no con la afamada mujer, hoy en día con no digamos que oronda, sino con la lasitud de la pitusa de antaño.

Sabiendo perfectamente que el tiempo jamás vuelve, y que rara vez de segundas oportunidades, rezo, miento no rezo pues no soy creyente, mi anhelo es y será saber lo que hubiese sucedido de haber traspasado el umbral del cuarto de aquella casa blanca de aquel barrio pobre de aquella ciudad del noroeste peninsular.

Pero me conformo, pensando que cada ser nace con el deber de realizar una obra y si la omnipotente, deidad, no tiene esos planes, tu tarea, será otra, no queriendo acabarla, su historia, sus recuerdos de aquel día de su pos puericia juventud.

Suponiendo que ya he dado suficientes pistas, a ella, hoy mujer de alta sensibilidad, apelo, dejando desde ahora mismo la pelota en su tejado, no para repetir el hecho, de antaño, si no para saber de una vez si lo que sucedió aquel día fue un hecho realizado consciente, teniendo esperanza que no me tache de atrevido.

Maldiciéndome mi tímido hálito, y la falta de hábito de aquel entonces, entonces la tristeza embriaga mi sustancia llorando,  mis desvelos de quedas insomnes veladas, siempre estarán con ella, mi bermeja célibe enjuta criatura.

Aquel día fuimos por la tarde a la discoteca…

Pero eso ya es otra historia ggg…

J.R.F.

viernes, 26 de septiembre de 2014


OMILIA, A…  LLAMEMOSLO X:

Y entonces la doncella bermeja trazó con anagrama firme sus cabilas en la epístola,  dando por hecho que él en la distancia la devoraría ávidamente, con aquellos fanales color avellana.

Esparció los polvos sobre la gradación, y soplo, dejando un tenue celaje albo en el aire, el legajo, cobro entonces consistencia, la encíclica, dirigida a un ser, falaz, en teoría, pero que ella savia que en el fondo era muy verídico, anhelando con aprensión, y avidez, la posibilidad de que él la leyera, y no sintiera lo furtivo de sus pensamientos garabateados en aquella correspondencia.

Había desnudado sus sentimientos, en aquel halito que su ánima, exhalo en forma de  homilía, narrando los sueños y anhelos de sus vigilias de pitusa  célibe.

Puso la carta dedicada a aquel hipotético lector, en un sitio para que él pudiera leer su contenido.

Cuando este leyó con avidez la letanía, tuvo un desasosiego, su denuedo, valor, se ofusco en el pensamiento por otra pare feliz de que la zagala soñara en sus veladas intimas con que el la haría dichosa, y su congoja creció hasta su pecho, se sentó y plaño intensamente, con mezcla de felicidad y temor de que al hacer realidad todos los sueños, el encantamiento se rompiera, guardo para si en su corazón el epistolar pergamino, dejo una nuevo mensaje, dejando de manifiesto la cobardía,  que en ese tema sentía, instando a que en el futuro si  ella le otorgase el privilegio, de su gracia,  siempre él la tendría presente en sus modorros descansos.

Anhelando siempre la felicidad de la dama él puso en ese momento la decisión en la conciencia de zagala.

Caminando despacio salió del palacio del duque, pasando junto a la fuente, miro en el interior del pozo de los deseos, su espíritu, exhalo un halito frío, siguió andando.

Cuando supo la verídica crónica del epistolar escrito, denigró su mala estrella, y su candidez, al interpretar la leyenda con desatino, el pliego que se encontrara la manceba, con sus reflexiones, no le importó que lo percibiera, pues se dijo a si mismo que era lo que su ánima sentía por la joven célibe, suelta, casadera.

Le dio primero un montón de vueltas a su cabeza, rumio toda una noche sombría, receloso, y celoso, suspicaz de aquel que le daba tanta pasión a la que él juzgaba,  el halito de su ser, no entendía, como ella, podía siquiera ensoñar con aquella persona, en principio ilusoria, pero ya casi a la aurora, recordó entre lagrimas la armonía que sentían, el uno con el otro, la harmonía de sus espectros, en otro tiempo vacios, y ahora llenos de aquella amistad que él nunca  pondría en peligro, aunque muriera de celos.

Volvió a pasar por la fuente, el pozo de los deseos, seguía en el mismo sitio, rio, y busco en un bolso de su atuendo, echando unas monedas en el, unas monedas y alguna lagrima, con la esperanza y a la vez , con duda de que sus ensueños se hiciesen alguna vez realidad.

Enjugo las mejillas y siguió caminando esta vez ya con el halito de su espíritu en concordia, silbo una canción, conocida, y se alejo caminando.

j.r.f.

lunes, 15 de septiembre de 2014


EN EL UNICO SITIO DONDE NO LE PICO:

Esta historia es una historia que alguien me conto en una barra de un bar, una historia como otras tantas,  llena de luces y sombras, donde la realidad se mezcla con la ficción.

Aquel bar de un pueblo perdido en el noroeste de la península, yo la he dejado fraguare, y madurar,  para poderla novelar, todos los hechos, personas, y lugares, son producto de mi imaginación,  todos los parecidos con la realidad son mera coincidencia, “o no”:

La sabana áspera de lino blanco cubría las piernas de la zagala.

La bermeja mata del triangulo de su cuadril ensortijado, cubierto de la minúscula prenda translucida, dejaba entrever, el abultamiento de su belfo intrínseco.

El insecto introdujo su aguzado aguijón, en la mucosa salobre y libo el néctar, dejando allí su mortecina simiente,  justo en el centro de la flor carmesí de la doncella, despertándola presto, por el calvario.

Pasaron dos días, y el níveo flujo de la pústula  que corría por  su intimidad fue aliviado por aquel amigo de antaño, lavando la rosa de Alejandría, con delicada ternura.

La pústula, cicatrizó, no pudiendo  la dama volver a tener descendencia, pues la infecta  hendidura quedó  a tal efecto deshabilitada.

Hoy yo, tomando una caña en un bar, llego hasta mis oídos un rumor, de porque la pruna cetrina, jamás tuvo hijos, recordándome a la vieja amiga, de cabellos dorados.

Y volví a vivir la escena con tal nitidez,  volví a ver  con mis propios ojos, aquella sima, el humor, la fragancia, el craso fluido, y los lamentos de aquella pitusa.

Me levanté, Salí por la puerta, a la plaza de la iglesia,  con los ojos nublados de lágrimas, dejando que la gente, aumentara la ya gran bola de nieve, de aquella historia de otro tiempo, unos recuerdos lejanos del siglo pasado.

J.R.F.

EL ESPEJO MAGÍCO:

 

La diosa de ojos azules sonrió al mago con su mirada de hielo, el vio el alma de  ella, la zagala se despedía de él.

La tristeza del mago  no  tuvo parangón pues justo después de la alharaca, no imagino que por descontado, aquel ángel de cabello dorado, tuviera que partir al amanecer rumbo a su enclave, asiduo.

La mirada fija en el espejo,  sus ojos color avellana se perdía en la inmensidad del cristal pulido, soñando con ella, recordando que la conoció en aquella casa de aquella ciudad de la edad de los hombres, de antaño, la casa de sus ancestros, una casa blanca con su patio trasero, su parra y sus geranios.

Recordó también aquella miniatura de su   jaez, roja de dos piezas, el alma del mago cayó al suelo, las lágrimas brotaron de sus ojos cárdenos por los días que llevaba en pie.

El espejo le devolvía la imagen a aquel mago, de edad in cierta, una imagen de un hombre áureo, en su juventud, que hoy ya casi en la totalidad de aquel bozo, campan unos nacarados mechones.

Fuera, en la calle,  los quejidos, pesarosos, de los brunos, volátiles, luchando entre sí, por el alimento del árbol que da dos frutas, llegaba a sus oídos.

El contra hechizo, no avía servido de mucho, el ya savia lo que iba a suceder, en un futuro yuxtapuesto, pero aun tenía la esperanza    de que el oráculo, del sueño, se hubiera equivocado, aunque en su interior, sabía que no.

El nigromante, tenía un poder superior, pero para aquel  veterano mago, el futuro, era todavía  un tiempo que el espejo, no le mostraba.

Se enfundó en su capa negra, una capa de lana merina, cuyo forro interior de seda roja, le aportaba  resguardo para aquellos álgidos días, tomo su arma, enjugo con el dorso de su mano los húmedos ojos, y moduló un cantico en un idioma antiguo, “?F()I FMF H.PF /--)F/)/X/IF” saliendo de la presencia del espejo.

La casa del mago era alta, la escalera de granito gris que comunicaba la segunda planta con el recibidor, estaba orientada al levante, el mago, innovó un hechizo de protección, que en tiempos no hacía falta, pero ahora era imprescindible, pues corrían tiempos convulsos para las gentes de aquella localidad.

Tomó la calle por su izquierda, en dirección a la catedral, el conde, vivía a la lobreguez de esta, y en aquella ceremonia, ejercía de padrino.

La diosa, bermeja, miró al mago con su mirada azul celeste, y pronunció con voz firme “si quiero” y   la algarabía se hizo dueña de la localidad.

La cueva encarnada de la pruna cetrina, bermeja palpitaba rítmicamente cuando engullo el Príapo del mago, que aunque ningún  hechizo,  de este, pudiera ya hacer que la diosa huera, tuviera hijos, el mago, y ella , usufrutuaron, de aquella noche de bodas…

El sueño del oráculo fue escrito de inmediato,  la bruta bestia cornúpeta, hinco  su rejón inhiesto, en las carnes del mago,  precipitando el final.

Por eso ya no puedo recordar el final de la historia, una historia de un país muy, muy lejano, donde lo real coincide a veces con lo exotérico, o no, un país donde lo más importante es ser buenos…

 Habéis sido buenos… ggg…

J.R.F.

martes, 22 de abril de 2014


SONETO GUIMARO:

Al filo de la media noche

La pruna cetrina, bermeja

De cabellos ensortijados,

Plañía sin consuelo.

A nadie dijo su pesar

Aunque le preguntaron,

Dejándolos  preocupados

Y con una honda pena.

Lagrimas sabrosas corren

Por semblante seráfico,

Lamento, de dudosas pesadumbres o desencantos,

Inciertos jamás contados.

Mi amiga suspira,  sin sosiego,

Al filo de la media noche.

J.r.f.
siempre sere tu pañuelo moquero querida amiga...