UNA
TARDE DE EL MES DE JUNIO:
Todavía
hoy, no sé qué hubiera pasado si aquel día de hace tantos años, en la habitación
de la que en aquel tiempo tenía el cuerpo exinanido, la debilidad de su anatomía
y su ánima, iban parejas.
La puerta
situada a la izquierda según se entra de la calle, daba paso a un dormitorio,
en el que la pitusa frágil de dieciséis años, se cambiaba un biquini de un rojo
intenso, al principio estuve, juicioso y me senté en la cocina situada más
adelante a la derecha de un pasillo corto, hablábamos en la distancia, y yo
miraba la parra de aquel patio trasero que la casa casi rural tenia.
La voz
de ella tan característica, sonaba en la
alcoba vecina, el deseo, me invadió de pronto, mi Príapo, enardecido y yo nos
levantamos de la silla que ocupábamos en la cocina dirigiéndonos al aposento de
la adolescente, la rendija de la puerta entornada, dejaba ver junto a la cama
la desnutrición de la manceba, me situé a una distancia prudencial, “en aquel
tiempo mi vista era mejor que ahora “, subí
mi visión desde los pies, primero el izquierdo, que era el más cercano a mi
posición, recorrí su tobillo huesudo, su pantorrilla no mas carnosa, hasta
llegar a su enjuto pernil, viéndolo lateralmente, de pronto la voz de la
fámula, se interrumpió, se dio la vuelta y en ese momento el ímpetu contenido
en mi entelequia secreto el albo humor, al ver la áurea quiebra de su cuadril,
tan pulcra, tan prieta, sus belfos
enjutos carmesí, la ensortijada guedeja,
que cubría el triangulo de su andorga chupada, mi psiquis, casi puede la razón,
pero pude seguir subiendo mi observación furtiva, la camiseta que en su busto,
ya tenía puesta, dejaba entrever dos inhiestos pitones, sobre dos diminutas
protuberancias, se dio despacio la vuelta, saliendo de mi campo de visión.
Nunca sabré,
si ella supo de mi furtiva mirada, si fue una invitación velada o que hubiese
pasado, de haber traspasado el umbral de
la alcoba, la cogería en mis brazos,
besando su faz frágil, acariciando su
largo cabello bermejo, de una luz áurea intensa, la cubijaría entre mis brazos,
como a un gorrión desvalido, después de que el trampero se hiciese con su madre
de forma atroz, la recostaría en la cama, con delicadeza, y la colmaría de
pasión.
Nunca sabremos
ninguno de los dos, lo que hubiera pasado, pues el pringue de mi ser genésico,
me abochornó dejando a la hermosa
doncella, en la intimidad de su morada.
Hoy después
de tantos años, todavía no se si la ya afamada y nada frágil mujer, intuyo mi pábulo,
ni sé si ella se entero de lo efímero, del hálito de mi ánima, pero yo sueño todas
las noches con ella, no con la afamada mujer, hoy en día con no digamos que
oronda, sino con la lasitud de la pitusa de antaño.
Sabiendo
perfectamente que el tiempo jamás vuelve, y que rara vez de segundas
oportunidades, rezo, miento no rezo pues no soy creyente, mi anhelo es y será saber
lo que hubiese sucedido de haber traspasado el umbral del cuarto de aquella
casa blanca de aquel barrio pobre de aquella ciudad del noroeste peninsular.
Pero me
conformo, pensando que cada ser nace con el deber de realizar una obra y si la omnipotente,
deidad, no tiene esos planes, tu tarea, será otra, no queriendo acabarla, su
historia, sus recuerdos de aquel día de su pos puericia juventud.
Suponiendo
que ya he dado suficientes pistas, a ella, hoy mujer de alta sensibilidad,
apelo, dejando desde ahora mismo la pelota en su tejado, no para repetir el
hecho, de antaño, si no para saber de una vez si lo que sucedió aquel día fue
un hecho realizado consciente, teniendo esperanza que no me tache de atrevido.
Maldiciéndome
mi tímido hálito, y la falta de hábito de aquel entonces, entonces la tristeza embriaga
mi sustancia llorando, mis desvelos de quedas
insomnes veladas, siempre estarán con ella, mi bermeja célibe enjuta criatura.
Aquel día
fuimos por la tarde a la discoteca…
Pero eso
ya es otra historia ggg…
J.R.F.