miércoles, 22 de octubre de 2014


EL OBSERVADOR:

Todo sucedió en una alcoba cualquiera de de una morada cualquiera de una ciudad del noroeste peninsular donde aquel día y por casualidad un vano tragaluz abierto a mi curiosidad, la observación en principio disimulada de la estancia cuyo suelo de gres con imitación a un mármol con betas plomizas y dependiendo la luz otras se transformaban en un color cúprico, dependiendo de los reflejos del astro rey.

También pude observar a mi derecha justo de frente desde mi puesto de vigía, un televisor  cuya pantalla Bruna estaba apagada, justo debajo unos leños esperaban ser atizados en el fuego, una figura alada, gualda,  sostenía una especie de columna todo ello dentro de la misma figurita, que pudiera ser de pan de oro, otra figura alada con su  espada inhiesta, acompañaba a un candelabro cuadriforme, con un velamen superior, que lucía escoltado por dos elefantitos de porcelana, a ambos lados del mismo, por el lado izquierdo, se completaban clones idénticos de los mismos adornos, todo ello en la encimera de un hogar, chispeante, de una chimenea de leña.

Una lámpara de pie, con pantalla velada en zaíno tejido situada en la esquina izquierda de la alcoba daba una luz tenue a la estancia, mas adelante un candelabro en escala con su parte central elevada de siete brazos de forja, este con sus velas humeantes perfumaba la alcoba de ese olor peculiar a cerumen una caja con una especie de góndola de un teléfono antiguo, completaban la pared de aquella parte, una mesa central, llena de libros completaba el conjunto de la estancia.

La pitusa bermeja sujetaba una pluma de ganso en su mano derecha, justo por debajo de un tatuaje circular que en un principio pudiera ser un símbolo celta, aunque visto con detenimiento en el interior de un primer círculo con letras runas, existe lo que se pudiera identificar con la letra omega del alfabeto griego, con la otra mano sostenía un libro,  de piel azabache, de su cuello largo colgaba un medallón, con  el icono de una fémina morena, con una especie de cofia, pudiendo ser alguien de su pasado, dicho medallón llegaba a la canal de su regazo, coronado por dos hirsutos penachos marrones,

La mesa me oculto momentáneamente  el talle de la muchacha, poniendo en jaque mi imaginación ya entonces calenturienta, asunto que quedó inmediatamente aclarado cuando la zagala se incorporó dejando a merced de mis ojos furtivos, su triangulo intimo, de guedeja  bermeja, ensortijada, y el belfo  carmesí de su cuadril,  fúlgido.

La moza paseo por delante de mi furtiva visión, sin ni siquiera imaginar que mi sofocante Príapo,  pomposo estaba a punto de estallar, por aquel deleite inesperado, el estrepito fue inmediato,  irrigando mi anatomía.

 Luego después de una ducha fría, tome la decisión de conocer a aquella alba mujer, que viviera al otro lado de la calle, de una calle soleada de patios traseros, cuyos vecinos nos conocíamos desde siempre, viéndola desde aquel día con otros ojos.

Cuando le conté lo acaecido el día anterior, ella sonrió me tomo entre sus brazos me besó en los morros, y luego con su voz aterciopelada me afirmó que ella era de otro querer, que mi oferta llegaba unos veinte años tarde, pero que la amistad siempre estaría con nosotros, y que su ventana siempre estaría abierta a mis furtivas miradas.

Desde entonces paso libidinosas jornadas mirando a través  de aquel tragaluz,  ella me demuestra cada día  su amistad incondicional, y yo vivo más que agradecido, mi filantropía eterna siempre acompañará sus largas tardes estivales.

Ella mira al cielo a través de la pequeña abertura acristalada, imaginándome en la distancia, y sonríe, sabe que yo la observo desde mi atalaya cercana, se toca su intimidad, y los dos soñamos, ajenos a las críticas que parentela con tirria, pueda tener.

Pasado mucho, mucho tiempo  sucedió lo que tenía que suceder.

Pero eso ya es otra historia.

J.R.F.

domingo, 19 de octubre de 2014


UN DOMINGO CUALQUIERA:

Hoy me siento demasiado cansado para escribir una historia, y ponerla directamente en el blog.

Pensando un poco me he dicho que voy a escribir un twitter, de esos que ahora entre los jóvenes está tan de moda.

Aunque creo que a poco que me extienda, mas de las palabras aconsejadas, y/o permitidas, bueno que me doy cuerda yo solo…

Esta narración es la que “ella” la pruna cetrina, mi pitusa bermeja, nunca escribiría, aunque siempre me apoyará sé que no comparte alguno de los puntos de vista, pues hay momentos en que alguien… bueno no doy más pistas, si no la historia, pierde interés, una historia que comienza tal día como hoy en un pueblo del noroeste peninsular:

La mañana se levanto vespertina, con un relente húmedo, el pequeñín, dormitaba el sol, se imponía al celaje poco a poco, el frío de la noche se alejaba de la familia, la calma,  la paz, el sosiego, la madre presta, mimaba a su pequeñín, su sueño, placentero al sol de media mañana, a eso de las once y media, cuando la temperatura alcanzó unos veinticinco grados, cuando la modorra era si cabe más profunda,  el tumulto, la desazón, e incluso el miedo, se adueñó de la familia, luego más tarde la desbandada del albergue, las fauces de la bruta alimaña, hicieron mella en el pequeñín, saliéndole por entre los colmillos los fluidos de sus criadillas, tiernas, el púrpura  flujo babeado por el bruto, cuadrúpedo, dejó de un color carmesí la floresta del páramo, la alimaña no actuaba en solitario, sus secuaces, laceraron el cuello de la joven criatura, clavando sus caninos seccionando la tráquea, y la yugular  el pequeñín,  convulsionó cuando entro el néctar grana en sus pulmones.

A continuación los cánidos brutos, encetaron el cuerpo inerte del lactante pequeñín, royéndole el fuliginoso  ánimo, en el mismo instante de su postrero pulso, dejando la diminuta canal a merced de los brunos ladinos.

Minutos más tarde, la quietud, la calma el sosiego, volvió a él paramo.

Cuando la luna se encuentra en menguante, y la distancia media de la tierra al sol, es inferior a la de un año bisiesto,  los vastos seres del más allá, se alimentan, de las jóvenes criaturas de aquel lugar, recreando una riza ancestral, cuyos principios se remontan al umbral de aquel rancio planeta.

Por ese motivo todos los seres del mundo cuando se acuestan miran al cielo, ven la luna , y miden de memoria la distancia que les separa del sol, antes de acostar a sus pequeños con un cuento, que en algunas ocasiones, se convierte en realidad.

Buenas noches…

Habéis sido buenos…. Gggg…

J.R.F.

martes, 7 de octubre de 2014


HISTORIAS PARA NO DORMIR I

La niebla envolvía la era, vista desde la puerta del bar, que miraba a la plaza de le iglesia de aquel pueblo, del noroeste peninsular, el hombre, que en tiempos joven estaba sentado observando aquel dos caballos añil, aquel hombre recordaba que  ella, la pruna esmeralda, en ocasiones criticaba aquel vehículo,  y sonreía imaginando aquel día que ella bromeaba con risueñas anécdotas de huevos, y si rulos.

La humedad recorría la cara de él, brotando perlas de agua en su pelo ralo, y ya níveo,   era el único transeúnte, de aquella plaza, que en su totalidad estaba ocupada por un frontón, adosado a la iglesia.

La ventana de la sacristía, iluminaba un girón de aquella calle, en aquella noche, miro y vio, que la fosca calígine, blanca, de la calle solitaria, aquel vaho húmedo, y el alcohol ingerido por el  todavía mozo, a pesar de que ya tenía más o menos medio siglo, o por el hecho de que pasó aquel día de aquella efemérides, que en memoria de la joven bermeja, pasó recordando la herrumbre del portón, y el túmulo que la cubría para siempre.

Tomando con la mano izquierda la botella de aquella vivida aguada, dio otro fuerte trago, ya sus ojos inflamados por el vagido, húmedo de aquella noche de octubre.

Velada por el celaje nocturno la huera figura de cabellos con reflejos dorados,  apoyo en su hombro una mano huesuda, el escalofrió que sintió el hombre en su ánima, al girarse lentamente, contemplando la geta de la aparición, que sujetaba ahora ya con sus dos manos desocupadas, pues la botella de vidrio verdoso, rodaba por el suelo, desapareciendo bajo los neumáticos del coche, él apoyo sus húmedos labios, sobre el belfo carmesí de la albar figura, cerrando los ojos,  color miel, sabiendo que la ilusoria figura se desvanecería en su tacto, y deseo con todo ser,  una última noche de lascivia intensa con la pitusa de sus sueños, cuando abrió los ojos ella ya no estaba, la oscuridad era total, palpo el perímetro continuo a manotazos, estaba, en un lugar de apenas 60 por 50 por 1,80.

La rubia plañía desconsolada sobre la yacija del túmulo de piedra de granito de aquella herrumbrosa  puerta que en su leyenda ponía 1935, una pena honda desdicha, por la pérdida tempranera de su amor de juventud.

Aquel día de todos los santos, las flores que depositaban en aquel poco transitado lugar, embriagaban las fosas nasales de la bermeja anciana, la helada escarcha que caía con la cencellada, cubría su ensortijado cabello leonado con un tenue manto blanco, las húmedas lágrimas de  sus ojos  azules, se solidificaban de inmediato por el relente del viento.

Primero tuvo la sensación de un escalofrío que subiera desde sus tobillos hacia las rodillas apoyadas en el frígido terreno, llegando hasta el fondillo del belfo de su intimidad, dotándola de un placer íntimo.

El níveo paisaje de aquel silencioso lugar, solo alterado por la curiosa silueta deshelada sobre el montículo de terreno, cubriéndose poco a poco con la escarcha que seguía cayendo en el suelo desigual.

A dos metros de profundidad, dentro del féretro de madera, una pareja de amantes, gozaban lujuriosos y excitados por aquellos juegos carnales, lejos de las miradas furtivas de nigún curioso.

Pronto será la evocación del recuerdo  de ánimas que campan por el mundo en pos de personas en pena, preguntando por las calles a todos:

Habéis sido buenos gggg…

J.R.F.

jueves, 2 de octubre de 2014


EN FRANCES… LE GATEAU:

Di muchas vueltas buscando un titulo apropiado a este cuento, al final me decidí por este por el paralelismo de la fonética.

La historia que hoy narro es la historia de un ser perfecto, los hechos narrados son reales, las alegorías solo son para novelar mejor el relato, sabiendo leer entre líneas, se puede pillar detalles, que aquel día de antaño,  los hados del destino, miraron en otra dirección, una historia real como la vida misma, pues lo que en ella se cuenta, acaeció un día de un tiempo muy, muy lejano:

La pitusa núbil, llego a aquella ciudad un día de principios de verano, la madre, la confió a aquel que no pudo defenderla del ogro feroz, él  no hizo resistencia cuando la zagala lo miro, con aquellos ojos azules suplicando clemencia,  y se fue con el feroz ser.

El bosque sombrío que la ciudad tenía en el noroeste, sirvió de fugaz morada de la bestia Bruna, que  invistió con el mástil inhiesto, la integridad incólume de la casadera cría, endulzando su siniestra acción con la labia que el maligno  ser puso en el verbo del villano.

La lóbrega noche dio paso a  una escarlata aurora,  y la niña arribó a su alcoba con su tegumento  dolorido, de las embestidas del animal.

Pasaron dos o tres estaciones, antes  que el muchacho albo, volviera a ver a la pastorcilla, clavo sus ojos color avellana en la prominente andorga, de la ninfa blonda, poniéndose güero de ira al pensar en el día de autos, hablaron, la ninfa, no sentía rencor por el ser maligno, que la poseyó en aquel aciago  lugar tan cerca de la morada de la pupila.

En un instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo, el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con su triangulo superior  de aquel bermejo cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso flujo daba paso    a una película translucida  granate, la linfa del  salobre  flujo, al parir  dejo paso a aquella cabeza de aquel frágil ser, diminuto, él lo tomo en sus manos, le soplo su nariz, y lo puso encima del pequeño regazo de la amateur madre, la criatura succiono de la diminuta aureola, abriendo sus añiles ojitos de pupilas rasgadas,  y maulló .

El pequeño ser no sobrevivió a aquel día, los abuelos maternos incineraron su cuerpecillo por si la profecía del oráculo se repetía.

Estos hechos  de antaño han quedado en el olvido, pero aunque no se habla de ello,  ni  la áurea madre de melena leonada, ni la improvisada matrona,  olvidarán el hecho que aquel día aciago les marco su futuro.

La calígine noche de luna nueva, arrullo los sueños que la matrona, y sus delirios nocturnos, supliendo su sufrimiento por un minino, de pelambre azufrado, que en los días aciagos de invierno, y demás días duerme a sus pies, y en alguna ocasión, recta a su regazo, lamiendo con su bronca lengüecilla  el inhiesto penacho de la aureola del regazo de la somnolienta ama.

Enseñando sus colmillos afilados como si dibujara una siniestra sonrisa, la criatura defensora del inframundo, ronronea y duerme plácidamente junto a la que  dio a luz, a su espíritu inmortal.

Habéis sido buenos.

J.R.F.