sábado, 19 de diciembre de 2015

EL FANTASMA DE LA NAVIDAD:

La abandonó en el catre no miró atrás, salió puerta afuera  abandonó la casa blanca, las rejas blancas de fuelle cerradas sobre las ventanas de aluminio blanco, y la señal de aviso a los ladrones de una compañía de seguridad, bajo esta un pequeño tejadito, el pequeño porche que en la esquina izquierda daba a un jardín con palmeras, atravesó a grandes zancadas los pocos metros que separaban de la reja blanca de laminas horizontales y salió a la calle, a  la derecha, la señal de aparcamiento prohibido situada en el muro de entrada junto al buzón de forja blanco,  por encima del contador de la luz, cerró la puerta tras de sí y se fue yo diría que en dirección Este.
La reja de piedra ferreña, dio paso a otra más baja de ladrillo de cara vista, la joven madre que empujaba el coche de una pequeña criatura lo miró desaprobadora, un infante como de diez años corría tras ella pasando su joven mano por una reja de brezo bajo la farola junto a los contenedores,  su  cabeza daba vueltas, no podía o no quería pensar que la hubiese fallado, ya la llamaría mañana desde su casa, al sonar el despertador regresó al monótono día adía, de su humilde existencia aquella navidad seria igual a las anteriores.
La oficina de correosa a la altura del número diecinueve, a la izquierda de la calle enfrente las vías del ferrocarril que transcurrían detrás de una cerca metálica,  mantenía aparcada una furgoneta amarilla de reparto, junto a dos motocicletas, cuatro contenedores de basura en el margen derecho poco más allá de los indicadores direccionales de la calle, era una calle de dos direcciones, separada de una tercera por una acera donde se observaban dos plataneros de sombra gigantes, pasó el paso de peatones por delante de la furgoneta de la telefónica, y entró en la oficina, recogiendo aquel paquete postal, enviado desde su pasado, salió y tomó dirección a la pequeña rotonda situada a su izquierda, para regresar a casa.

La noche siguiente alguien llamó a su puerta…. La bruma fosca inundó de pronto el pasillo de la casa y su memoria viajo a un pasado incierto, desde que murieran sus padres y se fuera distanciando poco a poco de su hermana, a pesar de vivir en su mismo edificio, Ebenezer scrooge, se convirtió en un viejo huraño,  apenas salía de casa, la pereza y la apatía colmo en la fobia a la multitud, solamente cuando le llegaba ya cada vez menos un aviso de la oficina de correos tornaba calle abajo, lo recogía y  sin perder tiempo volvía a su hura, la imagen nítida de aquella gualda rapaza entre la calima fosca frente a sus ocelos pitañosos, lo hizo trasladarse a aquellos años de antaño, aquellas navidades que en tiempos pretéritos disfrutaba junto a su sobrina, ataviando el árbol de regalos y pensando en la güera amiga de su juventud, la misma que hoy tenia junto a él, manoteó entre la densa niebla pero el humo campó en derredor de la ánima, empero no desapareció. La figura de la sobrina junto a sus padres aquella navidad del tiempo pasado, le hizo recordar en que era él el que facturaba antaño ilusiones en forma de postales y repartía felicidad.
Las campanadas de la puerta del sol retransmitidas por televisión lo volvieron a su realidad, la luz volvió, y ni rastro de la aparición, sobre la mesa un paquete envuelto en papel de regalo, con una rosa roja encima, lo desembalo azarosamente en el interior unas bragas rojas de la talla cuarenta y cuatro, sus lagrimas mojaron la   intima prenda, era la ropa interior de la exánime, blonda, imprudente, la prenda que le regalo en el año quince, las hadas de la navidad trajeron más que recuerdos le retrotrajeron por un momento a su infancia, lloro y rió, y finalmente brindó al compás de las campanadas de la puerta del sol, ya sabía que la pitusa blonda estaría con él siempre….
J.R.F.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Eme aquí un dilema me atañe, siendo nublado de mente, el porqué de lo ocurrido, hoy hurgando en el olvido de un tiempo pasado ya antaño.
Más triste me hallo lloroso, dilema tal me acongoja, una amiga, y la otra “loca”, dulce, mi querida idolatrada, yo ingenuo me hallo en la inopia, me intriga la pendencia establecida, que hechos  sandeces o soeces llevan a tanta desazón, siendo vuestras hazañas los jueces.
No entiendo, ido me hallo, la una “loca” cuerda la otra, disputa tal me acongoja.
Yo ingenuo, idealista me hallo alcahuete sin saber a qué palo he de volver como puta por rastrojo.
Demente la una, la otra idiota, la una mi utopía, la otra amante velada, me siento entre dos frentes, sin saber a qué corriente vele mi alma cansada.
Que si la una alucina, con sus cosas matutinas, la otra torpe que enviste a capa tan poco propia que teniéndola una “loca” embiste cual Victorino.
Nada más me despido presto, sin que me halle tranquilo, si hay alguien que entienda lo escrito, me lo esplique y yo tan fresco hago un croquis del escrito.
Un saludo a los lectores y hasta otra, compañeros.

Javi.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

MEMORIA DE UN DESMEMORE:
Mísera misiva que araña renglones disléxicos de mano temblorosa, trozo de ánimo manuscrito aliento  vomitado en tinta azul de bolígrafo añejo, símbolos arañados en níveo folio de papel , palpito de armonio latente, espectro de un pasado antaño olvidado, fábula arácnida de meretriz gustosa, no solventada, epístola incierta que no supe atesorar, pérdida de trozo de aliento de pobre, burdo ,bruto, disléxico,  que  cuenta con que le facilites una ofrendada jácara, arañón en su tela, esperando alada presa,  yo mientras espero resuelto, mientras que con  amor plaño lagrimas salobres que empapan símbolos arañados en papel níveo  con mano temblorosa, luego aroma a mar  facturado en manos del destino, mimo del pasado  perspectiva albergada  en el futuro.
Hoy te escribo esta homilía, para poner en cuenta de tú sensato intelecto, los hechos a continuación relatados, mi atrevimiento que no es más que el fruto de la embriaguez   del alcohol de ingesta masiva de la noche pasada, por todo ello te diré, que   cuando te canses de él, (el cari), que te cansarás, sobre todo al tener en cuenta las desavenencias con la madre que lo pario, ya es voz populi en toda la aldea, sin más fruto de la embriaguez del saber que afloja la locución de este pobre viejo burdo, que al parecer necesito de tú enjuta figura, frágil, de coqueta traviesa párvula, para levantar mi ya olvidado libídine, sabré recompensar con hechos tan osadas palabras”.
Esta historia es una historia que alguien me conto en una barra de un bar,  un pueblo perdido en el noroeste de la península, una aldea castellana en medio del calor estival sofocado a tragos de cerveza.
El embozo áspero de lino blanco cubría las zancas de la zagala.
La bermeja mata del triangulo de su cuadril ensortijado, cubierto de la minúscula prenda translucida, dejaba entrever, el abultamiento de su belfo intrínseco.
El insecto introdujo su aguzado aguijón, en la mucosa salobre y libo el néctar, dejando allí su mortecina simiente,  justo en el centro de la flor carmesí de la doncella, despertándola presto, por el calvario.
Pasaron dos días, y el níveo flujo de la pústula  que corría por  su intimidad fue aliviado por aquel amigo de antaño, lavando la rosa de Alejandría, con delicada ternura.
En un instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo, el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con su triangulo superior  de aquel bermejo cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso flujo daba paso    a una película translucida  granate, la linfa del  salobre  flujo.
El rasurado de un par de días, dejaba entrever bajo la diáfana prenda, una cerda  diminuta, de un color escarlata , se intuía la asperidad del cepillo carnoso en forma de triangulo, triangulo equilátero de vértice discrepante , el espejo trajo también a mis ojos, un sostén de encaje del mismo color, dos  insignificantes carnosidades, que cupiesen en el hueco de una mano normal de alguien interesado en el oficio del exploto, dos aureolas se vislumbraban en el centro debajo del calado de las puntillas, el catre cubierto con una manta de lana colchonera, de un equipo de futbol famoso, sujetaba mis rabeles mientras la hembra, daba por finalizado su ritual de limpieza de un cutis pecoso, de nariz puntiaguda, los ojos de la zagala encarnados por el plañido anterior, al recordar , como él,  la había aliviado con sumo cuidado, el pequeño albañal situado entre sus lactas se agrandó con un hipo, de desconsolado suspiro, en el pequeño cuarto ambarino.
Lívido, famélico, ávido de libídine, liviano pase las horas diurnas anhelando aquel ocaso que por alguna razón no acababa de llegar.
Aquel día de principios de septiembre,  por fin después de unos días de asueto, en la que la vi dos veces en jornadas sucesivas pretéritas a la fecha señalada, digo, la temperatura al sol, era elevada, cuando, con un único, de saya nimia,  abrochado por su parte trasera, de color azabache, llamó a mi portero automático, yo que en dicha circunstancia a esas horas de la mañana, me paseo solo con lo que el pundonor de personas augustas llamarían sicalíptico, abrí a  la párvula güera, temblaba,   su hipo miasma de desdicha mi morada, la acompañe en un reflejo iluso a mi alcoba, sobre el catre, libe el néctar salobre de sus ocelos añiles, mime con mimo su plañido aleatorio, los ósculos sobre el cuello, resbalaron  una derrama amplia, con el albañal central prieto por un sostén nimio de encaje escarlata , sobre un lado de la cámara, tirando de la cremallera, se mostró delante de mi atisbo una prenda diáfana, de puntilla nívea, el plañido de la zagala pasó en pocos minutos a estertores entre mis manos ilusas, al tacto de su corta crin sedosa, que daba paso  al belfo carmesí de su pernil íntimo, todo fue como un brindis en navidad, la efervescencia se desbordó por todas partes, pero al cabo de la mañana la zagala blonda ya reía, La flor de la canela, manantial de néctar del que bebí insaciablemente, esencias afrutadas, fuente ilusa, se abrió dejando sus pétalos al  alcance de mi belfo, sorbiendo su néctar y colmando todo su ser de besos.

Pasado un tiempo, no nos importó que Maribel, nos observara, , salió discretamente de la casa aquella lluviosa tarde de noviembre, para que la  pareja de maduros amigos, deshiciesen el tálamo, la lluvia tras los cristales empañados golpeaba rítmicamente al compas de los envites de los dos cuerpos yermos de edad incierta, los mimos en el lóbulo  empapado ,de la  meretriz  impronta  de la doncella los nimbos henchidos, de los penachos de sus senos, al ser atajados  por las desabridas de estas  manos ,quedando expuestos a mis ojos color avellana, como si fuesen riendas invisibles de aquel galope irregular, los  dos húmedos   cuerpos, pujando  encima el desdichado jergón llegando  al apogeo, la nívea linfa del Príapo incido de macho, irradiada en el espinazo de la fémina, erro rumbo al bandullo de la hembra jadeante.
 Maribel, empapada por la lluvia y  muerta de frio, regresó no sin antes dar un tiempo prudente,  media hora, que a su entender era lapso  suficiente para que  la yunta de sicalípticos   y veteranos  amigos hubiese terminado de amarse.
Nos pillo sudorosos, pero no dijo ninguna observación, la tarde siguió sin más novedad.

Hoy al volver a evocar los resonancias de los andares de aquel día, la aldea no parece la misma, hoy la niebla nubla las casas de piedra y adobe, la humedad y el frío anidan  recuerdos sombríos, anhelando que pase el invierno para poder disfrutar quien sabe si de su favor, implorando  de que su inadvertencia no olvide mis mimos, ya añejos en mi ilusión.
La homilía garabateada en este folio, es mi quebranto, anhelo embriagado de  recuerdos preñados de ilusiones rotas…
“O no”.
NOTA DEL AUTOR:
Este relato tiene alguna de mis recitas, fábulas de mi intelecto, cualquier parecido a situaciones reales es mera coincidencia, no le des más vueltas, no tiene sentido.

J.R.F.

lunes, 9 de noviembre de 2015

EL MERCADER DE VENECIA:
Noche tras noche me acuesto,
Pensando en la doncella bermeja,
Tomo lápiz y comento, la utópica ilusión
Sobre pliego añejo rasgueo mi dictamen
Pero luego me arrepiento,
Pues hay otro que la quiere,
Y si a Otelo le paso,
Que celoso se volvió, regicida de su amor.
Lúcida tras la aurora, el lienzo lúcido
Embebido de trincheras escarlatas,
Yacía tras la aurora, desagraviada
La doncella pernoctaba.
Bruno, antojo de desdicha,
Fuliginoso azabache el hallazgo,
Dudas suspicaces, cabilas especuladas malditas
Surcos que hienden el lino,
Tiñendo de púrpura la  alborada.
En brazos de Morfeo fue hallada,
La execración de un ingrato emponzoño
El querer del que la pretendió,
Rondando noche tras noche el amor
Ponzoña vil del amigo,
Al que nubla la ambición,
Que no tuvo corazón,
Presentando lo hipotético.
La descubrió la aurora fría,
Cándida sobre el cobertor,
Anemia de expiación  expiada,
De hombre escamado postrado,
A los pies de la difunta,
Gimiendo, plañendo y sufriendo,
Enloquecido frenético roto,
Agonizó  sobre ella en aquel día,
El día que mataron su amor.
Nada más os digo adiós,
Y con esto me despido,
Tener cuidado por favor de aquellos falsos amigos.

J.R.F.

jueves, 5 de noviembre de 2015

EL AGUARDO:
Velado en la aurora, circunspecto al acecho prorrogo de alba nublada de mollina tenue, que mojaba distraídamente al interpelado expectante, barrunto de impaciencia ancestral de tradición añeja, de ralea pretérita, él sigiloso tras la retama aguardaba la ocasión aquel día de difuntos, la húmeda binza impregnaba su catadura sutilmente, una desvanecida  limpidez se extendía ante él, se alentaba tufo a herrumbre rancia de líquenes  marchitos de principios de otoño, fetideces que acostumbraba a ventear siendo un párvulo de manos de su ancestro, cuando llego de la urbe lúcida, el murmullo del regato, arrullaba su oído, trasladándole a su primer contacto con aquella acuarela, hoy matizada de ambarinos colores, su imaginación caminaba de la mano de su antecesor que le contaba hablillas mientras le enseñaba a vislumbrar los quebrantos calcados en la húmeda fronda ,hechos que de no haber exánime  hoy y siendo la conmemoración de todos los extintos , podría acrecentar su acopio de cognición notoria, la situación permuta, de tiempo presente, de percepción de lance anuncio la inmediatez de la presa, la silueta difusa saltó tras la acuosa visión, la carabina bramo una sola vez, la cuita del hallazgo del tuso, bruno novicio maldito, detractado mil veces aforismo de encantada nigromancia , pálido asió al interfecto can de ocelos vahídos, uno de ellos sobre la ruginosa pradera vapor de un vaho púrpura,  que empapaba la morfología de la escena, plañido del ser sobre el compañero exánime, el ejido iluminado por una cana luz iluminó el cuadro, el halito de desagüe dama, acompañada de un frío  glaciar, vestida de hábito de óbito,    puso su diestra sobre el desgraciado, tomando de su mano el hirsuto  camarada extinto, el palpito de su ser fue laureado  con un ladrido, noche de ánimas de jácaras que ahuyentan a niños que en ese día se reúnen ante un pote de castañas en una lumbre, refranes de rancias abuelas que quien sabe yo soñaré con el lance perfecto, aquel que me lleve a la gloria, saliendo a la aurora mañana temprano, cuando el orto no raye el cotorro del horizonte, entonces ya estaré detrás de la retama apostado.
Mujer, no creas en falaces dijes de viejas, nadie ha corroborado el hecho de ánimas bajo un estado sobrio, siempre hay un halo de embriaguez en los hechos narrados, ebriedad de la razón nublada por el amor a la persona exánime, visiones de difícil solvencia, jácaras para que los niños vayan a dormir temprano.
NOTA DEL AUTOR:
Todo lo anteriormente narrado, no pretende influir en las creencias de nadie, solo es una fábula inventada, que nadie se pretenda dar por aludido, aunque mi agnosticismo siempre campará por derroteros prosaicos, no quiero inmiscuirme en más el que quiera entender que entienda.

J.R.F.  

martes, 3 de noviembre de 2015

Vista la necrópolis desde la cantera próxima, daba la impresión de una ciudad de edificios blancos enanos, sus filas rectangulares, formaban calles perfectas ubicadas todas de norte a sur, la ventana, del comedor situado a la misma altura de esta, dejaba ver por su lucerna de poniente, la queda urbe de silencio, los comensales ya acostumbrados a tan singular paisaje, comían el estofado que la asociación daba gratis a todo el  que aquel día fuese, sin necesidad de ser socio, la fiesta postrera duró más de lo esperado, saliendo un servidor y los demás miembros de la junta directiva ya con el sol expuesto, la trayectoria desde el comedor a la localidad, pasaba a través de la vieja cantera, por su camino de acantilados múltiples, pozos insondables hoy llenos de cangrejos en sus ahogados fondos, bajando al regato, donde un puente antiguo, hecho por los hombres de antaño ya en tiempos pretéritos, daba paso a una calzada que pasaba por la puerta del camposanto, tapado con un tapabocas de pelo azabache, me dirigí  por ese camino, que inusualmente tomé ese día, pues normalmente mis pasos caminaban por el camino del sur, mucho más recto.
La aurea ánima vino a mí entre la fosca niebla, el tálamo cetrino, de abrojos glauco en otro tiempo, esa noche,  plenilunio bruñido de aljófar níveo, tras la pared de adobe, el silencio del paso acompasado del espectro, ánima expiación de extintos, diva  exangüe de mi juicio, vino a mí hendiendo filas de pequeños cotorros orientados de levante a poniente,  su sudario de lino habito de óbito, vino a mí, con un ósculo de belfo frío, posó su hocico  sobre mi bembo, prendando entumecido mi ser, sus ocelos océanos añiles sonreirán, luego un ruido de una puerta herrumbrosa sonó lejana, y la aparición se confundió en la cenceña, la campana dio las doce, la procesión empezó a su hora, la hilera de candelas remontaba la cuesta desde la fontana, los difuntos tendrían compañía un año más.

La utópica visión difusa de la moza, nublada en la bruna noche de occisa celebración, ánima cándida, de nívea  tez, cuerpo difuso entre la niebla de la modorra de mi ensoñación, magnolia viscosa derrama de linfa sobre cobijo de gardenias pálidas, picachos nimbos zainos de inhiestos penachos, sobre el que vertí  láctico fluido, natilla de mi necia estima, narcosis parida de la etílica acción del alcohol, lóbrega   velada que alimenta el  hechizo  de la noche de exánimes queridos, antaño olvidados, solo recordados para brindis ociosos, de cenáculos privados, tú volviste a mí esa noche, yo yací contigo volvimos a tiempos pretéritos, hoy creo que el advenimiento de tu humor, sobre mi anatomía, tantas veces realizado en anales históricos, pretéritos perfectos ya casi olvidados ayer apareciste entre calabazas sonrientes, volvimos a festejar la fiesta, mañana te seguiré hasta báratro azabache si tú me lo pidieras, ayer me amaste en mi quimérica embriaguez  viví tu corpóreo néctar, olor a vida,” mi vida”,  aromas al recuerdo de pretéritos tiempos añejos, ósculos en días de difuntos, aromas a flores enturbiaron mi alcoba te eche de menos regresa a mi lecho, enjalma cálida que te esperará siempre, ayer regresaste a mí una noche  más.

J.R.F.

viernes, 23 de octubre de 2015

SONETOII:
Yermo  aguardo de aliento,
Impasible túmulo excelso,
De la  sufrida esperanza,
Del embozo del  aprecio,
Que vela sueños vedados,
Velos rasgados de antaño,  
Para siempre recordados.
Resignado el amante que avizora,
La pertinente arrapieza,
Sin importarle las horas,
Soñando siempre con ella.
Soneto yermo de aguardo,
Helada espera esperando,

A la zagala bermeja.

viernes, 9 de octubre de 2015


DÍAS DE PESCA:

El impúber zagal jugueteaba en el tálamo de la vertiente los cadozos atrapados en el estío, plagados  de peces, oficio que el progenitor animoso garlito en ristre, oficiaba sin darle tregua al hambre campante en la ralea, el hilo del regato comenzó a dilatar su balumba, ellos ajenos siguieron pescando.

Desde la cabina, el subalterno, guimbalete en mano controlaba la efusión, ladino  intento de sembrar  desasosiego, que el albur siempre retozón cimbró, el parásito inhabilito la diestra del subalterno por tiempo nimio, el efluvio torrente impelió no más de unos segundos, volviendo a poner el degolladero del tablacho, mirando con recelo por la ventana del  abismo, no vio a nadie, encendió un  chiflo, relajando sus ímpetus.

La luna llena con su luz exangüe, iluminaba la depresión, los espacios nublosos de fuliginosas sombras, donde la luz del satélite no llegaba daba a la búsqueda de la yunta de pescadores un halo de sobria angustia contenida por los allí presentes, las piedras de granito lúcido lucían bajo los plateados rayos de la cenicienta diana, las candelas, hachones de la concurrencia iluminaban resquicios del regato, donde aparecieron los achiperres del oficio de la pesca, el experimentado ascendiente plañía con un cuerpo de lóbregos presagios, un bulto oscuro inerte, flácido entre los fornidos brazos de aquel aguerrido hombre, el personal alumbró  la escena de aquel coliseo, la muchedumbre tácita, sosegada en señal de duelo, las sonajas de la aldea contigua, esa noche doblaron, la procesión de cofrades trayendo en las andas el frío finado cuerpo  del zagal, para  congoja de la vecindad, toda la población salió a recibir al interfecto infante, “todos no” él, el hacedor de la catástrofe embriagado, dormía la moña plácidamente, la noche dio paso al aurora, llovía, el quebranto del cielo, plañendo por el infante abrumó a los oficiantes del sepelio, el chiquillo tenia doce años.

La calígine del camposanto, cubría el  herbaje  de un relente perlado de canelón gotas cristalizadas de virutas coaguladas en el moreno mostacho del patriarca de un negro enlutado riguroso, arrodillado frente al túmulo del rapaz, plañía sin consuelo. Tres calles más arriba mirando a poniente, él, el súbdito imprudente, tomaba  como de costumbre el café en la cantina preferida de este, aquel día por segunda vez en aquel mes vago, la bruna dama, ciño su guadaña en la figura de un mortal, el destino quiso que se encontraran frente a frente los dos hombres, el ascendente triste con su bigote azabache con sus témpanos bajo una nariz que exhalaba vaho, con el descuidado  hacedor de la tragedia, avanzó sigiloso, la transpiración de su piel subió la temperatura bajo su abrigo de pelo tostado   saco el alfanje del bolsillo y con mano diestra segó la vida del patán.

Después  treinta años después de los hechos fui a ver al anciano al presidio,  el longevo de pelo novio, ya sin luz en los ocelos, dos moras que en tiempos pretéritos fuesen dos luceros ya no reían,  la luz apagada de sus pupilas y sus pintas violáceas, sus bolsas húmedas los surcos de unas arrugas que cruzaban el ducho pellejo de su faz. El cuarto oscuro de olor penetrante a desinfectante, entró en mi nariz inexperta, haciéndome recordar mí tiempo en la milicia, allá en tierras castellanas, la enjalma sobre un catre a la derecha de la celda, nos hizo las veces de sofá, la taza del servicio sin tapadera, negra ya por el tiempo y el uso observaba inerte nuestra platica mañanera, el hombre narraba el hecho de que muy pronto saldría de aquel que fue su hogar en los últimos tiempos, ya no abominaba al bruto brusco que antaño fue el causante de tanto dolor, en ese momento, en paz con su serena ánima, solo esperaba la pronta libertad.

Hoy al mirar el buzón recibí una carta, una  epístola que anunciaba la esquela, el epigrama, del ya libre rancio compadre, salí en pos de noticias, llegando con más gente a la pared, sobre el antepecho sobre el vacio, de la evacuación maléfica, sentado justo sobre la corriente del liquido elemento, nada más otear nuestra proximidad saltó, el flujo de aguas turbulentas se llevó su vida, en un salto de noventa metros, todo comenzó de nuevo hoy también hay luna llena…

NOTA DEL AUTOR:

Este espejismo,  ilusión de un sueño nocturno, está novelada, pues fue concebida, en una pesadilla con hechos atroces que di por no actos, hechos que helaban la sangre, en mi libre acción de   escribidor velé tales hechos, de película,  desasosiego de necios, ciñéndome solo a los hechos, más o menos narrativos de la historia, mi alucinación siempre en blanco y negro, oscura, representada por actores iluminados siempre por luz eléctrica, finalizó de golpe, serian las ocho de la mañana, sabiendo lo cual cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no le des más vueltas.
J.R.F.

miércoles, 30 de septiembre de 2015


LA LOCA:

Despierta la alborada húmeda de aquel día de fosca niebla, la gallega, perezosa, legañosa,  asqueada, sucia, las perlas del relente ensortijaban su cabello güero, su vestido añil, a juego con sus ojos un retal ajado por el uso con remiendos aquí y allá para tapar la visión de las vergüenzas de aquella hembra, bajó por la vaguada hacia el regato, camino abajo en dirección sur, el angostillo callejón entre cortinas, de foscos zarzales, intercalados de ortigas, casi le quitan la quimérica utopía de aquella cavila nocturna, la muerte discreta, efímera, marchó riendo de un mundo que no entendía, la ignominia de la monomanía extinguida de golpe, la hermosa zagala bermeja, desapareció entre la bruma, los pensamientos paridos por su desvarío cubrieron los hechos acaecidos en los últimos veinte años, la paz que encontró aquel día de principios de otoño le dio animo, erró sin rumbo por la vaguada, nadie la vio partir, desapareció, esfumada, a nadie le importó, la gallega partió sola, apenas con lo puesto, hoy recuerdo como pelaba palomas por encima de la fuente, hoy ella sería mi amiga, partió sola, nadie la vio, yo la encontré, lívida, desnuda, enmarañada en su breña, con las greñas blondas cubriéndole sus abultados senos, la tumefacción cárdena de su belfo, indicaba el finado carácter de extinto cuerpo pálido, la apreté entre mis brazos, plañí por ella, besé su rostro impávido con ósculo sentido, cerré  sus ocelos añiles, llame al ciento doce, la loca avía aparecido.

 

Los vocablos  fueron avispas, palabras escritas en folios níveos, platicas paridas desde la monomanía en que tu mundo se convirtió,  hechos, vicisitudes,  en un catafalco guardo tu rozamiento, tu pelo enmarañado, y los secretos, tus secretos que llevaste contigo, la urna opaca rosa de chino en su tapadera, no sé distinguir la sagacidad de la quimera, sueño, me despierto, abro la caja de castaño, ojeo tus cosas, y vuelvo a la monótona existencia,  la cotidiano de la rutina monótona, empieza a hacer mella, intento cumplir aquella promesa, te olvidare mañana, hoy eres mi recuerdo, mi sueño, mi amada amiga, la gallega turbada, que paria pensamientos, cavilas filosofías de vida antaño olvidadas, las noches en que el níveo flujo de mi cariño recorría tu espinazo,  hoy lloro tu ausencia, los recuerdos atesoran tu imagen de mujer libre, la libertad de un necio, pero libre en tus ideas, loca te llamaba la gente y quien no lo está.




Con este fol, levantarei as chamas deste lume

que asemella ó do inferno

e fuxirán as meigas a cabalo das súas escobas,

índose bañar na praia das areas gordas.

¡Oíde, oíde! os ruxidos que dan as que

non poden deixar de queimarse

no augoardente quedando así purificadas.

E cando esta brebaxe baixe polas nosas gorxas,

quedaremos libres dos males

da nosa alma e de todo embruxamento.

Forzas do Ar, Terra, Mar e Lume,

a vós fago esta chamada:

Si é verdade que tedes máis poder que a humana xente,

eiquí e agora, facede que os espritos dos amigos que estean fóra,

participen con nós desta queimada.
 
La narcosis de la embriaguez del espíritu del vino, nubla mi sentir, mi ánima libre imagina hechos, situaciones quiméricas, de realidades virtuales, la alcoba aparece anti mis ojos color avellana envuelta en una bruma incierta, el armario de castaño de cinco puertas al lado derecho, sobrio me oprime, parece abalanzarse sobre la cama de uno treintaicinco, la cómoda debajo del espejo, con todos sus recuerdos dentro de la receptáculo  del mismo material, es difuso, la embriaguez nubla la percepción de distancias y figuras, he creído ver la silueta de mi amiga, será la demencia , una enfermedad contagiosa, o será el narcótico efecto del aguardiente, no sé toda da vueltas a mi alrededor, un mareo, algo  etéreo tira de mí, me siento flotar .
 
La vesania nunca tuvo práctico, he viajado al mundo de Oz, en busca de perspicacia.
El camposanto, visto desde aquí, en la brumosa mañana, de relentes perlas de agua, subido en aquel cotorro, del villorrio, mirando desde su posición elevada la fuente, una tristeza oprime mi ánima, locura insania de amor, un juego cruel, de la fortuna, ruleta rusa del destino, hoy he perdido, desde este mundo de Oz, veo a los demás yendo y viniendo, Oz fagocita las almas de los que caen en él, la libertad, tu libre pensar que parias en cada platica con todo el mundo, se libre, loca, lunática mi querida, hoy yo vivo, en este mundo de sueño, todos los días subo el transido césped sobre tu túmulo, no me desanima, pronto estaré junto a ti,  mi gallega inolvidable, nuestro epitafio será “dos que la locura los separo, ahora ya descansan”.

El Señor es mi pastor, nada me falta

En verdes praderas me hace recostar

Me conduce hacia fuentes tranquilas

Y repara mis fuerzas, me guía por el

Sendero justo por el honor de su

Nombre aunque camine por cañadas

Oscuras nada temeré, por que tu vas

Con migo tu vara y tu cayado es su

Sangre, preparas ante mi una de mesa

Enfrente de mis enemigos me unges

Mi cabeza con perfume y mi copa

Rebosara


NOTA DEL AUTOR:
Los hechos acaecidos en este relato siempre imaginario, son basados en un tanto por ciento en lo narrado por alguien un día, discernir lo veraz, de la fantasía del escribidor de la fábula, es oficio del lector, si te sientes aludido, olvídalo, es el sueño de un necio.
Sin más se despide ser buenos:
Javi.

jueves, 17 de septiembre de 2015

LABIOS COMPARTIDOS:

Los shkes trataron de luchar contra su instinto, la feer sabia que Christian que contemplaba el cielo sombrío, también él deseaba  convertirse en shkes y unirse a la lucha, la presencia opaca en la fosca bruma, ataviado en su ser humano, su eterno rival, su olfato de serpiente ya avía dado con su posición, Jeanne ajena a la situación entro en su casa, una casa blanca de dos pisos, con figuras aladas a uno y a otro lado de la puerta, él saco a astarot, el filo de canelón  azul, templo la bruna oscuridad de un azulino halo, “ envaina” dijo el dragón “hoy no habrá sangre”, volviendo a meter en la vaina el filo de su vaciada espada, se sentó frente a aquel hombre no mucho más joven que él mismo, las pujanzas antagónicas, llegaron a un acuerdo, no sin antes sentir un rencor, antaño olvidado, de su atávico  legado, ella, Jeanne estaba por encima, la náyade, siempre seria su pequeña pupila, la huérfana criada entre sus brazos después de que apareciera de muy párvula, plañendo en  el bosque, ese bosque de hayas pardusco y frio en el norte de aquel mundo, tan diferente a la Tierra, la joven mujer dormía, las dos figuras silenciosas, dieron sendos ósculos, en el belfo suculento, mimos a la ya echa toda una mujer, preciada amiga, arroparon el jergón donde dormía la hada, saliendo sin hacer ruido después de compartir los labios suculentos de la barragana, debatiendo los pillo la aurora, cuando la náyade se despertó Cristian tenía su vista fija  en un punto más allá del bosque, sufría, su espada en el suelo inmaculada, no pudo explicar su sufrir, envaino a astarot, salió volando dejando a la moza pensativa, pero ya conocía a aquel hombre mitad serpiente, y sabia que él el dragón avía visitado su sueño, se prometió que la próxima vez estaría despierta.





Él ya no tan joven dragón pasaba largas temporadas en aquel pueblo del suroeste peninsular, la Tierra fue cuando estallo la guerra uno de los refugios de su raza, hoy solo él queda para perpetuar la especie, sabiendo que Jeanne, está a salvo con la serpiente,  él vive cómodo en su anonimato, el portal al mundo de Septentrión,  estaba cerrado, solo él podía pasar el espejo, su modorra, siesta estival, fue interrumpida, el presagio llegó en la tarde canicular de agosto, se levantó amodorrado, subió a el altillo miró tras la luna añeja y no presintió detrás a Jeanne, “ella abría muerto” dijo el conjuro y traspasó el atrio decidido.




El sucio hidalgo señor de aquel estado,  un humano de pelo níveo, rollizo, mofletudo, muy dado a la comida a escote con sus amigotes los isleños cimarrones, ariscos seres hoscos secuaces del inframundo, las lámparas en los ropones del hidalgo guijarro  su nombre evocaba a un tal antepasado, de tiempos remotos que negando a un amigo tres veces se salvo de una muerta plausible,  ciertamente el rumor, le llegó sereno, lo pillo por sorpresa, cenando con su doméstica, una fea abrupta criatura, supo que la magia del bosque seria si perdición, investigo mando a sus ariscos cofrades, situando el centro de la encantamiento, sortilegio antiguo  de el libro santo, en un lugar donde vivía una humana blonda, güera,   de ocelos añiles como el nirvana , la féerika dormía la horda funesta atrapó la núbil criatura, trasladándola a las mazmorras del castillo del conde.
 

El dragón volaba subiendo la línea de playa, septentrión lucia un mar azul, su primer sol ya hacia una hora que había sido su orto, el segundo de sus tres, empezaba a alborear, de este, llego el ataque pillando a la mítica criatura desprevenida, la garra de la serpiente alada, se clavo en  su ala izquierda, cayendo los dos animales en un pelotón a un suelo arboleo, el brillo de las espadas tiño el amanecer, las fieras dieron paso a los hombres, el centellear de los filos al cruzarse, Astarot de hielo azul, y bader de fuego púrpura, se entrecruzaron una y otra vez, hasta que las fuerzas de sus portadores se perdieron cayendo de sus manos, ambos jadeando un sudor de odio ancestro, cuando ya iba el Shakes a clavar su venenosa mordida en el cuello de él rubicundo humano, vio en sus ocelos color avellana la imagen de la joven mujer, la féerica los miraba desde  una lóbrega estancia, se tumbo junto al humano, los dos sin mediar palabra, cuando ya repusieron fuerzas tomo el Shakes las dos espadas, la de el dragón quemo la palma de la serpiente, se la devolvió a su dueño legitimo se convirtió en animal  alado, hizo subir a su ancestro contrincante a su lomo, pues el dragón no se podía convertir, pues su ala izquierda estaba herida tomando altura hacia el mediodía.


La maraña encrucijada de boscaje alrededor del castillo del conde, era celada por la niebla fosca, el dragón fue apeado de lomos del shake en la almena principal, desatándose una batalla atroz, los feroces cimarrones, eran engullidos por la serpiente de dos en dos, el, él dragón sin poderse convertir,  india a bader, en las entrañas de la soldadesca del castillo, en minutos la muerte fue sembrada por doquier, la existencia del hueco, hinchado, avaricioso, conde, llegaría a su fin, este sonrió con rictus carmesí cuando las dos espadas, el fuego y el hielo atravesaron su corazón.
 

La magia obró el milagro las tres criaturas ya sin odios de ancestros pretéritos, yacían en aquel jergón, enjalma de amor, compartiendo fluidos los tres a la vez se amaron simultáneamente, sin importármele presencia del otro,  poco antes del primer orto de aquel sol cerúleo, el dragón despertó a Cristian, “cuídala, cuídala mucho,   es mi amor, te la dejo en tus manos, amala como yo la hubiese amado,” diciendo esto tomo al hijo del augura de la mano, una hija rubita de cabello ensortijado, fruto de la sinrazón de la bestia carnosidad del burdo conde, la tomó de la mano, abrió el portal con su conjuro secreto, pasando los dos, la tierra los esperaba, aquel destierro para educar a la joven feé seria para él un alivio, no sin antes dar un beso en aquellos labios tan deseados, los labios del amor de su vida.

La biblioteca de guimaré, en un lugar secreto del espacio a medio camino de lo real y lo ficticio, dio con la adolescente y hermosa hada, desde niña se refugiaba allí, cuando su padrastro el dragón ponía normas, y leía las historias, fábulas de aquel planeta, septentrión le parecía tan irreal, tan distinto a su aldea, a aquella del suroeste peninsular, su hogar desde que tenía uso de razón, pero a la vez tan cercano,   ella estaba protegida, el último dragón avía muerto, llevándose con él la manera de abrir el pórtico entre los dos mundos, la luna del espejo, mágico, fracturada y dispersa impedía cualquier intento, la güera púber, estudiaba las costumbres de aquel universo, donde fue dada a luz un mundo donde la magia existía, un mundo que alguna vez regresaría.

NOTA DEL AUTOR:

 Al escribir la farándula no pensé en persona, lugar o ente, cualquier parecido por acción u  omisión es solo la coincidencia de un necio,  no le deis más vueltas.

J.R.F.

martes, 15 de septiembre de 2015


AÑO DOMINE 1981:

La pitusa núbil tendría 10 años, su nombre Jeanne, aquel día aciago, en el que su padre tomo la bici, corriendo en pos de su libertad sin saber que la párvula ninfa quedaba presa en la mazmorra de aquel conde, de pelo níveo,  panza ancha unos veinticinco años más que la insulsa pequeña, la noche en el castillo, corría sin noticias del progenitor, la hora avanzada dio que la servidumbre metiera a la párvula pitusa en sus aposentos, aposentos que tras la medianoche él propietario de la hacienda, en un estado sumo de etílica exaltación visitó los aposentos de dicha ninfa de los bosques del norte.

La obligo con mentiras, abusando de la prevé ninfa aquella noche su Príapo abusivo exhalo el níveo néctar en la intimidad de la pequeña aterrada ninfa, tras el hecho él el conde amenazó a   la pitusa de muerte.

Fuese como fuese él, el conde no podía consentir que la insulsa feerica tuviese linaje, la limusina esperaba a la puerta del establo antiguo, hoy ya habilitado como cochera, la amedrentada  ama llevaba al cuello la llorosa moza, el automóvil cerró sus puertas automáticamente y inicio el viaje por las calles de la ciudad bajando hacia la puesta del sol, Pancracia Betancure tras observar la intimidad de la párvula núbil llamo a su cómplice,   la enana melliza trajo narcótico como para un caballo, inyectando a la pitusa la inyección de  droga, el ser se cubrió de inmunda linfa el palanganero, tapiando con algodón el  intimo orificio de hembra inexperta.

Tras la abortara, el viaje a la hacienda del conde, fue un calvario para la núbil criatura, los baches del camino corroían su interior, Jeanne sufría lo indecible, llegó a sus aposentos maltrecha, no dijo nada a su progenitor convaleciente del accidente de la bicicleta, y se metió en la cama, a esa hora en  que las meigas salen de sus occisos aposentos,   la flujo de la linfa carmesí mojo los lienzos, sudarios tal vez a la edad  once años, la fiebre a cuarenta grados centígrados nublo el ser de la niña.

La ambulancia no tardó la ligadura de trompas inhabilitó a la pequeña para poder tener sucesorias arrapiezos,    hoy mujer oronda, que intenta absolver al malhechor hasta que una vez al año, viaja, sufriendo su desdén, él níveo ocioso busca siempre la manera de poner en evidencia la ánima blanca de Jeanne, llorosa hoy en mis brazos, sufre lo indecible esperando un consuelo, hoy yo en mi morada,   solo puedo consolar a la desolación personificada, a mi amiga, hoy  yo me aprovecho del hecho, yaciendo en el lecho con ella, sabiendo que su ser estéril no da fruto, a causa del malandrín ser níveo,    pero yo amo a la pitusa güera.

Mañana será otro día hoy duermo cobijo a la desventurada, hoy, esta noche de lluvia la paz del mundo está en el jergón, enjalma  nocturna de un ser amable que palpita bajo mi mano nobel.

La alborada, nos sorprendió, ella llorosa, yo despierto  el plañido de la hermosa hembra, Jeanne entre mis brazos besando sus ocelos añiles, alivió su pesar, contándome su historia.
 

El tañido luctuoso de la campana, llamando al sepelio, me pillo impróvido, la ilusa bermeja, tendida en el catafalco níveo, espigada lucía un vestido blanco, símil a la comunión de una infanta, el halo claro de su geta exangüe, y sus ocelos cerrados hoy otras veces risueños, añiles como el nirvana,  aquella figura tantas veces idealizada que plañera en mi hombro humilde, hoy sobre tarima sacra, mi ánima desecha anhela creer hoy más que nunca en una sublime presencia, que se apiade de mis recuerdos, ella, la rucia hembra, mi amiga tiesa en su lecho nos sonríe, con belfo cárdeno alegre de esta despedida en la iglesia, la cárcava húmeda del camposanto, será a partir de hoy refugio de la leyenda el túmulo cubierto de olvido tapa todo el dolor de la que un día fue mi amiga, ella Jeanne hoy plaño su ausencia.

Miro la anciana figura del miserable níveo conde y no puedo por menos hoy en este funesto día aciago, de no tener lastima por él, su irresponsable acto llevó al catafalco a un querubín, la ánima de la güera ninfa  blonda, volverá a llevarse al difunto conde, cuando la negación del silencio éste duerma desprevenido.



NOTA DEL AUTOR:

Todo  lo narrado pudo ser verdad, en algún tiempo pretérito, más yo no tengo constancia del hecho narrado, todas las coincidencias son solo eso, no le deis más vueltas.

J.r.f.

jueves, 10 de septiembre de 2015


EL FINAL DEL VERANO 2015:

1.       JEANNE BARDÈOT:

 

                Jeanne Bardèot es una mujer adulta de edad incierta, la crin bermeja, de cerda ensortijada, con bucles solanos, dan paso a una geta oronda, a pesar de su dieta, Jeanne no está delgada, nadie diría mirándola que sus dos lactas, estuvieran de no comer, Jeanne no es diríamos que una mujer falta, es resuelta, afable, de las que cuando platicas con ella se pasa el tiempo en un abrir y cerrar de ojos, eso que se me olvidaban sus ocelos añiles grandes, avispados, su mirar que atraviesa con su pupila el ánima del oyente, si digo oyente pues a su lado siempre se escucha, batidor de su plática afable, tranquila, en dos palabras es un querubín bajado desde lo la cúspide de alguna deidad apostata de nirvana eclesial, sus dos razones siempre son absolver lo inconcebible, no sin antes escribirlo en cualquier medio, y tolerar todo, yo diría que además es un hada, una prevé  del bosque, unicornio capaz de mantener la magia de el amor hasta su ultimo nirvana sin previo calentamiento, Jeanne es mi amiga.

 

2.       QUIMÉRICO

 

El vocablo quimérico (griego: από 'acullá', κρυφος 'clandestino'; latín: apócryphus), que originalmente significaba "celar acullá", y luego fue derivando en "clandestino lóbrego", ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos  surgidos en textos que no han sido incluidos en el catón.

 Según otra acepción, un escrito o documento "quimérico" es aquel que es indebidamente atribuido a un determinado autor. No se trata generalmente de una atribución promovida por el propio autor, sino de que otros atribuyen a determinado autor —generalmente de gran prestigio— escritos que él nunca escribió.

3.       LOS HECHOS:

Aquel día de principios de septiembre, Jeanne por fin después de unos días de asueto, en la que la vi dos veces en jornadas sucesivas pretéritas a la fecha señalada, digo, la temperatura al sol, era elevada, cuando  Jeanne, con un mono, de saya nimia,  abrochado por su parte trasera, de color negro, llamó a mi portero automático, yo que en dicha circunstancia a esas horas de la mañana, me paseo solo con lo que el pundonor de personas augustas llamarían sicalíptico, abrí a  la párvula güera, temblaba,   su hipo miasma de desdicha mi morada, la acompañe en un reflejo iluso a mi alcoba, sobre el catre, libe el néctar salobre de sus ocelos añiles, mime con mimo su plañido aleatorio, los ósculos sobre el cuello, resbalaron  una derrama amplia, con el albañal central prieto por un sostén nimio de encaje escarlata , poniendo el bolso este que evocaba la cabeza felina de un minino, sobre un lado de la cámara, tirando de la cremallera, se mostró delante de mi atisbo una prenda diáfana, de puntilla nívea, el plañido de la zagala pasó en pocos minutos a estertores entre mis manos ilusas, al tacto de su corta crin sedosa, que daba paso  al belfo carmesí de su pernil,






íntimo,todo fue como un brindis en navidad, la efervescencia se desbordó por todas partes, pero al cabo de la mañana la zagala blonda ya reía,
La flor de la canela, manantial de néctar del que bebí insaciablemente, esencias afrutadas, fuente ilusa, se abrió dejando sus pétalos al  alcance de mi belfo, sorbiendo su néctar y colmando todo el ser de Jeanne de besos, la zagala me abandonó a eso de las doce y media.

 

Hoy al volver a evocar los resonancias de los andares de aquel día, vi en un lugar, velado  por la cortina de la estancia un viejo pergamino que atribuyéndolo a Jeanne no pude por menos sino leerlo, no hallé palabra alguna en pío lenguaje.

 

4.       EL TEXTO:

όταν ήμουν δέκα, Εκείνη τη μέρα ο πατέρας μουείχε ένα ατύχημα προς τα κάτω σε κακή ποτάμι, εκείνη τη μοιραία μέρα, ο ίδιος, ο αριθμός, αυτός γίνεται κατάχρηση, Αθωότηταφυτώριο που βρίσκεται γυμνός στο κρεβάτι του.

5.       CONCLUSION:
 

Como la curiosidad mato al gato, heme aquí hoy viviendo mis últimos momentos, el pliego ponzoña, de bilis de hígado envenenado por mente de harpía  hechicera, que al entrar en contacto con mis dedos primero y luego con mi baba, hoy me hallo aquí en este jergón supino,  occiso casi sin halito, mis nauseas son infinitas, y la borrelita gualda pringa las lienzos, sudarios ya. Hoy rememoro aquel día, de ya hace en mi memoria tanto tiempo, y sin embargo lo repetiría allá donde me lleve este mal que aqueja mi ser Jeanne ira conmigo.
6.        NOTA DEL ESCRIBIDOR:

Los hechos acaecidos fabulosos en sí, estimulan el intelecto, siendo  yo un humilde narrador  parábolas tales, todas las vicisitudes narradas son producto de mi imaginación, o no…

Ser buenos.

J.R.F.

miércoles, 3 de junio de 2015


DIARIO DE UN PRESIDENTE:

 

Día primero, el gobierno del edificio este año recae en este humilde servidor:

Esta mañana me encontré con la vecina del tercero, no con la cuza testigo de Jehová, que cada vez que subo, a desempeñar mi oficio de presidente de la comunidad de vecinos, pone la oreja en la puerta, la muy cotilla, sino con la joven enjuta, de media melena, empezamos una plática, divertida, mis ojos color miel la recorrieron famélicos, ávidos de mucho tiempo de estío, lucía un top de tul, diminuto que cubría hábilmente sus  pequeñas protuberancias, los inhiestos bultitos bajo la tela  inflamados, como Victorino astado, me hicieron babear como caracol azorado , vague mi malicia  en el short, en su liso, triangulo invertido, el canalillo que lo dividía en dos mitades exactas, dando paso a un pernil frágil desnudo, acabado en unas playeras ámbar,  ella percatándose de mi vehemente examen contoneo la grupa de una manera sugestiva, alegando su prisa, bajé, a mi rellano, en el que me encontré a “Matilda” maldita, bendita criatura, los problemas son para ella su terapia,  nada que ver con la otra, podríamos decir que esta es ancha de huesos, su ciclópea humanidad, da de sí, si necesitas su ayuda, luciendo una derrama que deja ver  el enorme regato que cruza su pecho de norte a sur separa una ubre de proporción cómica, reforzada por vendajes antivuelco, que en estos días de calor dan una sensación de bochorno inmensa, tomamos café, le escudriñe la faz, chorreaba lubricante, rosa mosqueta me dijo sin preocuparse, es bueno para la cicatrización de heridas comentó sin más.

“Maldita matilda”, me bajo el libido, de mis sicalípticos  pensamientos, entré en la ducha, en el exterior la temperatura empezaba a refrescar, la lectura de aquella fábula de autora conocida me relajó, dormí, me prometí volver a subir por la mañana con cualquier escusa, al piso superior, evitando la vieja bruja, cotilla.

Día  segundo, misiva a la atención de la propietaria del tercero:

“Estimada vecina:

Hoy te escribo esta homilía, para poner en cuenta de tú sensato intelecto, los hechos a continuación relatados, mi atrevimiento que no es más que el fruto de la embriaguez   del alcohol de ingesta masiva de la noche pasada, por todo ello te diré, que   cuando te canses de él, (el cari), que te cansarás, sobre todo al tener en cuenta las desavenencias con la madre que lo pario, ya es voz populi en toda la aldea, sin más fruto de la embriaguez del saber que afloja el lenguaje de este pobre viejo burdo, que al parecer necesito de tú enjuta figura, frágil, de coqueta traviesa párvula, para levantar mi ya olvidado libídine, sabré recompensar con hechos tan osadas palabras”.

Después de lo cual metí mi azarosa escritura en un sobre, bajando a la planta principal del edificio, lo  introduje en la ranura del buzón correspondiente,  anheloso, esperanzado, iluso travieso, que sueña despierto.

Sin más quehaceres trascurrió el resto de la jornada, aquel caluroso día de junio  la temperatura llego a los treinta y tres grados centígrados.

Día tercero:

Hoy me encontré en el rellano con Matilda, me puso morritos, sus belfo de un carmín color cereza intenso, dibujó un pequeño corazoncito, a continuación me guiño un ojo de esos tan azulados que ella unta por encima de sus bermejas pestañas, pareciendo un pequeño lago.

Me hizo dudar, acaso mi epístola fue introducida por error de mi embriaguez en ranura de buzón equívoco, estando en eso Matilda puso los grandes ocelos en blanco, tal dos lunas llenas y su gran mole cayó al suelo, tan larga era, me abalicé sobre la inerte mole de carne desabroche la diáfana blusa, entre en mi cocina y con un pela patatas corté las cinchas que oprimían su pecho, al instante dos enormes montañas saltaron en mis narices, sus grandes halos castaños daban paso a unos sumisos penachos, a unos dos centímetros de mi vista, al instante cayeron fofos una a cada lado de mi barbilla, le abrí la fresa de su embocadura puse mis labios en su  lubricado morro sople aire, mil uno, mil dos mil tres, conté en el barranco que formaban sus lácteas en el desfallecido pecho, alguien llamó al ciento doce, estuvimos repitiendo la operación hasta que llegó la ambulancia, nos informo el médico después de estabilizar a la mujerona, que sufría alguna especie de subida súbita de glucosa, llevándola de nuestra vista, toda la tarde estuve intrigado, y si la furtiva  misiva  fue a parar a monos de Matilda… el tiempo dará de sí.

Noche del día cuarto:

La calima de una niebla osada se introdujo rodeando el catre de este iluso soñador, entre la cual se dejó ver una figura de media melena, enjuta huesuda, con un salto de cama diminuto diáfano de colorado, sus curvas diminutas, su cintura de avispa su cadera consumida  la mata de cerdas inflando su intimidad, avanzó,  salió de la niebla, retiró el embozo se introdujo en el catre sobre mi inerte desnudez, el peso, el peso no correspondía a tan cenceña rapaza, volví a abrir mis ojos de avellana, vi a “Matilda” gorda, pesada, de lorza acumulada bajo sus ya montañas conocidas, el bandullo cubría sus zancas hasta su rodilla, su grupa evitaba que yo me moviese sentí una asfixia  intensa un desasosiego  calor, mucho calor y impotencia, un grito sonó en la bruna oscuridad de la noche, la luz del reloj despertador marcaba las cinco en punto, todo avía sido un sueño, tarde mucho en quedar dormido de nuevo, serian ya las siete cuando la luz de la aurora entro en mis aposentos, la fresca mañana, termino por llevarme de nuevo en brazos de Morfeo.

Desde aquellos tristes días, de principios de mi legislatura anual, no se ha vuelto a saber, ni de la muchacha del tercero, ni de “Matilda” solo mis recuerdos nublados, pudieron imaginar una noche cena copiosa, de fiesta pagana, intuí que ambas eran la misma, mi memoria ya me falla, o es que mis recuerdos añejos se nublan en la distancia, o nunca existieron ninguna, quien sabe, sería el ánima   de una hermosa criatura venida de quien sabe donde para hacer el bien a este humilde servidor.

Hoy día trescientos sesenta y cinco, me despido del cargo, dejando constancia de este diario que pasare esta noche a la comunidad, sé que me tacharán de lunático, pero me da igual, hoy dejo mi cargo, y siempre miraré la puerta de enfrente con respeto, cariño y pícaro anhelo, por si vuelve ella, la enjuta, núbil, párvula, sin más de todo corazón un abrazo al nuevo presidente.

Un saludo de este de siempre y para siempre:

Hoy he vuelto a soñar contigo, con ambas, no me importó cual de las dos fuera, sentí la fresa carmesí de “Matilda” libando mi bolsa , un ápice lamiendo mi inflado mastelero, poniendo un protector hurtado furtivamente a hurtadillas de una farmacia local, soñé que mis mimos rozaban la nuca, por debajo la quejada, empezando un viaje descendente me perdía entre montañas y valles, sin temer ya su proporción, llegando furtivamente a la mata güera  salobre, mis mimos concentrados en santo lugar, mi humedad mojo el embozo, desperté, la ducha me devolvió a mis quehaceres, volví a mirar tú puerta cerrada.

Hoy que ya no puedo apuntar mis esperanzas en el diario de la presidencia, hoy mis sueños solo serán para mi, “mí Tesoroooo”.



Javi.

J.r.f.