lunes, 26 de enero de 2015


EN UN LUGAR, UNA NOCHE:

Todo empezó aquel día, en la antigua escuela de las niñas, la pareja de tórtolos entró por el portal en forma de arco de ladrillo rojizo, el portal situado hacia levante, elevado dos escalones del nivel de la calle, estaba frente a la era de la localidad, el edificio blanco de cal incólume,  de varias plantas de altura, aquella noche, de fiesta local, dejaba a aquellos bailarines, en el local anexo, donde antiguamente fuesen las aulas, hoy recuperado como local de ocio y tiempo libre, la gente festejaba el festejo   bebiendo,  bailando, en fin viviendo la fiesta.

Ellos dos ya se conocían de antiguamente, aunque jóvenes todavía, aquella noche no sé si por el vaho del alcohol o la inercia de los hechos, una cosa llevo a la otra, salieron minutos antes de  la juerga, dejando atrás la música, tenían la intención de ir hacia la era, pero el instante de ver la puerta abierta de la antigua casa del maestro, cambiaron de opinión, el cogió a la zagala de la mano, introduciéndola por la puerta entornada de vidrio y hierro, que se abrió de izquierda a derecha dejando a la vista dos o tres metros de pasillo, de frente un muro y a su derecha la cocina, una cocina antigua ,“económica” así llamaban en el pueblo a las cocinas de encimera de carbón,  que en aquella época del año, se mantenía apagada, pero ellos fueron al otro extremo de la vivienda, saliendo por una especie de comedor a un pequeño patio de luces donde una higuera de higos negros frondosa dejaba el fruto descuidado a una manada de estorninos que festejaban quiméricos al  compas de la música, la  luna en cuarto menguante, iluminaba tenuemente la escalera de mano, apoyada en el bocarón de la pared,  en la parte inversa de la puerta de acceso al patio, subieron con sigilo, como furtivas sombras.

Sortearon a varias parejas, vivaces, bultos en aquel suelo de tarima moviéndose rítmicamente, supuestamente en un compas de milenios de antigüedad, llegando a una sala despejada, él cerró la puerta después de  que la fámula entrase en el cuarto, una puerta estrecha con un astillón de algún percance de los años pasados desde que los albañiles de la localidad la pusiesen a prestación personal, el jersey blanco con dos, no se mis recuerdos, no llegan a recordar muy bien a lo mejor tres líneas en zigzags, no recuerdo si azul marino o negro culebreaban en aquel tejido de lana virgen.

La rapaza de pelo albo, de media melena, cuyas puntas se le metían en las comisuras de los labios, sonrió, pasando un inútil pestillo para mantener la puerta cerrada, luego, sacando la prenda por la cabeza dejo a la vista de supuestamente el que narra esta historia, sus dos no sé difusos bustos, él ya acariciaba lampiño inhiesto, ignorante de tales sensaciones, ella guio  su balano en la oscuridad, limpiando primero la eyección del núbil hombre, con una prenda que pudiese ser el zahón de la infanta, después de aquello duro unos quince minutos su éxtasis,   luego la algarabía, y la tele transportación a la fiesta.

Sonaba en aquel momento un bolero de Armando manzanero…

Adoro,

La calle en que nos vimos,

La noche cuando nos conocimos,

Adoro,

Las cosas que me dices,

Nuestros ratos felices,

Los adoro vida mía.

Bailaron, bebiéndose las lagrimas mutua de cada uno, él piso aquel zapato y ella rió, enjugó el  llanto del hombre, y siguieron bailando muy pegados, casi eran una persona en dos mitades.

Adoro,

La forma en que suspiras,

Y hasta cuando caminas,

Yo te adoro vida mía.

Los brumosos hechos acaecidos después en el transcurso de la velada hasta horas indecorosas,  hoy no vienen a mi recuerdo, siento un celaje, propio de una quimera, cuyo desvelo, temo hoy más que nunca, que por falaces oraciones de mi verbo iluso,  hoy viene a mi memoria aquel día en el que el amor con mayúsculas triunfo.

Yo te adoro vida mía.

Hoy vino a mi recuerdo una difusa realidad, y quizás ensueño de aquella noche festiva de hace tantos años, yo ya no sé si son mis recuerdos, reales o fruto de mi deseo, esta noche volví a humedecer mis sabanas blancas rememorando la hipotética velada festiva, recordando a la bermeja pitusa de cabellos ensortijados, que marchara hacia levante con la madrugada del día siguiente, y hasta hoy no he sabido de ella, supe que vivía ahora “ feliz”, en un pueblo con mar, hoy vino a mi recuerdo y llore, recordando su aroma ya difuso en mi recuerdo.

Hoy puedo recordar  con reminiscente evocación hechos difusos, pudiendo narrarlos en   esta epistolar fábula, pero entraría en otra historia.


J.r.f.

viernes, 16 de enero de 2015


SIEMPRE TE SOÑARE:

Hoy te diría cosas, hermosas,

Susurrándote al oído,

 Hablaría de mi amor.

 De que no se dormir por las noches,

Noches que paso velando,

Acariciando, “el chiflo” yerto,

Vislumbro tu cuerpo áureo,

Derramo níveo brebaje,

En noches álgidas solo,

Imito, imaginar el amor.

Hoy me acuerdo del cornúpeta,

Tú en sus brazos abrazada,

Querida, desnuda, amada,

De besos siempre colmada.

Siento que no puedo soñarte,

Siento que tienes que olvidarte,

De este patán burdo bruto,

Iluso que jugo a amarte,

Teniendo consorte en el lecho.

Siempre te soñaré,

Me agasajaré en tu recuerdo,

De salpicadas níveas sabanas,

Añorando recuerdos añejos.

Te digo que soy tu amigo,

Y me conformo con eso,

Desde aquí te mando un beso,

En el centro del ombligo.

j.r.f.