DIARIO
DE UN PRESIDENTE:
Día
primero, el gobierno del edificio este año recae en este humilde servidor:
Esta
mañana me encontré con la vecina del tercero, no con la cuza testigo de Jehová,
que cada vez que subo, a desempeñar mi oficio de presidente de la comunidad de
vecinos, pone la oreja en la puerta, la muy cotilla, sino con la joven enjuta,
de media melena, empezamos una plática, divertida, mis ojos color miel la
recorrieron famélicos, ávidos de mucho tiempo de estío, lucía un top de tul,
diminuto que cubría hábilmente sus
pequeñas protuberancias, los inhiestos bultitos bajo la tela inflamados, como Victorino astado, me
hicieron babear como caracol azorado , vague mi malicia en el short, en su liso, triangulo invertido,
el canalillo que lo dividía en dos mitades exactas, dando paso a un pernil
frágil desnudo, acabado en unas playeras ámbar, ella percatándose de mi vehemente examen
contoneo la grupa de una manera sugestiva, alegando su prisa, bajé, a mi
rellano, en el que me encontré a “Matilda” maldita, bendita criatura, los
problemas son para ella su terapia, nada
que ver con la otra, podríamos decir que esta es ancha de huesos, su ciclópea
humanidad, da de sí, si necesitas su ayuda, luciendo una derrama que deja
ver el enorme regato que cruza su pecho
de norte a sur separa una ubre de proporción cómica, reforzada por vendajes antivuelco,
que en estos días de calor dan una sensación de bochorno inmensa, tomamos café,
le escudriñe la faz, chorreaba lubricante, rosa mosqueta me dijo sin
preocuparse, es bueno para la cicatrización de heridas comentó sin más.
“Maldita
matilda”, me bajo el libido, de mis sicalípticos pensamientos, entré en la ducha, en el
exterior la temperatura empezaba a refrescar, la lectura de aquella fábula de
autora conocida me relajó, dormí, me prometí volver a subir por la mañana con
cualquier escusa, al piso superior, evitando la vieja bruja, cotilla.
Día segundo, misiva a la atención de la
propietaria del tercero:
“Estimada
vecina:
Hoy te
escribo esta homilía, para poner en cuenta de tú sensato intelecto, los hechos
a continuación relatados, mi atrevimiento que no es más que el fruto de la
embriaguez del alcohol de ingesta
masiva de la noche pasada, por todo ello te diré, que cuando te canses de él, (el cari), que te
cansarás, sobre todo al tener en cuenta las desavenencias con la madre que lo
pario, ya es voz populi en toda la aldea, sin más fruto de la embriaguez del
saber que afloja el lenguaje de este pobre viejo burdo, que al parecer necesito
de tú enjuta figura, frágil, de coqueta traviesa párvula, para levantar mi ya
olvidado libídine, sabré recompensar con hechos tan osadas palabras”.
Después
de lo cual metí mi azarosa escritura en un sobre, bajando a la planta principal
del edificio, lo introduje en la ranura
del buzón correspondiente, anheloso,
esperanzado, iluso travieso, que sueña despierto.
Sin más
quehaceres trascurrió el resto de la jornada, aquel caluroso día de junio la temperatura llego a los treinta y tres
grados centígrados.
Día
tercero:
Hoy me
encontré en el rellano con Matilda, me puso morritos, sus belfo de un carmín
color cereza intenso, dibujó un pequeño corazoncito, a continuación me guiño un
ojo de esos tan azulados que ella unta por encima de sus bermejas pestañas,
pareciendo un pequeño lago.
Me hizo
dudar, acaso mi epístola fue introducida por error de mi embriaguez en ranura
de buzón equívoco, estando en eso Matilda puso los grandes ocelos en blanco,
tal dos lunas llenas y su gran mole cayó al suelo, tan larga era, me abalicé
sobre la inerte mole de carne desabroche la diáfana blusa, entre en mi cocina y
con un pela patatas corté las cinchas que oprimían su pecho, al instante dos
enormes montañas saltaron en mis narices, sus grandes halos castaños daban paso
a unos sumisos penachos, a unos dos centímetros de mi vista, al instante
cayeron fofos una a cada lado de mi barbilla, le abrí la fresa de su embocadura
puse mis labios en su lubricado morro
sople aire, mil uno, mil dos mil tres, conté en el barranco que formaban sus
lácteas en el desfallecido pecho, alguien llamó al ciento doce, estuvimos
repitiendo la operación hasta que llegó la ambulancia, nos informo el médico
después de estabilizar a la mujerona, que sufría alguna especie de subida
súbita de glucosa, llevándola de nuestra vista, toda la tarde estuve intrigado,
y si la furtiva misiva fue a parar a monos de Matilda… el tiempo
dará de sí.
Noche del
día cuarto:
La calima
de una niebla osada se introdujo rodeando el catre de este iluso soñador, entre
la cual se dejó ver una figura de media melena, enjuta huesuda, con un salto de
cama diminuto diáfano de colorado, sus curvas diminutas, su cintura de avispa
su cadera consumida la mata de cerdas
inflando su intimidad, avanzó, salió de
la niebla, retiró el embozo se introdujo en el catre sobre mi inerte desnudez,
el peso, el peso no correspondía a tan cenceña rapaza, volví a abrir mis ojos
de avellana, vi a “Matilda” gorda, pesada, de lorza acumulada bajo sus ya
montañas conocidas, el bandullo cubría sus zancas hasta su rodilla, su grupa
evitaba que yo me moviese sentí una asfixia intensa un desasosiego calor, mucho calor y impotencia, un grito sonó
en la bruna oscuridad de la noche, la luz del reloj despertador marcaba las
cinco en punto, todo avía sido un sueño, tarde mucho en quedar dormido de nuevo,
serian ya las siete cuando la luz de la aurora entro en mis aposentos, la fresca
mañana, termino por llevarme de nuevo en brazos de Morfeo.
Desde aquellos
tristes días, de principios de mi legislatura anual, no se ha vuelto a saber,
ni de la muchacha del tercero, ni de “Matilda” solo mis recuerdos nublados, pudieron
imaginar una noche cena copiosa, de fiesta pagana, intuí que ambas eran la
misma, mi memoria ya me falla, o es que mis recuerdos añejos se nublan en la
distancia, o nunca existieron ninguna, quien sabe, sería el ánima de una hermosa
criatura venida de quien sabe donde para hacer el bien a este humilde servidor.
Hoy día
trescientos sesenta y cinco, me despido del cargo, dejando constancia de este
diario que pasare esta noche a la comunidad, sé que me tacharán de lunático,
pero me da igual, hoy dejo mi cargo, y siempre miraré la puerta de enfrente con
respeto, cariño y pícaro anhelo, por si vuelve ella, la enjuta, núbil, párvula,
sin más de todo corazón un abrazo al nuevo presidente.
Un saludo
de este de siempre y para siempre:
Hoy he
vuelto a soñar contigo, con ambas, no me importó cual de las dos fuera, sentí
la fresa carmesí de “Matilda” libando mi bolsa , un ápice lamiendo mi inflado mastelero,
poniendo un protector hurtado furtivamente a hurtadillas de una farmacia local,
soñé que mis mimos rozaban la nuca, por debajo la quejada, empezando un viaje
descendente me perdía entre montañas y valles, sin temer ya su proporción,
llegando furtivamente a la mata güera salobre,
mis mimos concentrados en santo lugar, mi humedad mojo el embozo, desperté, la
ducha me devolvió a mis quehaceres, volví a mirar tú puerta cerrada.
Hoy que
ya no puedo apuntar mis esperanzas en el diario de la presidencia, hoy mis
sueños solo serán para mi, “mí Tesoroooo”.
Javi.
J.r.f.