miércoles, 3 de junio de 2015


DIARIO DE UN PRESIDENTE:

 

Día primero, el gobierno del edificio este año recae en este humilde servidor:

Esta mañana me encontré con la vecina del tercero, no con la cuza testigo de Jehová, que cada vez que subo, a desempeñar mi oficio de presidente de la comunidad de vecinos, pone la oreja en la puerta, la muy cotilla, sino con la joven enjuta, de media melena, empezamos una plática, divertida, mis ojos color miel la recorrieron famélicos, ávidos de mucho tiempo de estío, lucía un top de tul, diminuto que cubría hábilmente sus  pequeñas protuberancias, los inhiestos bultitos bajo la tela  inflamados, como Victorino astado, me hicieron babear como caracol azorado , vague mi malicia  en el short, en su liso, triangulo invertido, el canalillo que lo dividía en dos mitades exactas, dando paso a un pernil frágil desnudo, acabado en unas playeras ámbar,  ella percatándose de mi vehemente examen contoneo la grupa de una manera sugestiva, alegando su prisa, bajé, a mi rellano, en el que me encontré a “Matilda” maldita, bendita criatura, los problemas son para ella su terapia,  nada que ver con la otra, podríamos decir que esta es ancha de huesos, su ciclópea humanidad, da de sí, si necesitas su ayuda, luciendo una derrama que deja ver  el enorme regato que cruza su pecho de norte a sur separa una ubre de proporción cómica, reforzada por vendajes antivuelco, que en estos días de calor dan una sensación de bochorno inmensa, tomamos café, le escudriñe la faz, chorreaba lubricante, rosa mosqueta me dijo sin preocuparse, es bueno para la cicatrización de heridas comentó sin más.

“Maldita matilda”, me bajo el libido, de mis sicalípticos  pensamientos, entré en la ducha, en el exterior la temperatura empezaba a refrescar, la lectura de aquella fábula de autora conocida me relajó, dormí, me prometí volver a subir por la mañana con cualquier escusa, al piso superior, evitando la vieja bruja, cotilla.

Día  segundo, misiva a la atención de la propietaria del tercero:

“Estimada vecina:

Hoy te escribo esta homilía, para poner en cuenta de tú sensato intelecto, los hechos a continuación relatados, mi atrevimiento que no es más que el fruto de la embriaguez   del alcohol de ingesta masiva de la noche pasada, por todo ello te diré, que   cuando te canses de él, (el cari), que te cansarás, sobre todo al tener en cuenta las desavenencias con la madre que lo pario, ya es voz populi en toda la aldea, sin más fruto de la embriaguez del saber que afloja el lenguaje de este pobre viejo burdo, que al parecer necesito de tú enjuta figura, frágil, de coqueta traviesa párvula, para levantar mi ya olvidado libídine, sabré recompensar con hechos tan osadas palabras”.

Después de lo cual metí mi azarosa escritura en un sobre, bajando a la planta principal del edificio, lo  introduje en la ranura del buzón correspondiente,  anheloso, esperanzado, iluso travieso, que sueña despierto.

Sin más quehaceres trascurrió el resto de la jornada, aquel caluroso día de junio  la temperatura llego a los treinta y tres grados centígrados.

Día tercero:

Hoy me encontré en el rellano con Matilda, me puso morritos, sus belfo de un carmín color cereza intenso, dibujó un pequeño corazoncito, a continuación me guiño un ojo de esos tan azulados que ella unta por encima de sus bermejas pestañas, pareciendo un pequeño lago.

Me hizo dudar, acaso mi epístola fue introducida por error de mi embriaguez en ranura de buzón equívoco, estando en eso Matilda puso los grandes ocelos en blanco, tal dos lunas llenas y su gran mole cayó al suelo, tan larga era, me abalicé sobre la inerte mole de carne desabroche la diáfana blusa, entre en mi cocina y con un pela patatas corté las cinchas que oprimían su pecho, al instante dos enormes montañas saltaron en mis narices, sus grandes halos castaños daban paso a unos sumisos penachos, a unos dos centímetros de mi vista, al instante cayeron fofos una a cada lado de mi barbilla, le abrí la fresa de su embocadura puse mis labios en su  lubricado morro sople aire, mil uno, mil dos mil tres, conté en el barranco que formaban sus lácteas en el desfallecido pecho, alguien llamó al ciento doce, estuvimos repitiendo la operación hasta que llegó la ambulancia, nos informo el médico después de estabilizar a la mujerona, que sufría alguna especie de subida súbita de glucosa, llevándola de nuestra vista, toda la tarde estuve intrigado, y si la furtiva  misiva  fue a parar a monos de Matilda… el tiempo dará de sí.

Noche del día cuarto:

La calima de una niebla osada se introdujo rodeando el catre de este iluso soñador, entre la cual se dejó ver una figura de media melena, enjuta huesuda, con un salto de cama diminuto diáfano de colorado, sus curvas diminutas, su cintura de avispa su cadera consumida  la mata de cerdas inflando su intimidad, avanzó,  salió de la niebla, retiró el embozo se introdujo en el catre sobre mi inerte desnudez, el peso, el peso no correspondía a tan cenceña rapaza, volví a abrir mis ojos de avellana, vi a “Matilda” gorda, pesada, de lorza acumulada bajo sus ya montañas conocidas, el bandullo cubría sus zancas hasta su rodilla, su grupa evitaba que yo me moviese sentí una asfixia  intensa un desasosiego  calor, mucho calor y impotencia, un grito sonó en la bruna oscuridad de la noche, la luz del reloj despertador marcaba las cinco en punto, todo avía sido un sueño, tarde mucho en quedar dormido de nuevo, serian ya las siete cuando la luz de la aurora entro en mis aposentos, la fresca mañana, termino por llevarme de nuevo en brazos de Morfeo.

Desde aquellos tristes días, de principios de mi legislatura anual, no se ha vuelto a saber, ni de la muchacha del tercero, ni de “Matilda” solo mis recuerdos nublados, pudieron imaginar una noche cena copiosa, de fiesta pagana, intuí que ambas eran la misma, mi memoria ya me falla, o es que mis recuerdos añejos se nublan en la distancia, o nunca existieron ninguna, quien sabe, sería el ánima   de una hermosa criatura venida de quien sabe donde para hacer el bien a este humilde servidor.

Hoy día trescientos sesenta y cinco, me despido del cargo, dejando constancia de este diario que pasare esta noche a la comunidad, sé que me tacharán de lunático, pero me da igual, hoy dejo mi cargo, y siempre miraré la puerta de enfrente con respeto, cariño y pícaro anhelo, por si vuelve ella, la enjuta, núbil, párvula, sin más de todo corazón un abrazo al nuevo presidente.

Un saludo de este de siempre y para siempre:

Hoy he vuelto a soñar contigo, con ambas, no me importó cual de las dos fuera, sentí la fresa carmesí de “Matilda” libando mi bolsa , un ápice lamiendo mi inflado mastelero, poniendo un protector hurtado furtivamente a hurtadillas de una farmacia local, soñé que mis mimos rozaban la nuca, por debajo la quejada, empezando un viaje descendente me perdía entre montañas y valles, sin temer ya su proporción, llegando furtivamente a la mata güera  salobre, mis mimos concentrados en santo lugar, mi humedad mojo el embozo, desperté, la ducha me devolvió a mis quehaceres, volví a mirar tú puerta cerrada.

Hoy que ya no puedo apuntar mis esperanzas en el diario de la presidencia, hoy mis sueños solo serán para mi, “mí Tesoroooo”.



Javi.

J.r.f.