viernes, 23 de octubre de 2015

SONETOII:
Yermo  aguardo de aliento,
Impasible túmulo excelso,
De la  sufrida esperanza,
Del embozo del  aprecio,
Que vela sueños vedados,
Velos rasgados de antaño,  
Para siempre recordados.
Resignado el amante que avizora,
La pertinente arrapieza,
Sin importarle las horas,
Soñando siempre con ella.
Soneto yermo de aguardo,
Helada espera esperando,

A la zagala bermeja.

viernes, 9 de octubre de 2015


DÍAS DE PESCA:

El impúber zagal jugueteaba en el tálamo de la vertiente los cadozos atrapados en el estío, plagados  de peces, oficio que el progenitor animoso garlito en ristre, oficiaba sin darle tregua al hambre campante en la ralea, el hilo del regato comenzó a dilatar su balumba, ellos ajenos siguieron pescando.

Desde la cabina, el subalterno, guimbalete en mano controlaba la efusión, ladino  intento de sembrar  desasosiego, que el albur siempre retozón cimbró, el parásito inhabilito la diestra del subalterno por tiempo nimio, el efluvio torrente impelió no más de unos segundos, volviendo a poner el degolladero del tablacho, mirando con recelo por la ventana del  abismo, no vio a nadie, encendió un  chiflo, relajando sus ímpetus.

La luna llena con su luz exangüe, iluminaba la depresión, los espacios nublosos de fuliginosas sombras, donde la luz del satélite no llegaba daba a la búsqueda de la yunta de pescadores un halo de sobria angustia contenida por los allí presentes, las piedras de granito lúcido lucían bajo los plateados rayos de la cenicienta diana, las candelas, hachones de la concurrencia iluminaban resquicios del regato, donde aparecieron los achiperres del oficio de la pesca, el experimentado ascendiente plañía con un cuerpo de lóbregos presagios, un bulto oscuro inerte, flácido entre los fornidos brazos de aquel aguerrido hombre, el personal alumbró  la escena de aquel coliseo, la muchedumbre tácita, sosegada en señal de duelo, las sonajas de la aldea contigua, esa noche doblaron, la procesión de cofrades trayendo en las andas el frío finado cuerpo  del zagal, para  congoja de la vecindad, toda la población salió a recibir al interfecto infante, “todos no” él, el hacedor de la catástrofe embriagado, dormía la moña plácidamente, la noche dio paso al aurora, llovía, el quebranto del cielo, plañendo por el infante abrumó a los oficiantes del sepelio, el chiquillo tenia doce años.

La calígine del camposanto, cubría el  herbaje  de un relente perlado de canelón gotas cristalizadas de virutas coaguladas en el moreno mostacho del patriarca de un negro enlutado riguroso, arrodillado frente al túmulo del rapaz, plañía sin consuelo. Tres calles más arriba mirando a poniente, él, el súbdito imprudente, tomaba  como de costumbre el café en la cantina preferida de este, aquel día por segunda vez en aquel mes vago, la bruna dama, ciño su guadaña en la figura de un mortal, el destino quiso que se encontraran frente a frente los dos hombres, el ascendente triste con su bigote azabache con sus témpanos bajo una nariz que exhalaba vaho, con el descuidado  hacedor de la tragedia, avanzó sigiloso, la transpiración de su piel subió la temperatura bajo su abrigo de pelo tostado   saco el alfanje del bolsillo y con mano diestra segó la vida del patán.

Después  treinta años después de los hechos fui a ver al anciano al presidio,  el longevo de pelo novio, ya sin luz en los ocelos, dos moras que en tiempos pretéritos fuesen dos luceros ya no reían,  la luz apagada de sus pupilas y sus pintas violáceas, sus bolsas húmedas los surcos de unas arrugas que cruzaban el ducho pellejo de su faz. El cuarto oscuro de olor penetrante a desinfectante, entró en mi nariz inexperta, haciéndome recordar mí tiempo en la milicia, allá en tierras castellanas, la enjalma sobre un catre a la derecha de la celda, nos hizo las veces de sofá, la taza del servicio sin tapadera, negra ya por el tiempo y el uso observaba inerte nuestra platica mañanera, el hombre narraba el hecho de que muy pronto saldría de aquel que fue su hogar en los últimos tiempos, ya no abominaba al bruto brusco que antaño fue el causante de tanto dolor, en ese momento, en paz con su serena ánima, solo esperaba la pronta libertad.

Hoy al mirar el buzón recibí una carta, una  epístola que anunciaba la esquela, el epigrama, del ya libre rancio compadre, salí en pos de noticias, llegando con más gente a la pared, sobre el antepecho sobre el vacio, de la evacuación maléfica, sentado justo sobre la corriente del liquido elemento, nada más otear nuestra proximidad saltó, el flujo de aguas turbulentas se llevó su vida, en un salto de noventa metros, todo comenzó de nuevo hoy también hay luna llena…

NOTA DEL AUTOR:

Este espejismo,  ilusión de un sueño nocturno, está novelada, pues fue concebida, en una pesadilla con hechos atroces que di por no actos, hechos que helaban la sangre, en mi libre acción de   escribidor velé tales hechos, de película,  desasosiego de necios, ciñéndome solo a los hechos, más o menos narrativos de la historia, mi alucinación siempre en blanco y negro, oscura, representada por actores iluminados siempre por luz eléctrica, finalizó de golpe, serian las ocho de la mañana, sabiendo lo cual cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, no le des más vueltas.
J.R.F.