DÍAS DE
PESCA:
El
impúber zagal jugueteaba en el tálamo de la vertiente los cadozos atrapados en
el estío, plagados de peces, oficio que
el progenitor animoso garlito en ristre, oficiaba sin darle tregua al hambre
campante en la ralea, el hilo del regato comenzó a dilatar su balumba, ellos
ajenos siguieron pescando.
Desde
la cabina, el subalterno, guimbalete en mano controlaba la efusión, ladino intento de sembrar desasosiego, que el albur siempre retozón
cimbró, el parásito inhabilito la diestra del subalterno por tiempo nimio, el
efluvio torrente impelió no más de unos segundos, volviendo a poner el
degolladero del tablacho, mirando con recelo por la ventana del abismo, no vio a nadie, encendió un chiflo, relajando sus ímpetus.
La luna
llena con su luz exangüe, iluminaba la depresión, los espacios nublosos de
fuliginosas sombras, donde la luz del satélite no llegaba daba a la búsqueda de
la yunta de pescadores un halo de sobria angustia contenida por los allí
presentes, las piedras de granito lúcido lucían bajo los plateados rayos de la
cenicienta diana, las candelas, hachones de la concurrencia iluminaban
resquicios del regato, donde aparecieron los achiperres del oficio de la pesca,
el experimentado ascendiente plañía con un cuerpo de lóbregos presagios, un
bulto oscuro inerte, flácido entre los fornidos brazos de aquel aguerrido
hombre, el personal alumbró la escena de
aquel coliseo, la muchedumbre tácita, sosegada en señal de duelo, las sonajas
de la aldea contigua, esa noche doblaron, la procesión de cofrades trayendo en
las andas el frío finado cuerpo del
zagal, para congoja de la vecindad, toda
la población salió a recibir al interfecto infante, “todos no” él, el hacedor
de la catástrofe embriagado, dormía la moña plácidamente, la noche dio paso al
aurora, llovía, el quebranto del cielo, plañendo por el infante abrumó a los
oficiantes del sepelio, el chiquillo tenia doce años.
La
calígine del camposanto, cubría el
herbaje de un relente perlado de
canelón gotas cristalizadas de virutas coaguladas en el moreno mostacho del
patriarca de un negro enlutado riguroso, arrodillado frente al túmulo del
rapaz, plañía sin consuelo. Tres calles más arriba mirando a poniente, él, el
súbdito imprudente, tomaba como de
costumbre el café en la cantina preferida de este, aquel día por segunda vez en
aquel mes vago, la bruna dama, ciño su guadaña en la figura de un mortal, el
destino quiso que se encontraran frente a frente los dos hombres, el ascendente
triste con su bigote azabache con sus témpanos bajo una nariz que exhalaba
vaho, con el descuidado hacedor de la
tragedia, avanzó sigiloso, la transpiración de su piel subió la temperatura
bajo su abrigo de pelo tostado saco el
alfanje del bolsillo y con mano diestra segó la vida del patán.
Después
treinta años después de los hechos fui a
ver al anciano al presidio, el longevo
de pelo novio, ya sin luz en los ocelos, dos moras que en tiempos pretéritos fuesen
dos luceros ya no reían, la luz apagada
de sus pupilas y sus pintas violáceas, sus bolsas húmedas los surcos de unas
arrugas que cruzaban el ducho pellejo de su faz. El cuarto oscuro de olor penetrante
a desinfectante, entró en mi nariz inexperta, haciéndome recordar mí tiempo en
la milicia, allá en tierras castellanas, la enjalma sobre un catre a la derecha
de la celda, nos hizo las veces de sofá, la taza del servicio sin tapadera,
negra ya por el tiempo y el uso observaba inerte nuestra platica mañanera, el
hombre narraba el hecho de que muy pronto saldría de aquel que fue su hogar en
los últimos tiempos, ya no abominaba al bruto brusco que antaño fue el causante
de tanto dolor, en ese momento, en paz con su serena ánima, solo esperaba la
pronta libertad.
Hoy al
mirar el buzón recibí una carta, una epístola
que anunciaba la esquela, el epigrama, del ya libre rancio compadre, salí en
pos de noticias, llegando con más gente a la pared, sobre el antepecho sobre el
vacio, de la evacuación maléfica, sentado justo sobre la corriente del liquido
elemento, nada más otear nuestra proximidad saltó, el flujo de aguas
turbulentas se llevó su vida, en un salto de noventa metros, todo comenzó de nuevo
hoy también hay luna llena…
NOTA
DEL AUTOR:
Este espejismo,
ilusión de un sueño nocturno, está
novelada, pues fue concebida, en una pesadilla con hechos atroces que di por no
actos, hechos que helaban la sangre, en mi libre acción de escribidor
velé tales hechos, de película, desasosiego
de necios, ciñéndome solo a los hechos, más o menos narrativos de la historia,
mi alucinación siempre en blanco y negro, oscura, representada por actores
iluminados siempre por luz eléctrica, finalizó de golpe, serian las ocho de la
mañana, sabiendo lo cual cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia,
no le des más vueltas.
J.R.F.