miércoles, 18 de noviembre de 2015

Eme aquí un dilema me atañe, siendo nublado de mente, el porqué de lo ocurrido, hoy hurgando en el olvido de un tiempo pasado ya antaño.
Más triste me hallo lloroso, dilema tal me acongoja, una amiga, y la otra “loca”, dulce, mi querida idolatrada, yo ingenuo me hallo en la inopia, me intriga la pendencia establecida, que hechos  sandeces o soeces llevan a tanta desazón, siendo vuestras hazañas los jueces.
No entiendo, ido me hallo, la una “loca” cuerda la otra, disputa tal me acongoja.
Yo ingenuo, idealista me hallo alcahuete sin saber a qué palo he de volver como puta por rastrojo.
Demente la una, la otra idiota, la una mi utopía, la otra amante velada, me siento entre dos frentes, sin saber a qué corriente vele mi alma cansada.
Que si la una alucina, con sus cosas matutinas, la otra torpe que enviste a capa tan poco propia que teniéndola una “loca” embiste cual Victorino.
Nada más me despido presto, sin que me halle tranquilo, si hay alguien que entienda lo escrito, me lo esplique y yo tan fresco hago un croquis del escrito.
Un saludo a los lectores y hasta otra, compañeros.

Javi.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

MEMORIA DE UN DESMEMORE:
Mísera misiva que araña renglones disléxicos de mano temblorosa, trozo de ánimo manuscrito aliento  vomitado en tinta azul de bolígrafo añejo, símbolos arañados en níveo folio de papel , palpito de armonio latente, espectro de un pasado antaño olvidado, fábula arácnida de meretriz gustosa, no solventada, epístola incierta que no supe atesorar, pérdida de trozo de aliento de pobre, burdo ,bruto, disléxico,  que  cuenta con que le facilites una ofrendada jácara, arañón en su tela, esperando alada presa,  yo mientras espero resuelto, mientras que con  amor plaño lagrimas salobres que empapan símbolos arañados en papel níveo  con mano temblorosa, luego aroma a mar  facturado en manos del destino, mimo del pasado  perspectiva albergada  en el futuro.
Hoy te escribo esta homilía, para poner en cuenta de tú sensato intelecto, los hechos a continuación relatados, mi atrevimiento que no es más que el fruto de la embriaguez   del alcohol de ingesta masiva de la noche pasada, por todo ello te diré, que   cuando te canses de él, (el cari), que te cansarás, sobre todo al tener en cuenta las desavenencias con la madre que lo pario, ya es voz populi en toda la aldea, sin más fruto de la embriaguez del saber que afloja la locución de este pobre viejo burdo, que al parecer necesito de tú enjuta figura, frágil, de coqueta traviesa párvula, para levantar mi ya olvidado libídine, sabré recompensar con hechos tan osadas palabras”.
Esta historia es una historia que alguien me conto en una barra de un bar,  un pueblo perdido en el noroeste de la península, una aldea castellana en medio del calor estival sofocado a tragos de cerveza.
El embozo áspero de lino blanco cubría las zancas de la zagala.
La bermeja mata del triangulo de su cuadril ensortijado, cubierto de la minúscula prenda translucida, dejaba entrever, el abultamiento de su belfo intrínseco.
El insecto introdujo su aguzado aguijón, en la mucosa salobre y libo el néctar, dejando allí su mortecina simiente,  justo en el centro de la flor carmesí de la doncella, despertándola presto, por el calvario.
Pasaron dos días, y el níveo flujo de la pústula  que corría por  su intimidad fue aliviado por aquel amigo de antaño, lavando la rosa de Alejandría, con delicada ternura.
En un instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo, el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con su triangulo superior  de aquel bermejo cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso flujo daba paso    a una película translucida  granate, la linfa del  salobre  flujo.
El rasurado de un par de días, dejaba entrever bajo la diáfana prenda, una cerda  diminuta, de un color escarlata , se intuía la asperidad del cepillo carnoso en forma de triangulo, triangulo equilátero de vértice discrepante , el espejo trajo también a mis ojos, un sostén de encaje del mismo color, dos  insignificantes carnosidades, que cupiesen en el hueco de una mano normal de alguien interesado en el oficio del exploto, dos aureolas se vislumbraban en el centro debajo del calado de las puntillas, el catre cubierto con una manta de lana colchonera, de un equipo de futbol famoso, sujetaba mis rabeles mientras la hembra, daba por finalizado su ritual de limpieza de un cutis pecoso, de nariz puntiaguda, los ojos de la zagala encarnados por el plañido anterior, al recordar , como él,  la había aliviado con sumo cuidado, el pequeño albañal situado entre sus lactas se agrandó con un hipo, de desconsolado suspiro, en el pequeño cuarto ambarino.
Lívido, famélico, ávido de libídine, liviano pase las horas diurnas anhelando aquel ocaso que por alguna razón no acababa de llegar.
Aquel día de principios de septiembre,  por fin después de unos días de asueto, en la que la vi dos veces en jornadas sucesivas pretéritas a la fecha señalada, digo, la temperatura al sol, era elevada, cuando, con un único, de saya nimia,  abrochado por su parte trasera, de color azabache, llamó a mi portero automático, yo que en dicha circunstancia a esas horas de la mañana, me paseo solo con lo que el pundonor de personas augustas llamarían sicalíptico, abrí a  la párvula güera, temblaba,   su hipo miasma de desdicha mi morada, la acompañe en un reflejo iluso a mi alcoba, sobre el catre, libe el néctar salobre de sus ocelos añiles, mime con mimo su plañido aleatorio, los ósculos sobre el cuello, resbalaron  una derrama amplia, con el albañal central prieto por un sostén nimio de encaje escarlata , sobre un lado de la cámara, tirando de la cremallera, se mostró delante de mi atisbo una prenda diáfana, de puntilla nívea, el plañido de la zagala pasó en pocos minutos a estertores entre mis manos ilusas, al tacto de su corta crin sedosa, que daba paso  al belfo carmesí de su pernil íntimo, todo fue como un brindis en navidad, la efervescencia se desbordó por todas partes, pero al cabo de la mañana la zagala blonda ya reía, La flor de la canela, manantial de néctar del que bebí insaciablemente, esencias afrutadas, fuente ilusa, se abrió dejando sus pétalos al  alcance de mi belfo, sorbiendo su néctar y colmando todo su ser de besos.

Pasado un tiempo, no nos importó que Maribel, nos observara, , salió discretamente de la casa aquella lluviosa tarde de noviembre, para que la  pareja de maduros amigos, deshiciesen el tálamo, la lluvia tras los cristales empañados golpeaba rítmicamente al compas de los envites de los dos cuerpos yermos de edad incierta, los mimos en el lóbulo  empapado ,de la  meretriz  impronta  de la doncella los nimbos henchidos, de los penachos de sus senos, al ser atajados  por las desabridas de estas  manos ,quedando expuestos a mis ojos color avellana, como si fuesen riendas invisibles de aquel galope irregular, los  dos húmedos   cuerpos, pujando  encima el desdichado jergón llegando  al apogeo, la nívea linfa del Príapo incido de macho, irradiada en el espinazo de la fémina, erro rumbo al bandullo de la hembra jadeante.
 Maribel, empapada por la lluvia y  muerta de frio, regresó no sin antes dar un tiempo prudente,  media hora, que a su entender era lapso  suficiente para que  la yunta de sicalípticos   y veteranos  amigos hubiese terminado de amarse.
Nos pillo sudorosos, pero no dijo ninguna observación, la tarde siguió sin más novedad.

Hoy al volver a evocar los resonancias de los andares de aquel día, la aldea no parece la misma, hoy la niebla nubla las casas de piedra y adobe, la humedad y el frío anidan  recuerdos sombríos, anhelando que pase el invierno para poder disfrutar quien sabe si de su favor, implorando  de que su inadvertencia no olvide mis mimos, ya añejos en mi ilusión.
La homilía garabateada en este folio, es mi quebranto, anhelo embriagado de  recuerdos preñados de ilusiones rotas…
“O no”.
NOTA DEL AUTOR:
Este relato tiene alguna de mis recitas, fábulas de mi intelecto, cualquier parecido a situaciones reales es mera coincidencia, no le des más vueltas, no tiene sentido.

J.R.F.

lunes, 9 de noviembre de 2015

EL MERCADER DE VENECIA:
Noche tras noche me acuesto,
Pensando en la doncella bermeja,
Tomo lápiz y comento, la utópica ilusión
Sobre pliego añejo rasgueo mi dictamen
Pero luego me arrepiento,
Pues hay otro que la quiere,
Y si a Otelo le paso,
Que celoso se volvió, regicida de su amor.
Lúcida tras la aurora, el lienzo lúcido
Embebido de trincheras escarlatas,
Yacía tras la aurora, desagraviada
La doncella pernoctaba.
Bruno, antojo de desdicha,
Fuliginoso azabache el hallazgo,
Dudas suspicaces, cabilas especuladas malditas
Surcos que hienden el lino,
Tiñendo de púrpura la  alborada.
En brazos de Morfeo fue hallada,
La execración de un ingrato emponzoño
El querer del que la pretendió,
Rondando noche tras noche el amor
Ponzoña vil del amigo,
Al que nubla la ambición,
Que no tuvo corazón,
Presentando lo hipotético.
La descubrió la aurora fría,
Cándida sobre el cobertor,
Anemia de expiación  expiada,
De hombre escamado postrado,
A los pies de la difunta,
Gimiendo, plañendo y sufriendo,
Enloquecido frenético roto,
Agonizó  sobre ella en aquel día,
El día que mataron su amor.
Nada más os digo adiós,
Y con esto me despido,
Tener cuidado por favor de aquellos falsos amigos.

J.R.F.

jueves, 5 de noviembre de 2015

EL AGUARDO:
Velado en la aurora, circunspecto al acecho prorrogo de alba nublada de mollina tenue, que mojaba distraídamente al interpelado expectante, barrunto de impaciencia ancestral de tradición añeja, de ralea pretérita, él sigiloso tras la retama aguardaba la ocasión aquel día de difuntos, la húmeda binza impregnaba su catadura sutilmente, una desvanecida  limpidez se extendía ante él, se alentaba tufo a herrumbre rancia de líquenes  marchitos de principios de otoño, fetideces que acostumbraba a ventear siendo un párvulo de manos de su ancestro, cuando llego de la urbe lúcida, el murmullo del regato, arrullaba su oído, trasladándole a su primer contacto con aquella acuarela, hoy matizada de ambarinos colores, su imaginación caminaba de la mano de su antecesor que le contaba hablillas mientras le enseñaba a vislumbrar los quebrantos calcados en la húmeda fronda ,hechos que de no haber exánime  hoy y siendo la conmemoración de todos los extintos , podría acrecentar su acopio de cognición notoria, la situación permuta, de tiempo presente, de percepción de lance anuncio la inmediatez de la presa, la silueta difusa saltó tras la acuosa visión, la carabina bramo una sola vez, la cuita del hallazgo del tuso, bruno novicio maldito, detractado mil veces aforismo de encantada nigromancia , pálido asió al interfecto can de ocelos vahídos, uno de ellos sobre la ruginosa pradera vapor de un vaho púrpura,  que empapaba la morfología de la escena, plañido del ser sobre el compañero exánime, el ejido iluminado por una cana luz iluminó el cuadro, el halito de desagüe dama, acompañada de un frío  glaciar, vestida de hábito de óbito,    puso su diestra sobre el desgraciado, tomando de su mano el hirsuto  camarada extinto, el palpito de su ser fue laureado  con un ladrido, noche de ánimas de jácaras que ahuyentan a niños que en ese día se reúnen ante un pote de castañas en una lumbre, refranes de rancias abuelas que quien sabe yo soñaré con el lance perfecto, aquel que me lleve a la gloria, saliendo a la aurora mañana temprano, cuando el orto no raye el cotorro del horizonte, entonces ya estaré detrás de la retama apostado.
Mujer, no creas en falaces dijes de viejas, nadie ha corroborado el hecho de ánimas bajo un estado sobrio, siempre hay un halo de embriaguez en los hechos narrados, ebriedad de la razón nublada por el amor a la persona exánime, visiones de difícil solvencia, jácaras para que los niños vayan a dormir temprano.
NOTA DEL AUTOR:
Todo lo anteriormente narrado, no pretende influir en las creencias de nadie, solo es una fábula inventada, que nadie se pretenda dar por aludido, aunque mi agnosticismo siempre campará por derroteros prosaicos, no quiero inmiscuirme en más el que quiera entender que entienda.

J.R.F.  

martes, 3 de noviembre de 2015

Vista la necrópolis desde la cantera próxima, daba la impresión de una ciudad de edificios blancos enanos, sus filas rectangulares, formaban calles perfectas ubicadas todas de norte a sur, la ventana, del comedor situado a la misma altura de esta, dejaba ver por su lucerna de poniente, la queda urbe de silencio, los comensales ya acostumbrados a tan singular paisaje, comían el estofado que la asociación daba gratis a todo el  que aquel día fuese, sin necesidad de ser socio, la fiesta postrera duró más de lo esperado, saliendo un servidor y los demás miembros de la junta directiva ya con el sol expuesto, la trayectoria desde el comedor a la localidad, pasaba a través de la vieja cantera, por su camino de acantilados múltiples, pozos insondables hoy llenos de cangrejos en sus ahogados fondos, bajando al regato, donde un puente antiguo, hecho por los hombres de antaño ya en tiempos pretéritos, daba paso a una calzada que pasaba por la puerta del camposanto, tapado con un tapabocas de pelo azabache, me dirigí  por ese camino, que inusualmente tomé ese día, pues normalmente mis pasos caminaban por el camino del sur, mucho más recto.
La aurea ánima vino a mí entre la fosca niebla, el tálamo cetrino, de abrojos glauco en otro tiempo, esa noche,  plenilunio bruñido de aljófar níveo, tras la pared de adobe, el silencio del paso acompasado del espectro, ánima expiación de extintos, diva  exangüe de mi juicio, vino a mí hendiendo filas de pequeños cotorros orientados de levante a poniente,  su sudario de lino habito de óbito, vino a mí, con un ósculo de belfo frío, posó su hocico  sobre mi bembo, prendando entumecido mi ser, sus ocelos océanos añiles sonreirán, luego un ruido de una puerta herrumbrosa sonó lejana, y la aparición se confundió en la cenceña, la campana dio las doce, la procesión empezó a su hora, la hilera de candelas remontaba la cuesta desde la fontana, los difuntos tendrían compañía un año más.

La utópica visión difusa de la moza, nublada en la bruna noche de occisa celebración, ánima cándida, de nívea  tez, cuerpo difuso entre la niebla de la modorra de mi ensoñación, magnolia viscosa derrama de linfa sobre cobijo de gardenias pálidas, picachos nimbos zainos de inhiestos penachos, sobre el que vertí  láctico fluido, natilla de mi necia estima, narcosis parida de la etílica acción del alcohol, lóbrega   velada que alimenta el  hechizo  de la noche de exánimes queridos, antaño olvidados, solo recordados para brindis ociosos, de cenáculos privados, tú volviste a mí esa noche, yo yací contigo volvimos a tiempos pretéritos, hoy creo que el advenimiento de tu humor, sobre mi anatomía, tantas veces realizado en anales históricos, pretéritos perfectos ya casi olvidados ayer apareciste entre calabazas sonrientes, volvimos a festejar la fiesta, mañana te seguiré hasta báratro azabache si tú me lo pidieras, ayer me amaste en mi quimérica embriaguez  viví tu corpóreo néctar, olor a vida,” mi vida”,  aromas al recuerdo de pretéritos tiempos añejos, ósculos en días de difuntos, aromas a flores enturbiaron mi alcoba te eche de menos regresa a mi lecho, enjalma cálida que te esperará siempre, ayer regresaste a mí una noche  más.

J.R.F.