jueves, 19 de abril de 2012


LEYENDA DEL TIO TERRÓN:
A lo largo de los años los científicos han creído que este hecho era una curiosidad histórica. Después de muchos años de investigación, se descubre la verdad, una verdad tan antigua como poderosa que podría revelar el funesto destino en aquel pueblo del noroeste peninsular. Un antiguo rompecabezas, encontrado desimanado por todo el término municipal, los secretos de los orígenes de toda la humanidad, están por fin al alcance de todos, esperando a que sean revelados, cuando ocurre lo inesperado.
Una conspiración que ofrece una pista. De un misterio milenario, lo que aquel hombre que le compro la casa a Paulo Terrón, encontró debajo de una pared de adobe, que decía en lengua latina:
“Ocultis perccata interitum december duo milia et duodecim”.
Aquellos reptiles gigantes ajenos a la tragedia que se les avecinaba, pastaban unos, y otros esperaban algún descuido de los primeros, por ver si alguno se descuidaba y poder comérselo,  lo normal en aquellos tiempos.
La gran bola de fuego, entro de oeste a este, impactando en el lugar que hoy en día se conoce como “Tironianito” poco a poco fue abriendo el suelo en canal en dirección este, “Hspinico“provocando un cataclismo acompañado de un terremoto de trece grados creando la falla.
Día uno de diciembre del dos mil once, aquella mañana nevaba, Roberto saco su cámara de video, y acompañado por un pariente, primo segundo,  se acercaron solo por curiosidad con las directrices que le había facilitado el libro encontrado años atrás en la casa de Terrón, a la susodicha falla.
Al llegar a la peña denominada “Del Sombrero”, donde anidaban algunos buitres, reataron por  la cueva que le marcaba el libro.
Gracias a la antorcha de la cámara pudieron ver los murciélagos gigantes colgados cabeza abajo del techo de la cueva, el suelo inclinado primero al sur, rápidamente giraba al este siempre en un descenso prolongado, para su sorpresa, cuando llevaban una media hora caminando por la oscuridad, encontraron unos escalones que se profundizaban aun más en la tierra,  Roberto dijo a su primo, “Tenemos que salir pues la batería no nos da para más”.
Regresaron el día seis de diciembre con un generador, y aproximadamente dos mil metros de cable, encendieron la máquina a la entrada y fueron soltando cable cuesta abajo, pero el cable solo llego al principio de los escalones ya vistos por ellos, lo que no habían visto, fue la inscripción en un arco de mediopañito que decía en lengua latina:
“De caelo tantum molestus et si excitatus”.
El día uno de enero del año entrante Roberto trajo de Madrid, un generador de corriente eléctrica, con unas pilas Subatómicas que daban luz  a dos lámparas del tipo Lens para cerca de un millón de horas cada una.
Volviendo al agujero bajaron ya acompañados de una cuadrilla de jóvenes curiosos de la localidad.
Cuando llevaban unos seiscientos escalones bajados,   la sala que se les abrió ante ellos era enorme, en el medio un artilugio de doscientos metros esférico, negro, quemado por haber entrado a gran velocidad en la atmósfera terrestre, a su lado un pequeño templete con tres sarcófagos de piedra, en sus tapaderas unos cuerpos  hechos de piedra, y en los pies decía una inscripción:
“Signum orion erit non  facere is quia ven”.
Pero el traductor Google que llevábamos, tardo demasiado en facilitarnos la respuesta y un joven que nos acompañaba toco con su palma abierta en lo que al parecer era una huella de tres dedos, abiertos y en una pantalla situada en la parte derecha que se ilumino se podía leer: 
“trescentis triginta tribus diebus sese countdwn dissispent”.
Aquel día de diciembre del dos mil doce, la luna, llena, roja, una estrella en el lado izquierdo de la era, cada vez se podía ver más grande. De repente un terremoto de nueve grados y un fogonazo procedente de la  cueva fulminó a la estrella que en aquel momento parecía ya como un sol de grande, a los dos días los pedazos de metal incandescente cayeron por todo el globo, provocando tsunamis terremotos e incendios. Pero en general los daños fueron mínimos, la cueva quedo destrozada por el lanzamiento del rayo de energía.
Estando Roberto con su primo en la era mirando otra vez las estrellas aquel trece de diciembre del dos mil trece, una  luz emitida por la tercer estrella de Orión, se acerco velozmente y a los pocos segundos una nave aterrizo en aquella era un ser de una altura de aproximadamente dos metros con unas manos de tres dedos cada una le dio al primo de Roberto un libro haciéndole entender que nunca debía de ser encontrado por manos profanas, dicho lo cual se profundizó en la tierra. Rellenando todos loa habitantes de aquel pueblo el hueco dejado por la nave.
A los pocos años, el sol cambio de plano en el firmamento, los hombres tuvieron que aprender a vivir en su nueva ubicación en el sistema solar. Pero esa ya es otra historia…

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