miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mi mejor amigo:
Me dispongo a salir yo solo, al monte, es el ocho de diciembre lunes del año dos mil treinta y uno, en este momento tengo sesenta y cinco años, la mañana fría, nublada, serian las siete y treinta minutos siempre en tiempo solar, calenté un café en el viejo pote portugués de medio litro de capacidad, lo teñí con una pequeña cantidad de leche de aquella marca tan conocida que llevaba, los mismos años envasando leche que yo tenia de existencia, lo regué con un chorro abundante de aguardiente u orujo, que lo aromatizó con un sabor afrutado.
Arranque el viejo tractor azul, previamente avía sacado de aquel garaje-trastero, el remolque pequeño, ya que el grande solo lo empleaba para recoger el abono en el verano, y la leña en el invierno.
Los perros saltaron automáticamente en el interior de dicho remolque, conduciéndolo hasta la puerta que situada al este de la vivienda daba a aquella carretera que unía la población con la autovía  A11.
Tome dirección norte después de cerrar la puerta con lleve, que distinto de aquellos años de mi juventud, que las puertas tenían “postigos” (cada una de las muertecillas o tableros  sujetos con bisagras a un marco de una puerta).
La velocidad media de diez kilómetros hora, me acercaron en un periquete al lugar donde decidí ponerme a cazar.
Lance para arriba lance para abajo,  a la hora de la comida llevaba dos conejos apielgados.
Como avía comido en la parte derecha de la falla, que en aquel lugar transcurría de este a oeste me dirigí hacia el sol, serian las dos de la tarde hora solar, y en aquel monte de retamas y/o escobas, en un momento dado salto un raposo, tardando un total de hora y media en poderlo abatir, en aquel cortafuegos, pero el animal no quedo muerto en él, pues a unos cuarenta metros le dieron alcance dos de los tres perros machos, cuando llegue al animal era una alforja,   (tira de tela que se dobla por la mitad formando dos bolsas grandes y cuadradas que sirven para transportar una carga).
Volviendo a pasar por el monte de retamas, me situé en  la cúspide de la ladera oeste de aquella vaguada, (parte mas onda de un valle por donde discurren las corrientes naturales), que situada de sur a norte, vertía las aguas en el pantano.
En aquel momento la perra vieja ladro, un ladrido frió,  y a los diez minutos  otro,  luego los ladridos fueron acortando el espacio en el tiempo, primero cinco minutos, luego minuto y medio hasta que de repente fueron tan seguidos que no daba tiempo a medir el intervalo de los mismos, los compañeros de la perra vieja, salieron tras la pieza y este que os cuenta la historia se preparo, escopeta en ristre, pero el astuto animal el muy zorro al llegar a la esquina del cortafuegos con aquella tierra  desbrozada, asomo la cabeza despacio, con picardía, localizando a este humilde cazador en la parte derecha del mismo, el disparo sonó, la explosión del cartucho de treinta y seis gramos sonó fuerte y el animal se dejo de ver, pero los perros salieron tras el otras dos horas llegando a la puesta de sol serian las seis de la tarde hora solar.
La noche después de llegar a casa, y echarle una lata de croquetas de pienso de alto rendimiento a queda una de los animales, incluyendo a los cachorros, transcurrió, normalmente, después de cenar este contador de historias, viendo aquel programa de imitaciones de cantantes que emitían por televisión, tomo un cubalibre “casero” marcho para la cama, seria la una y treinta minutos, empezaba a llover tímidamente.
Los sueños, unos tras otros fueron viniendo a mi mente, la lluvia arreciaba, la garganta se secaba, y el agua siempre al lado de la mesita de noche, menguaba de  volumen, y se repetían los sueños, demonios, monstruos, bichos de siete cabezas, en aquellos momentos todo lo atribuí al alcohol,  “Iluso de mi”, de pronto él tiro de mi, lo vi en la penumbra, canelo, venia a mi y me tocaba aquel palmo de cola que tenia, alegre y contento, diciéndome con sus saltos cómicos,  que lo siguiera, me vi tumbado en aquella habitación,  situada al oeste de la pequeña casa, deje el cuerpo, mi cuerpo, y abandone la habitación, nos dirigimos al servicio, me asome por la ventana y de pronto lo vi todo claro, como de una película de cine en “cámara lenta” se tratase recorrí el espacio en dirección contraria asta que mi mente y mi cuerpo se volvieron a encontrar.
Y de repente lo oí, ladraba en intervalos de tres ladridos, con un tiempo de unos dos minutos, me vestí, y me dirigí asta el supuse que todo havia sido un sueño, cuando llegue a el sus ojos me miraron, como si no me conociese, el animal estaba confuso, en breves minutos la dificultad para sujetarse en pie, era evidente, la perdida de equilibrio, empezó por las patas traseras y en breves minutos también las delanteras perdieron su fuerza quedando el animal echado en aquel suelo mojado por el chaparrón que en aquel momento caía.
Los ladridos fueron distanciándose en el tiempo.
La visión no se pero al parecer, tenia problemas, dejo de enfocar, su labios inferiores, dejaron de tener consistencia, el babeo empezó a ser constante.
Alrededor de las diez de la mañana siempre hora solar de aquel día lluvioso, el animal me miro, se intento poner de pie y dejo de respirar.
La autopsia del veterinario dio por conclusión un derrame, a causa del sobre esfuerzo del día anterior, y fue trasladado por el camión de recogida de animales, yo me dirigí a echarle de comer a los compañeros del pobre, que continuaban con vida, entre estos, un cachorro hijo de este, que tenia muchas esperanzas, puestas en el.
Pero esta ya es otra historia.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Todo parecido con la realidad es pura coincidencia:
Martes 8 de diciembre del año dos mil veintiséis.
Eran las cinco de la mañana, (hora sola), de aquella  mañana fría, con unas nubes que asomaban a lo lejos, en dirección oeste sobre puebla o más allá, mi amigo JIa que no hacia muchos años llego del extranjero, bisnieto de Octavio, el que prestara sus servicios con aquel que fuera el último de su estirpe.
JIa bestia un jersey verde  caqui, y unos pantalones del mismo color, con bolsillos poco por encima de las rodillas a derecha e izquierda.
Yo que ya lo esperaba, puse a calentar un puchero de café, en un pote que me había tocado de mi abuela, de lo cual ahora después de lo que paso horas mas tarde me arrepiento, pero vamos por orden.
JIa tomo el café con mucha azúcar,  echándole un buen chorro de aguardiente u orujo, que inconscientemente le brindé aquel día al igual que otros tantos en aquella temporada de caza menor, JIa bebió el brebaje y apremio para que antes de la salida del sol estuviéramos en el puesto, pues los conejos y los distintos animales “piezas de caza” así los perros los rastrearían antes de que se acostaran.
JIa caminaba con dificultad,   pues de adolescente se llevo los dedos de los pies de un disparo de una pistola que encontró en un sobrado que al parecer dejaron para mejor ocasión entre la cubrija (parte de la techumbre de la casa que esta construidas con retamas), la lesión afortunadamente no le dejo demasiadas secuelas.
Caminamos en dirección norte, ya sabéis que mi casa esta situada al sur de la población, entonces para no pasar por el pequeño poblado tuvimos que hacer un rodeo una media luna en dirección este primero hasta la era para después continuar hacia el note.
Cuando llegamos empezaba a nevar tenuemente, la dehesa ya devastada por los incendios de los últimos veinte años, la vegetación eran tomillos y aquel heno que llegaba a la cintura.
Serian las once de la mañana (siempre contando la hora solar), nos dio hambre, ya aviamos cazado, lo suficiente cada uno, estábamos felices,  pero, el destino acecha silencioso.
El pedazo de careta fresca de cerdo ibérico empezó a coger un color dorado en las brasas de aquellos tenues tomillos  el pellejo diseñado por los antepasados, en piel de cabra, albergaba aproximadamente litro y medio de vino.
Le caía por las comisuras de los labios a Jia, la grasa del tocino, la temperatura en esos momentos llegaría a menos nueve grados Celsius, pero no notamos el frió gracias a la lumbre, la comida y la vota,  comeríamos entre los dos así como setecientos cincuenta gramos de aquella tocineta de cerdo ibérico, acabando mi vota de vino pues el de él más flojo lo guardábamos para después,  “ilusos”.
Saliendo en mano derecho a aquellos casi centenarios avellanos que rebrotaban, y rebrotaban fuego tras fuego, y aquellos helechos que le daban frescor, después de matar una liebre, a JIa le empezó a doler, la parte derecha de la cabeza, nos acercamos a la fuente que seguía situada en medio de los avellanos y le dije que se refrescara, él se lavo la cara y dijo que ya no sentía nada,  pues aquella agua herrada, manaba tibia a unos ocho grados Celsius.
Pero cuando acabamos de subir la cuesta,   llegando a la laguna, allí empezó la tragedia.
No veo, me dijo de repente cuando llegamos a aquella tierra sembrada de cebada en busca de otra liebre, tengo hormigueo en el labio superior y en la lengua, me asuste profundamente y marque el uno, uno dos.
La llamada dio tres tonos y una señorita contesto con una voz dulce uno, uno dos buenas tardes yo primero dije o creo haberle dicho mi compañero esta enfermo, no ve y tiene hormigueo en labios y lengua, estamos en las siguientes coordenadas, cuarenta y un grado treinta y siete minutos siete segundos norte, seis grados un minuto cincuenta y siete segundos oeste, muchas gracias me respondió la voz  melódica la ayuda ya esta de camino y la comunicación se corto.
De repente JIa se quejo del acorchamiento de su brazo izquierdo, y la pierna del mismo lado, su lenguaje dejo de ser fluido para pasar a arrastrar palabras, poco después, le costaba expresar conceptos, la sensación de borrachera, le impedía, estar de pie.
Así que cuando el helicóptero llego, nos pillo a los dos tendidos sobre el frío suelo, con los perros, las piezas de caza que serian treinta en aquellos momentos y las armas todos juntos yo encima de el pues ya llevaba unos diez minutos que su parte izquierda no respondía, bajaron dos hombres con una camilla, y se lo llevaron yo regrese al pequeño pueblo a dar la mala noticia.
Al quinto día despertó, tras la operación que le practicaron los doctores de aquel hospital viendo a Octavio, en primer lugar, le sonrió, y quien esto escribe, no pudiendo evitar una lagrima me alegré, saliendo de la habitación, dejándoles a solas.
Hoy después de cinco años, JIa casi habla casi normal, cazar no puede cazar pues su lesión le impide el manejo de armas, pero tiene su familia, unos hijos que lo quieren y hace una vida normal, me dispongo a salir yo solo al monte, es el ocho de diciembre del año treinta y uno lunes en este momento tengo sesenta y cinco años, la mañana igual que aquel día es fría, pero esto es otra historia.

miércoles, 2 de mayo de 2012

PUDO  SUCEDER DE ESTA MANERA:

Su Majestad la Reina, animada de los sentimientos dignos de una princesa, y de una madre,  medicamentos, que mitiguen los efectos producidos por el cólera morbo.
En la ciudad de Salamanca a diez días, Yo Don pablo, párroco de la iglesia de la catedral de dicha ciudad, bauticé solemnemente e impuse los óleos y crismas a una niña que nació el día doce de enero, y se le puso por nombre, Pfaume Falkem, hija legitima de Joannes Falke bautizado en la parroquia de San Boal, de esta ciudad y de Deutsch Franciscaner, bautizada en la de San Millán.
Cumplió todas las obligaciones que se bahía impuesto, siempre hacia la visita de la corte con su señora, todos los meses el día dos, muchas veces oíamos cosas que hacia de niña, y era tan obediente a sus padres, que si al salir de la escuela, se entretenía jugando con otras niñas, pero apenas decían a ésta: que viene tu padre,  enseguida dejaba todo por el temor que tenia de dar pesadumbre.
Los padres artesanos, la educaron en el temor hasta terminada la instrucción primaria, única que recibió, pues la pobreza de los padres la obligo a aprender un oficio.
Madre e hija elevaron sus ojos al cielo y llenos sus corazones de fe y resignación, estaban persuadidas que la providencia,  sobrevive a todas las desgracias, y que es una injuria poner nuestra confianza en la humana industria.
Madre e hija, se dieron de lleno en todos los ejercicios virtuosos, gastando parte de la mañana en confesar, comulgar, oír misa, y rezar todas las devociones que no eran pocas, pues a todas las asociaciones estaban inscritas, siendo las primeras que tomaban sitio en la clerecía.
 La mujer con la fuerza sobrenatural que le presta la santa cruz, y con sus puridades innatas contra su verdadero enemigo, lo que no conseguirían los inocentes artesanos, soy después de dios la esperanza del mundo.
Arrendaron una pequeña y modesta casa en la calle traviesa, y en ella madre e hija pronto olvidaron el calvario vivido anteriormente, y gracias al taller de pasamanería, ganaron el sustento.
Me llamó a escribir una noche, y me dictó muchas cosas de su padre… dicho padre le señalo una habitación y le dijo que se quedara allí encomendándose a dios, me mandaba escribir con frecuencia contra este padre, y yo no quería, le dije que no, y que nada escribiría contra él ni contra nadie, con lo tanto se enfado mucho y me pegó.
Después de mucho tiempo me convenció para publicar una nota, Después de hallarnos en la habitación, yo encomendándome al divino, nuestro padre, miraba esta función con demasiado cariño, y le apenaba vernos en casa tan reducida, como nuestro estado era de tan extremada pobreza, no existían puertas, solo una cortina dividía una intimidad de otra.
Aquel día encontró su padre unos versos de la joven rubita, que decían de esta guisa:
Ya no vivo para mí,
Que vivo para mi amado,
Y yo te ruego vida mía,
Que me aceptes tal como soy.
Leyendo esto su padre enfureció,  y la quería casar con su vecino.
Pero la madre, una mañana fría, hizo un atillo con unas pocas pertenecías y abandonaron la ciudad de Salamanca para nunca volver, ante esta circunstancia ella no se inquieto, ni perdió la paz de su alma.
No se puede figurar el disgusto y pena que nos causó, y mas cuando supimos que su padre estaba gravemente enfermo, pero ella con una paz interior nos dijo que él era hijo del demonio, y que seguramente no volvería a verlo ni en esta vida ni en la futura.
Puesta de rodillas en la grada inferior del altar mayor, a sus dieciséis años, la joven rubita de cabellos rizos, después de   que el sacerdote hubiere sumido y dado la absolución, para administrar la sagrada comunión, teniendo este el copón y la sagrada hostia en la mano, un tanto elevada de la cara, creí ver un rayo de luz, que desde las manos del sacerdote, iluminaban el rostro de aquella joven  llenándola de paz y sosiego.
No se puede comprender a aquella joven rubia, de pelo rizo, no habiendo pasado por estas pruebas, además hay que tener en cuenta, los temperamentos de las criaturas, que unos son más calientes que otros, y en este sentido nuestra amiga, era muy sentida, y por otra parte al estar persuadida le costaba entender que había hecho.
Le llego a lo más vivo de su corazón esta villanía cuanto más creerlo de aquella criatura, que después de dios se lo debía todo,  Pero simón la bendijo, “esto esta puesto para caída y elevación de muchos, y a ti una espada te atravesara el alma”.
El ambiente que tenía en Zamora era muy bueno pues todas las personas que la conocíamos, decíamos que era muy buena, muy caritativa y muy humilde, en una palabra una santa.
Si una santa, en el tiempo que la conocí nunca la vi faltar al silencio, lo guardaba con un rigor grande, yo e tenido por ella mucha admiración, nunca la vi quejarse, no hablaba mal de él.
Tengo que ser muy sufrida y muy resignada, sufriéndonos uno al otro nuestras miserias, con grandísima paciencia, nuestra unión la tenemos que conservar si queremos ser felices, teniendo en cuenta el carácter de él más que el mío propio.
El día nueve de los corrientes, falleció en este hospital de Zamora, Pfaume Fhalkem, a los dieciocho años de edad, muriendo como había vivido, recibió con fervor los santos sacramentos, y demás auxilios espirituales,  dejando en el mayor desconsuelo a sus pequeñas hijas, que se han quedado sin madre a su corta edad.
De suponer es que el señor, haya recompensado ya sus virtudes.
 

miércoles, 25 de abril de 2012

EL JINETE:
En las montañas de León que existe la peña viña el jinete solitario montado sobre aquel corcel negro, andaba al paso, sin prisa por aquella vereda que transcurría de este a oeste.
La nieve cubría el camino, las tierras altas a su derecha, y las bajas a su izquierda,  la ladera nevada dejaba presagiar un pequeño arroyuelo que deslizaba sus aguas de norte a sur.
El jinete cubierto con una capa negra, y en su mano izquierda una gran hacha de doble filo, encabrito en ese momento su corcel, dominándolo continuo por la vereda que subía una pequeña cuesta para poder bajar de nuevo otra pendiente.
La sangre, le caía despacio, de la herida abierta, en el lado izquierdo del pecho, pero al ser uno de aquellos seres humanos raros, la saeta, no le atravesó el corazón, pues él lo tenía en el lado derecho de su pecho.
La cenceñada cubría este nuevo regato que también trascurría de norte a sur,  pero esta vez las aguas de un color rojizo, destacaban sobre el blanco impoluto del hielo.
Subiendo la última cuesta antes de llegar a su castillo, se podía observar la torre del homenaje situada a la derecha de una luna casi llena.
La herida continuaba sangrando, al llegar a una gran era, situada a una milla del castillo vio a una figura vestida de negro con una gran guadaña cruzada en las manos, la constelación de Orión, situada a su izquierda las estrellas cubrían el firmamento nocturno.
Las ruinas del castillo ya sin techumbre, dejaban al descubierto una nave central, situada de este a oeste, en la parte este un arco, todavía en pie, separaba la parte de la vivienda de la parte propiamente militar de aquel castillo con las habitaciones de  Hermenegilda, al lado sur de dicho arco, al fondo oeste la torre del homenaje, y en ella una gran campana sonando por el poco viento del noroeste que en aquellos momentos existía, dom… dommm… Tañendo sin cesar.
Una procesión de hombres, vestidos con capas pardas, sacaban de los escombros a  Hermenegilda, una mujer morena, de unos treinta años, bestia un vestido negro, y su dilatada tripa daba a entender su avanzado estado de gestación, la palidez de sus mejillas, en otro tiempo sonrosadas, y su inerte cuerpo, violo el jinete, bajándose del caballo, cubriendo el cuerpo inerte de la mujer, con su propio cuerpo, en ese momento su alma abandono el cuerpo de aquel hombre que tanto amo a aquella mujer.
La comitiva de hombres desfilo hasta el campo santo situado en un alto de una ladera próxima, enterrándolos juntos,  mientras los cuervos volaban alrededor del castillo, pusieron la adarga de ella, sobre la tumba, una adarga circular con una serpiente cruzada por dos espadas.
La luna llena se ponía de un color rojizo, sobre la lejanía.
Pasaron siglos y en aquel lugar una lapida se podía leer busca la muerte…. Busca la muerte …

jueves, 19 de abril de 2012


LEYENDA DEL TIO TERRÓN:
A lo largo de los años los científicos han creído que este hecho era una curiosidad histórica. Después de muchos años de investigación, se descubre la verdad, una verdad tan antigua como poderosa que podría revelar el funesto destino en aquel pueblo del noroeste peninsular. Un antiguo rompecabezas, encontrado desimanado por todo el término municipal, los secretos de los orígenes de toda la humanidad, están por fin al alcance de todos, esperando a que sean revelados, cuando ocurre lo inesperado.
Una conspiración que ofrece una pista. De un misterio milenario, lo que aquel hombre que le compro la casa a Paulo Terrón, encontró debajo de una pared de adobe, que decía en lengua latina:
“Ocultis perccata interitum december duo milia et duodecim”.
Aquellos reptiles gigantes ajenos a la tragedia que se les avecinaba, pastaban unos, y otros esperaban algún descuido de los primeros, por ver si alguno se descuidaba y poder comérselo,  lo normal en aquellos tiempos.
La gran bola de fuego, entro de oeste a este, impactando en el lugar que hoy en día se conoce como “Tironianito” poco a poco fue abriendo el suelo en canal en dirección este, “Hspinico“provocando un cataclismo acompañado de un terremoto de trece grados creando la falla.
Día uno de diciembre del dos mil once, aquella mañana nevaba, Roberto saco su cámara de video, y acompañado por un pariente, primo segundo,  se acercaron solo por curiosidad con las directrices que le había facilitado el libro encontrado años atrás en la casa de Terrón, a la susodicha falla.
Al llegar a la peña denominada “Del Sombrero”, donde anidaban algunos buitres, reataron por  la cueva que le marcaba el libro.
Gracias a la antorcha de la cámara pudieron ver los murciélagos gigantes colgados cabeza abajo del techo de la cueva, el suelo inclinado primero al sur, rápidamente giraba al este siempre en un descenso prolongado, para su sorpresa, cuando llevaban una media hora caminando por la oscuridad, encontraron unos escalones que se profundizaban aun más en la tierra,  Roberto dijo a su primo, “Tenemos que salir pues la batería no nos da para más”.
Regresaron el día seis de diciembre con un generador, y aproximadamente dos mil metros de cable, encendieron la máquina a la entrada y fueron soltando cable cuesta abajo, pero el cable solo llego al principio de los escalones ya vistos por ellos, lo que no habían visto, fue la inscripción en un arco de mediopañito que decía en lengua latina:
“De caelo tantum molestus et si excitatus”.
El día uno de enero del año entrante Roberto trajo de Madrid, un generador de corriente eléctrica, con unas pilas Subatómicas que daban luz  a dos lámparas del tipo Lens para cerca de un millón de horas cada una.
Volviendo al agujero bajaron ya acompañados de una cuadrilla de jóvenes curiosos de la localidad.
Cuando llevaban unos seiscientos escalones bajados,   la sala que se les abrió ante ellos era enorme, en el medio un artilugio de doscientos metros esférico, negro, quemado por haber entrado a gran velocidad en la atmósfera terrestre, a su lado un pequeño templete con tres sarcófagos de piedra, en sus tapaderas unos cuerpos  hechos de piedra, y en los pies decía una inscripción:
“Signum orion erit non  facere is quia ven”.
Pero el traductor Google que llevábamos, tardo demasiado en facilitarnos la respuesta y un joven que nos acompañaba toco con su palma abierta en lo que al parecer era una huella de tres dedos, abiertos y en una pantalla situada en la parte derecha que se ilumino se podía leer: 
“trescentis triginta tribus diebus sese countdwn dissispent”.
Aquel día de diciembre del dos mil doce, la luna, llena, roja, una estrella en el lado izquierdo de la era, cada vez se podía ver más grande. De repente un terremoto de nueve grados y un fogonazo procedente de la  cueva fulminó a la estrella que en aquel momento parecía ya como un sol de grande, a los dos días los pedazos de metal incandescente cayeron por todo el globo, provocando tsunamis terremotos e incendios. Pero en general los daños fueron mínimos, la cueva quedo destrozada por el lanzamiento del rayo de energía.
Estando Roberto con su primo en la era mirando otra vez las estrellas aquel trece de diciembre del dos mil trece, una  luz emitida por la tercer estrella de Orión, se acerco velozmente y a los pocos segundos una nave aterrizo en aquella era un ser de una altura de aproximadamente dos metros con unas manos de tres dedos cada una le dio al primo de Roberto un libro haciéndole entender que nunca debía de ser encontrado por manos profanas, dicho lo cual se profundizó en la tierra. Rellenando todos loa habitantes de aquel pueblo el hueco dejado por la nave.
A los pocos años, el sol cambio de plano en el firmamento, los hombres tuvieron que aprender a vivir en su nueva ubicación en el sistema solar. Pero esa ya es otra historia…

miércoles, 7 de marzo de 2012

EL HOMBRE MANCHADO:
En el  mil y cuatrocientos y noventa y dos años del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, aquel niño llamado Miguel estaba en su pueblo, un pueblo llamado baldes pino, todos sus vecinos estaban manchados, con una estrella de cinco puntas, echa de trapo, él descendiente de hidalgos, de antigua estirpe, dedicados a la caza con galgo, de lunes a viernes y los demás días a reposar el cansancio de las jornadas cinegéticas,  vio como todos eran expulsados de sus tierras.
En el  mil quinientos y siete años, desde que naciera nuestro señor Jesucristo, Miguel fue a vivir a Bragaza, para aprender el difícil arte de las letras, un amigo también escritor, le aconsejó que era mejor que para poder vender mas los libros por el escritos, así  él de nombre Miguel tomo de apellido del nombre de su localidad, llamándose Miguel de Ciervas,   pues todos los grandes escritores, tenían ilustre apellido y siendo de Baldes pino de la requemada, adopto el sobrenombre de Miguel de Requeja, y en aquellos parajes del país vecino, empezó lo que fuera su primer libro, un libro que en su primera pagina decía.
“A mi amigo  y mentor, AL DUQUE DE BRAGAZA:
Marques de Miranda, Conde de Trazos montes.
A fe del recogimiento y honra que hace vuestra excelencia de mi persona, que otras, suelen condenar con rigor, que poniendo los ojos, la prudencia de vuestra excelencia, fue que no desdeñara la cortedad de este humilde servidor, manchado con la estirpe de su pasado”.
Y poniendo algún verso  como era la costumbre en aquella época escribió:
“Busco en la muerte la vida, salud en la enfermedad, en la prisión libertad,  en lo cerrado salida, y en el traidor lealtad, pero mi suerte, de quien espero algún bien, con el cielo e esta Guido, que, lo imposible pido, lo posible aun no me den”.
Miguel de Ciervas le dijo que empezara por el principio, y echando mano del libro santo, escribió:
“Al principio estaba él, y antes que él la nada, creando hace seis mil años la tierra, llenándola de personas. Que se multiplicaron por tres, Conoció Caín a su mujer que concibió y parió a su hijo, siendo este prodigio, abuelos de Matusalén”.
A lo que continuaba diciendo:
Fue y se hallo  cuarenta días, lloviendo sobre las tierras, Noe y su barca flotaban, a la deriva contentos,  pues ya que el alimento, él se lo proporcionaba, él le dijo a Noe, crecer y multiplicaros, pues ya que no os habéis ahogado, mucho tiempo ahora tendréis.
Comenzando de esta la novela:
Nuestro intrépido Amador, salio una mañana temprano, pasando por una fuente fría,   que alrededor tenia una abadía, de monjes, de temple frió  como el agua de la localidad, el pueblo se encuentra situado junto al río siendo la aldea de losa ciño, consistorio de la localidad, el castillo se encuentra en un castro de celtas después  romanizado, pero en algunos tejados anidan palomas y ardillas, su casco urbano conserva muestras de su arquitectura, y en su iglesia parroquial, sus campanas ofrecen un sonido especial, por haber sido realizadas por la plata de de aquella, tan bárbara, que solo se amienta cuando hay tormenta, siendo Luis el maestro, de aquel pueblo alpujarreño, a los alumnos iba tiñendo, de oro, plata, y añil, en los días estivales de las tierras españolas florecen las amapolas entre los rubios trigales.
Un hombre joven vestido de una mascara y una capa esta parado en la villa, para saltar la barandilla de la hija de don Luis, para llevar en su haber, y luego poder contar que realmente él Amador que a seducido mil y quinientas mujeres.
Tienes unos ojos niña, que te lloran aguardiente, pero tienes una cara, que le dice al sol detente, de esta manera comenzaba la estrofa que le cantaba detrás de la ventana de aquella moza casadera.
Tienes unos ojos niña, que te los estoy mirando, que cuando miran a un hombre, le quitan de su vida un año, yo te quise y tú a mi no, yo te amo y tú me aborreces, yo te estoy queriendo a ti, aunque tu a may me desprecies, como buena si lo eres, y tienes buen corazón, pero tienes una falta, que no conoces varón.
A lo que ella respondió:
Por la mañana salías, camino de la guadaña, duro trabajo te esperaba, había que sacar el agua, no, no es, por la letra de la canción, que declama admiración, que invita a bailarse con pasión, tras idas y venidas las ventana de ella se abría,  entera se vio estremecer, y asolas lo pudo ver, no se, después que te vi, y en mi alcoba tu estuviste,  tengo siempre detrás de mi a mi padre Don Luis.
A lo que nuestro amigo respondió:
Sí, iré, mi orgullo a mostrar, ante el maestro, y o a de darme tu amor, o me tendrá que matar.
-         (Don Luis)-Ay, tan grande atrevimiento, la barba cana caída.
-         (Amador)- Déjeme pasar.
-         (Don Luis)- por la punta de esta espada morirás.
-         (Amador) – no importa nada.
-         (Don Luis) – mira que te e de matar.
-          (Don Luis)- muere traidor.
-         (Amador) –de esta suerte muero.
Pero en un revés de Amador, su espada penetro en el pecho de don Luis:
-         (Don Luis) -Ay que me as dado la muerte.
-         (Amador) –Tú la vida me quitaste.
-         (Don Luis) –quien cuidara de Maria.
-         (Amador) –cuidara de los dos su tía.
-         (Don Luis) –que tía que dos.
-         (Amador)- no importa nada ya.
-         (Amador) –tu nieto huérfano será.
-         (Don Luis) –te veré en el infierno Amador.
-         (Amador) –allí estaré sin tardar.
Dicho esto murieron los dos  tanto Luis como  Amador, dejando a aquel pueblo sin maestro, y coloreen colorado esta historia se ha acabado.
Publicando esta obra Miguel de requeja en Salamanca el mil quinientos y ocho años del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, teniendo la edad de dieciocho años, muriendo de la peste negra, dos años después.
En su tumba situada en el cementerio de la localidad de Valdés pino de la requemada,  donde fuera muchos años después hijo predilecto, figura un epitafio:
“Ho, mas duro que el mármol son mis quejas”.

miércoles, 29 de febrero de 2012

ISTORIA CUALQUIERA:
Milla, nació el diecisiete de diciembre de mil novecientos setenta y cinco, en Kiev.
Thomas, nació el ocho de septiembre de mil novecientos sesenta y dos, en Alemania.
Aquella mañana temprano, Thomas, estaba apoyado sobre la balaustrada de la terraza de la mansión familiar, tenia el semblante serio, su armadura biológica, le cubría, la practica totalidad del cuerpo, dicha armadura tenia marcada la anatomía de Thomas, los pectorales, abdominales, bíceps, etcétera, de los hombros le salían unos cuernos que servían de captadores de agentes biológicos, el casco también cornúpeta, le daba un aspecto siniestro.
Detrás de el, Milla, esperaba en silencio, Milla lucia, una larga cabellera rubia que le caía asta la cintura por encima de la capa también carnuda sobre los hombros, cubriendo una generosa anatomía, que cubría con  un conjunto  dos piezas, dejando ver su vientre terso y duro, en la parte alta cubriendo  sus sensuales senos, un sujetador con una estrella dorada de cinco puntas, y en la parte de abajo una tanga morada que a su alrededor casi cubría por completo un pareo de gasa,  un cinturón ancho hebillado en las caderas y a su lado derecho colgaba una beretta de nueve milímetros, los cinco arcos triples del claustro de la mansión, eran testigos mudos de la conversación.
Era el mes de septiembre de mil novecientos noventa y ocho, en aquella ciudad del medio oeste de aquel país,  el ambiente se había vuelto surrealista, y el riesgo biológico, era altísimo.
La misión de Milla era llevarse de la ciudad a la joven doctora  Heidi que era la portadora del antídoto, tenían que circular por la avenida de Corta el aire, dicha avenida  dividía a aquella ciudad en dos, como un eje de oeste a este, el vehículo circulaba a gran velocidad, pero ya en el parqueen del aeropuerto, situado en la parte alta de la ciudad,  dos hombres cogieron a Milla, por sorpresa, mientras Heidi y Thomas, se introducían en la terminal, la tela de la camiseta, se rasgó justo por medio de sus senos, dejando la huella de las uñas del matón en su pecho izquierdo, el hombre un negro   de casi dos metros de altura, la tenia sujetada por detrás, mientras sus compinches se aproximaban a Thomas y Heidi, de pronto un disparo, y los testículos del negro volaron por los aires cayendo este al suelo, luego un tiro en la frente le esparció su masa encefálica por el asfalto.
En el muelle de embarque, se encontraba la nave B-52 una nave de guerra de segunda generación, sus cuatro turbinas situadas en los laterales, dos grandes y por encima dos pequeñas, pegadas al fuselaje, y continuación las alas, por debajo de la cabina del piloto se podía ver un nido de ametralladoras, y en la panza de la nave otro este giratorio, los motores ya rugían.
La doctora Heidi, dormía placidamente,  era una mujer  joven, rubia, de pelo largo, su cabeza apoyada, en la mano izquierda, un suéter rosa le ceñía su anatomía, una minifalda, gris, y sus piernas cruzadas dejaban ver, un liguero blanco donde se sujetaban unas medias del mismo color.
Cuando pasaban por encima de unas montículos no lejos de la ciudad de destino, un gas se introdujo en la cabina quedando los tripulantes dormidos, y mientras de un falso techo salieron dos hombres armados  con cerbatanas, la lucha fue encarnizada, pero no pudieron evitar el que un proyectil diera en la bocha de Heidi, una luz cegadora y después  la doctora, con su rostro sanguinolento se pusiera de pie dando tumbos por el aparato, los disparos de la beretta, hicieron impacto en los dos atacantes pero también en  las ventanillas, y la nave B-52 empezó a perder altura.
El tejado del hotel peña Forrada, era azul, sus siete ventanas triangulares miraban al lago, la nave, planeo por encima del mismo, levantando  una gran cantidad de agua en forma de niebla, los alerones de las alas inclinados hacia abajo,  y la nave  de derecha a izquierda vista desde cualquiera de las ventanas del hotel, el morro del aparato ligeramente inclinado hacia arriba, la carretera a su mano izquierda, con una balaustrada en granito blanco, con farolas de dos tulipas, la nave quedo flotando, un cabo atado a la ventanilla de la cabina, y el otro a una barcaza, pudiendo salir la tripulación por encima de las alas, Thomas, había efectuado un aterrizaje dadas las circunstancias impecable.
La doctora Heidi fue trasladada a la clínica de la ciudad situada a unos cuatro kilómetros al sur del lago.
Ocurrió por aquellos días que  en un país limítrofe, llamado Mira el colorado en unas montañas de arcilla roja, un valle corría y sus curiosas  formas areniscas,  aquel valle luminoso, de cielo azul, la sombra de la tarde daba por el lado izquierdo de aquel valle, las montañas escarpadas estaban de frente, y al fondo mas abajo, una aguja roja se erguía al cielo, bajando por el rió, una pradera verde.
Después de la ultima  batalla, las mujeres supervivientes, fueron echas prisioneras, las cogieron, desnudándolas de cintura hacia arriba para comprobar que ninguna estaba infectada pues el virus se veía con claridad en el torso femenino, y fueron llevadas al fondo de aquel valle rojizo.
Hacia ya doce años que los habitantes de aquellos lugares, sufrían la enfermedad, pero el año trece se revelaron.
Mandando recado a el hotel, peña forrada,  para que todos pudieran participar del antídoto que la doctora Heidi, había fabricado, esta, se puso en marcha acompañada por Milla, pues en el país vecino había buenos cirujanos plásticos.
Llegaron sin más contratiempos, la operación de la doctora, resultó un éxito, quedando en el valle rojo, regresando Milla en busca de Thomas, encontrando solo una tumba con un epitafio que decía, “Yace aquí un amador, con el mísero cuerpo helado, que lucho junto a su amor, perdido por desamor, Murió a manos del rigor de una  esquiva, hermosa,  ingrata, con quien su imperio dilata la tirana, del hedor”.
Cuando la doctora Heidi, paso recado de que ya se podía circular libremente, Milla regreso a la ciudad del medio oeste, localizo a la asesina de Thomas, penetro en la habitación, con la beretta de nueve milímetros en la mano derecha, sus piernas largas, terminaban en unas sandalias de tacón negras, el arma escupió dos veces y una mujer,  morena vestida de traje negro con camisa blanca cayo al suelo, la sangre corrió por el terrazo, y un gato negro enseño primero sus colmillos, luego se aproximo al cadáver,  lamiendo la sangre de las heridas, de su difunta ama, Milla abandono el lugar.
Pasados los días a solas en el cementerio, Milla, hablaba con la fría lapida.
“¿Quién aumenta mis duelos, quién prueba mi paciencia, de ese modo en mi dolencia, ningún remedio se alcanza, pues ya no tengo esperanza?, ¿Quién me causa este dolor, quién consiente en mi dolor? Morir de este mal extraño, ¿quién cura la pasión? , cuando los remedios son muerte, y pasión, dicho esto, salio del cementerio puso su coche en marcha se dirigió al valle rojo.
Heidi, la esperaba, viviendo juntas asta que la enfermedad de Milla, que no pudieron contener acabo con su vida, una mañana del año dos mil.
En la lapida, se podía leer, “Yace aquí la guerrera fuerte, que a tanto extremo llego, tan valiente que la muerte, casi no alcanzó, que acreditó su ventura, de vivir la vida loca, de ninguno sea tocada, pues esta hermosa mujer, para mi estaba guardada.
Y en el camposanto solo se vio, a la doctora Heidi vestida de negro.

viernes, 24 de febrero de 2012

MITOLOGÍA:

Hércules, caminaba, aquel día de invierno, por  el valle de las telas que corría de norte a sur, en la margen izquierda las canteras, originaban túmulos de tierra acompañados de depresiones, y en la margen derecha unas viñas, que por aquellos días la gente podaba.
Hércules, caminaba ladera arriba por el camino textil, en dirección noroeste, la gente se afanaba, en la poda pues era menguante, un tiempo apropiado para dicha tarea, llegando a la pradera denominada del moro gorrino, descansando en aquel prado, comió bellotas de las encinas que en aquella época había en abundancia, la tarde caía y pretendía llegar a la laguna  antes de que el barquero hiciese el ultimo viaje, siguió caminando por el camino de carbasoruns, pasando por la depresión de la abogada bajo la cuesta y llego   al pico de las palomas, donde el barquero todavía lo esperaba.
Sápwv-kharôn, cobro la moneda de oro, que Hércules le pago, cogiendo en su mano el timón de la embarcación la orilla opuesta del río Aqueronte, cada vez estaba mas cerca.
En el otro lado del río, lo esperaba Völupsa,  sentada en un tronco de aliso seco, con una espada que le caía, desde su pierna izquierda asta el suelo, la túnica,  apoyada en su hombro derecho, dejaba al descubierto su seno izquierdo, teniendo el escudo clavado en el suelo, un escudo cuadrado, y encima de este apoyada la mano derecha, una joven doncella saludaba con la mano al hombre de la barca, situada de pie a la izquierda de Völupsa, su fiel perro, echado delante del escudo, observaba en silencio la escena.
Los cuatro amigos subían por el camino zigzagueante, de valle dorado, a la parte de arriba del camino se encontraron con la guerrera, rubia, su pelo suelto, rizado, la cara apoyada en la mano izquierda, los guantes de cuero le llegaban asta los codos, un collar de aros de hierro, le colgaba asta sus pechos desnudos, un camisón blanco, sobre sus hombros, le llegaba asta el codo del brazo derecho, continuando desde allí el guante,  sujetando con firmeza con dicha mano una espada de doble filo, con abultamientos en la hoja, y una empuñadura muy larga, acabada en una gran piedra blanca, la cruceta era de alambre de acero torneado, la punta estaba clavada en un madero, la guerrera con una falda blanca y los pies descalzos, apoyados en el escudo, un escudo que en la parte superior se encontraba un yelmo, emplumado, miraba hacia el lado derecho, tres aspas por cada lateral, y en el centro un león rampante y uñado, lenguado,  sobre fondo de goles, que miraba en la misma dirección del yelmo, cuando los cinco, se juntaron siguieron camino.
Cuando los cinco llegaron a la cima del otero, ya el camino empezaba a decrecer, en su margen derecha se hallaba un castillo, las rejas de este de hierro forjado, acompañaban el camino en dirección sur, un portón de cuatro metros de longitud también de hierro forjado daba acceso al  patio de armas, Linhmesh situada en la entrada, ya estaba preparada para la batalla que se avecinaba, estaba vestida,  con un escaso bikini, de cuero, las botas atadas en la parte delantera le llegaban justo por bajo de las rodillas, unos brazaletes de acero en las muñecas, le adornaban sus antebrazos, el sujetador del bikini, sujetado al cuello, en una gargantilla también de hierro, el pelo moreno, suelto, rizado, dejaba al descubierto una cornamenta caprina, de su espalda unas alas enormes le sobresalían, y de la parte baja de la espalda un rabo, que acababa en un arpón, Linhmesh efectuó el primer ataque, pero Völupsa, lo repelió, con ayuda de  la doncella y su fiel amigo el perro, Hércules, y la guerrera rubia no tuvieron oportunidad de entrar en acción pues en un abrir y cerrar de ojos Völupsa, ya había decapitado a Linhmesh  con su espada, justo por encima de la gargantilla de metal.
Los cinco amigos, continuaron bajando por aquel camino sin mas dificultad, qua aquel contratiempo que en singular batalla beneficio  a Völupsa, el camino en ese mismo instante, hacia una curva  de herradura, los estómagos de los cinco amigos gemían de hambre,  pues en aquel mundo, no existía bicho ni planta que se pudiese comer, la arroyo por la  que fluía un torrente de aguas negras, no se podía beber, pues su pestilente olor, llegaba desde la rivera asta el camino, el puente estaba situado en una curva a la derecha, era un puente de piedra con dos pilares terminados en arcos de medio punto, pasando la arroyo  entre el primero y el segundo, la ladera hacia de base en las dos orillas, paseando sobre este estaba él, Zark-Fair, estaba de espaldas, su pelo moreno peinado en forma de cresta, terminado en una coleta en la oreja izquierda un pendiente de diamante, mas abajo en su hombro izquierdo  una hombrera, de material le cubría, protegiéndole el bíceps, usaba guantes, asta las muñecas, la vaina de  su espada era ancha, de unas dos cuartas de anchura, con dos orificios cerca de la empuñadura, una empuñadura sin ningún adorno, cuando Zark-Fair hizo ademen de desenvainar la espada Hércules, cogiendo una piedra le acertó con ella entre los dos ojos, quedando tendido tan largo era en el suelo del puente, aprovechando los cinco amigos para cruzarlo, no sin antes cuando el perro llego a la altura de Zark-Fair, le orino en la cabellera, hecho que cuando este despertó, no le gusto nada.
La fortaleza tenia la puerta mirando hacia el medio día, con tres ventanas en arco al lado derecho, la torre, de la guardia situada al oeste, y la vivienda al este, solo tenia las tras ventanas cercanas a la puerta y una mas pequeña, en el lado sur de la vivienda todas con rejas de forja, Senime, salio de la fortaleza, era pelirroja, con dos coletas, sujetadas por sendos lazos rojos, una gargantilla de terciopelo, del mismo color, alrededor de su cuello, daba paso a una camisa que en su parte superior de seda beige, y en la inferior de material dejando al descubierto su ombligo, en la cadera la falda de un palmo de longitud, dejando ver unas piernas muy largas, y en estas unas medias, que le quedaban a un palmo de la falda, sobre todo, una túnica de  seda y en la mano derecha una catana que en la empuñadura le colgaba una cuerda que Senime cogía con la otra mano, la catana brillaba a la luz de la tarde, la guerrera  rubia, saco su larga espada, y en eso de dos o tres lances, corto la anatomía de Senime, a la altura de su obligo, cayendo las dos mitades al suelo.
La princesa del el reino de los hombre, estaba en un calabozo oscuro, con su pelo grisáceo,  que le llegaba a la cintura, un corpiño, abierto por la parte delantera, tenia una media luna con unos cordones zigzagueantes, de las caderas partía un tanga diminuto, sujeto por hilo de oro, cuando tomo Hércules, la corona y se la puso en la cabeza Völupsa le hizo entrega del báculo, un báculo  con una gran perla en su parte superior y de un tono morado en el centro terminando en una pica de oro en si parte inferior, le pusieron una túnica, de gasa con perlas, arrodillándose le hicieron reverencias.
A los pocos minutos se dirigían a casa los seis por el camino de vuelta.   
  

lunes, 20 de febrero de 2012

CAPERICITA ROJA:
La señora Maria, vivía en las afueras de aquel pueblo, tenia una casa situada en el camino real, que comunicaba la pequeña localidad fronteriza con la capital de la provincia, la señora Maria, tenia a su madre viviendo en la localidad vecina, localidad que distaba cinco leguas de la casa de la señora Maria, la señora Maria solamente tenia una hija,  la niña tenía un vestido rojo, el pelo rubio y una edad de unos diez años de edad.
Aquel día  de reyes amaneció, con la niebla cerrada, una niebla que  no se veía a cincuenta metros y húmeda,  la niña, desobedeciendo a su madre, poniendo una capa roja que le hacia juego con el vestido, saltando por encima del postigo de la puerta partió camino abajo pues su ilusión era ver lo que le avían dejado los reyes magos en la casa de su abuelita.
El día diez de enero, como la niña seguía sin aparecer salieron todos los vecinos de aquel pueblo  en su busca, buscaran en la arroyo, en todos los pozos, que se encontraron alrededor de la vivienda familiar, pero la voz de alarma la dio Manuel, hombre que venia del pueblo vecino, cuando los vecinos encontraron la capa desgarrada, y ensangrentada, buscaron, por los alrededores las vísceras, los tomillos ensangrentados, y las piedras manchadas de sangre, no podían presagiar nada bueno.
Debajo de la lastra, de una peña, Juan encontró la pierna derecha de la niña, y alrededor del  manojo de trapos ensangrentados, una huella de la pezuña de un animal, trasladándola a la población, no pudiendo encontrar mas rastro ni de niña ni del animal que la ataco, acordaron que el entierro de la pierna de la pequeña, seria el día once de enero a las once de la mañana.
El día once de enero, la nieve cubría el campo santo de aquella localidad, la tierra marrón destacaba en el manto blanco todo estaba preparado, el catafalco, con el pequeño féretro, un catafalco negro, con una calavera, y dos tibias cruzadas se complementaba can unas faldillas moradas con una franja verde a diez centímetros del suelo.
El sacerdote, en la puerta, con los familiares, esperando a que los abuelos de la criatura llegasen del pueblo vecino, cuando el abuelo, con solo una camisa desgarrada, y lleno de sangre por todas partes, llego a la puerta de la iglesia, contó que una bestia de los avernos,  los avía atacado, mientras algunos vecinos, enterraban a la pequeña, Juan, y su hijo, tomaron los Arcabuces, y los perros y acompañados por otros hombres, bajaron el camino nevado asta el puente del río, donde  el camino hacia una curva en forma de herradura,  donde el anciano, dijo que avía perdido  a su esposa y al animal, un asno que los trasportaba en aquella triste jornada.
Del burro jamás se supo, de la anciana, se encontró la pierna derecha, Juan mando trasladar la pierna al pueblo, y una vez que se quedo solo con su hijo le comento a este, “los lobos, jamás, comen la pierna derecha de los humanos” dicho esto, se apostaron en sitios camuflados con el terreno.
Los copos de nieve caían aquel veinte de enero, la carnaza del burro, sacrificado, para que sirviera de carnaza, ya casi estaba cubierto de nieve, cuando una pata se empezó a mover, desde donde estaba el hijo de Juan no tenia una buena perspectiva y se movió casi de forma imperceptible, la pata ceso en su movimiento, y desapareció la oportunidad.
Eran las  siete de la mañana de aquel veinticuatro de enero cuando el lobo entro de frente a donde estaba Juan, este encendió la mecha del arcabuz, un arcabuz que tenia seis centímetros mas de caño que la mayoría de los otros cazadores, la mecha humeante ya se colaba por el  hueco que comunicaba el exterior con el anima del cañón, de repente el animal se situó de   un salto a poca mas de tres metros de él, “pum” el disparo sonó como un cañón, pero el proyectil paso a pocos centímetros de la cabeza del animal, este se abalanzo, sobre Juan, arrancándole de las manos el arma, Juan le espeto en la barriga su navaja,  pero el bicho ya le tenia un brazo en la boca, de repente se escucho otro cañonazo, y la bestia parda, cayo ya sin vida en cima del cuerpo de aquel cazador.
Montaron guardia los días sucesivos,  y ningún animal  se presento, el día uno de febrero se echo a llover deshaciendo la nieve.
Cuando el año siguiente empezó a nevar, alguien vio huellas de lobo, prohibiendo el alcalde salir de la localidad a los vecinos desarmados, Juan y su hijo montaron guardia en el bosque pero el animal urdió a los cazadores, no volviéndose a saber de el, desde entonces cada vez que nieva en aquel pueblecito, se pueden ver las huellas de el lobo, que se acercan a la casa de Juan y vuelven a salir de el pueblo.
Una noche, cuando el hijo de Juan fue a buscar a su padre, encontró la casa bacía,  su padre había desaparecido, solo pudo encontrar las huellas del animal en la nieve que cubría con su manto blanco todo aquel pueblo de castilla.
Pasados los meses, los huesos de   la pierna derecha de un hombre aparecieron en la serranía,….
Desde entonces no se volvieron a oír, ni ver lobos en aquella localidad, hasta hace dos años…

viernes, 17 de febrero de 2012

LAS RELIQUIAS
Aquel día en la casa de aquellos cristianos nuevos, nació Ben Tauro, en una casa situada en una tranquila calle del centro histórico de Toledo,  la entrada principal amplia con dos piedras de cantería a cada lado media un metro diez de ancho, y un metro y setenta centímetros de alto, por encima de la puerta un cargadero también de piedra, sujetaba una figura triangular, y encima de esta una ventana amplia que costaba de  seis cristales mas pequeños, dando luz a una alcoba que en la planta superior usaban de dormitorio, eran las siete y media de la mañana hora local del día catorce de enero del año del señor de mil ciento veintiocho.
Muy lejos de allí, los templarios y los cruzados, reorientan  sus esfuerzos militares, contra los musulmanes de la península, Bernard de Claivaux, envió el documento a roma, a trabes del embajador pontifical francés,  del papa Honorius II, Alfonso I de Aragón, ya anciano, puso paz y enfrió los ánimos bélicos pues a sus sesenta y tres años no quería una guerra en sus territorios.
El joven Ben Tauro, estudiante, causó bien pronto, la admiración de estudiantes y profesores, terminando sus estudios con el titulo de Doctor, Reunido el claustro de profesores, bien ponderadas las cualidades del nuevo doctor, y su esmerada y completa formación científica, acuerdan nombrarle profesor de filosofía y teología de la universidad palentina, de la que solo unos meses antes era alumno, ocurrió e doce de septiembre de mil ciento cincuenta y tres.
Ya muertos sus padres, la madre, todavía en Palencia, y su padre nada mas llegar a Burgos, capital de castilla y león, es el año mil ciento sesenta y tres, esta situación lastimosa y triste favorece su idea de retiro, recibe la (tonsura)  y acompañado por un joven esclavo llamado (Lesmes), que la familia tenia, se retira a la vega de Burgos, a orillas del Arlanzón, el estudio de la filosofía, y la teología son sus ocupaciones constantes.
Conociendo Alfonso VIII, las virtudes y celo de Ben Tauro, enviándolo, a la recién creada diócesis de cuenca, en el mes de junio de mil ciento noventa y seis, de nada sirvieron esta vez las negativas de Ben Tauro, trasladándose de inmediato a cuenca, acompañado por el fiel Lesmes.
 Lesmes, acompañado de Al- mulak, acompañó a Ben Tauro ya muy enfermo, a un pueblecito del noroeste de Zamora, situado en la margen derecha del río Duero.  
El domingo veintiocho de enero del año del señor de mil doscientos ocho, fallece Ben Tauro,  tras la misa de funeral, fue enterrado bajo la iglesia según la costumbre de aquellos lugares.
En aquella mañana del día veinticuatro de junio del año mil quinientos, Paulo, albañil de profesión estaba situado en la base de  una pradera de forma triangular situada en frente del pueblo en su lado este, eran las cuatro de la mañana hora solar,  clavo en el suelo un puntero con un gran circulo de hierro en su parte superior y aproximadamente la parte superior incidía con su cabeza, espero sentado en el lado oeste de la pica, asta que por fin el orto solar coincidió con el agujero, poniendo otra entre el sol y la primera. Luego realizo los cimientos de la futura iglesia de nuestra señora de los Ángeles.
Los restos incorrectos de Ben Tauro fueron trasladados en procesión al ápside de la nueva iglesia.
El papa Clemente VIII en breve de dieciocho de octubre de mil quinientos noventa y cuatro, y recibido en la diócesis el uno de febrero de mil quinientos noventa y cinco,    conocidos los portentos obrados por intercesión de Ben Tauro, lo canonizó.
El dieciocho de julio de mil novecientos treinta y seis, estando Juan, con sus dos hermanos en el monte, vieron llegar a un camión con unos hombres, vestidos de azul, y una boina roja, y temerosos de estos se refugiaron en la iglesia cercana, los hombres de un pueblo vecino prendieron fuego a la iglesia  de nuestra señora de los ángeles, abandonando a continuación el lugar, a los pocos minutos la iglesia parecía un orno, milagrosamente cuando el humo ya estaba asfixiando a Juan  y sus hermanos, encontraron un resquicio en una pared y salieron al exterior, quedando la iglesia derruida y las cenizas dispersadas por el viento huracanado.
En la actualidad solo se puede venerar una talla en escayola situada a la izquierda del retablo, junto a nuestra señora de los ángeles de la que la iglesia obtuvo su nombre.

miércoles, 15 de febrero de 2012

EN UN REINO MUY LEJANO:
Cerca de la desembocadura del río Nahar Ha Yarden, en la parte septentrional de la gran fosa del Rift, fractura técnica que separa las placas asiática y africana, muy cerca del lago Kineret, existe una pequeña  aldea, BrOoaioa, localidad en la que Philipus, rebautizo con el nombre de Lulia, en honor a la hija de Augustus.
Corría el año uno antes de cristo cuando aquella mujer parió a un barón,  blanco de cuatro kilos de peso, poniéndole  de nombre Bart Loná, (hijo de Loná) la familia se dedicaba a la pesca, desde muy pequeño acompañaba a su padre en la barca de remos que este tenia, pero cuando tubo cierta edad se mudo a la localidad vecina de Nahum, mucho mas cerca del lago.
Corría el   año veintisiete de nuestra era, cuando Loná que contaba ya con veintiocho años conoció a  un joven, So-fér de profesión, que avía llegado con su madre, viuda de un carpintero, y su hermana a la localidad ribereña.
Xara la hermana del joven escriba,  era muy guapa, y Loná se enamoro locamente de ella, Loná inmediatamente fue a hacer el Bar-Mitzva, a el templo de la localidad, con el documento en la mano, fue en busca de Miriam, su futura suegra, dada su situación de viuda, era junto con su hijo los encargados de dar la mano de la joven Xara, estando todos de acuerdo, el siguiente sábado en  el templo delante de todo el pueblo dieron a conocer su intención de contraer matrimonio, pasados pocos días y sin ningún impedimento, anotándose  en el libro del templo, no sin antes entrevistarse con el rabí, que los tenia que casar,   mas tarde  firmarían el Ketubbah.
El día de la boda amaneció lloviendo, Loná había madrugado, vestido con una túnica morada y acompañado por dos amigos, pescadores como el se dirigió a las inmediaciones del templo, esperando allí en la puerta a la novia que se retrasaba de la hora acordada, cuando llego, con dos jóvenes mujeres que eran sus damas de honor se situó a la derecha del novio, y entre los otros cuatro le pusieron por encima la Jupá.
Una vez dentro del templo Loná introdujo el anillo en el dedo anular de la mano derecha de Xara, diciendo “por este anillo eres mía, según nuestra doctrina”.
El Rabí indico los deberes del esposo y dijo, “deberás proveer de alimento, de ropa, además de cuidarla amarla y protegerla según la ley y nuestra tradición”.
Dando gracias al Creador por haber echo el mundo de dos partes, (mujer y hombre).
Rompiendo seguidamente una copa Loná,  que simboliza la destrucción del templo de Yerushaláyim.
La pareja salio del templo ya como matrimonio dirigiéndose a su casa, y en una habitación privada, se encerraron,  realizando la yhiud, cuando se sintieron listos salieron y comenzó el banquete, empezando por la bendición del pan, luego peces pescados por el propio Loná el día anterior y por ultimo cordero asado.
En el año treinta y tres de nuestra era Loná y su familia se trasladaron a Yerushaláyim, era el 30 de abril, aquel año no avía llovido y el lago se había medio secado, y en la capital se podía efectuar el comercio con más público pues Xara tejía alfombras.
Pero por aquellos días, un reo, fue ejecutado, Loná se hizo con la amistad de un grupo de caminantes de Ha-Galil, y con el poco dinero que obtuvo por la venta de las alfombras, compro un burro y un carro de un solo eje, y con Xara, y su hijo que contaba por entonces con dos años, parió en dirección a Roma.
Entre los romanos la ociosidad era su pasatiempo, pues el trabajo era algo despreciable, que ya realizaban los esclavos, con las alfombras que Xara  había tejido por el camino al venderlas compro un pars-rustica, formada por un patio central, que daba a un jardín,  también dentro  del recinto. Al fondo del patio central se encontraba la habitación donde dormía el matrimonio,  acompañados de sus hijos pequeños pues la casa solo tenia una habitación.
Paso el tiempo,  estando enhebrando aquellos  barbos  pescados en el río Teveré, en el patio de la casa, se recostó,  en la silla de mimbre  quedando dormido al sol de mediodía, cuando Xara lo llamo para comer al no contestarle lo zarandeo, cayendo el pescado de la mano, el sol daba en la  cara de Loná, los almendros florecidos, y el viento traía un    aroma primaveral, eran las doce del mediodía hora  solar de aquel veinte de febrero del año sesenta y siete de nuestra era.
A unos doscientos metros de el río Teveré, muchos años después se encontraron unos huesos,  a poca distancia, de unas ruinas de una antigua casa solariega, los huesos de aquel hombre tenían tierra  de la tumba que tenían abierta ante ellos, los huesos tenían un color rojo gracias al paño dorado con que fue envuelto el cadáver, restos de un paño púrpura e hilos de oro lo que demuestra que era una persona venerada, los arqueólogos dedujeron que eran huesos de un ser robusto, de sexo varón, de avanzada edad de aproximadamente unos setenta años, y del siglo primero.
Años más tarde los cristianos levantaron una iglesia en derredor de la tumba.                   

martes, 14 de febrero de 2012

HACE MUCHOS, MUCHOS AÑOS:

Aquel día se habían juntado para cenar unos amigos en aquel pueblo, la puerta principal de la casa, se abría  hacia levante, con dos ventanas en el primer piso y tres en el segundo, una plaza a dos alturas, delante de la puerta principal, y unas puertas grandes  o carreteras, de madera de roble, que servían para guardar por ellas los carros un poco mas metida de la alineación de la fachada de la casa.
La casa era del abuelo de la mujer de Lesus, (Magda-el), y todos los sábados, invitaba a cenar a sus amigos, el primero en llegar fue el hijo de Tholmai, seguido a los pocos minutos de Jacobo, un jovencito hijo de Jalfai, poco mas tarde llegaron Adriél, Is´qeriyyôt, Shimón, Yohannân, y pasados veinte minutos llegaron Yeshu, Tadday, Zelotai, Tomás, Yago, y en ultimo lugar Philos.
En estos momentos el sol ya iba acariciando las piedras de las torres del templo, y las casas de la pare alta del pueblo,e iba penetrando lentamente la oscuridad en las calles de la parte baja.
Mientras las mujeres preparaban la sala, los hombres pasearon por el pueblo ablando de sus cosas, cuando la primera estrella apareció en el cielo terso de la tarde, todo estaba ya preparado, la sala, los divanes, las mesas, las lámparas, los panes, el vino, el cordero al chilindrón recién cocinado.
Havia   alegría en todos los rostros, y una luz especial en sus ojos, en aquel atardecer, les parecía que  emprenderían una marcha hacia la livertad.
Cenaron, Magda-el atendía la mesa vigilando a unas esclavas que la familia tenia, pues era  desahogada económicamente los niños, jugaban en el patio, Lesus tomo un pedazo de pan, y mojándolo en el  plato le dio a provar a Is´qeriyyôt, diciéndole seguidamente, “Realiza pronto lo que tienes que hacer”, pero ninguno de los otros invitados comprendió el motivo por el que se le decía esto, como Is´qeriyyôt estaba encargado  de los dineros, que entre todos habían escotado, todos pensaron que Lesus lo había mandado a la tienda en busca de más alimentos cuando Is´qeriyyôt salio ya era de noche.
Is´qeriyyòt tomo a los hijos de Lesus, y llevándose también a Magda-el   embarazada de siete meses, montando en una barca de caña, se echaron al mar, llegando a la isla de Ízaro, a la espera de que Lesus, le enviara noticias   para su regreso.
Pero el tiempo pasaba, y las noticias no llegaban, y se dirigieron de nuevo a Yerushalayim en incógnita misión, los dos niños ya casi unos hombrecitos, Magda-el, con un bebe de dos años de edad, y Is´qeriyyôt que ya parecía un anciano,  llegaron a aquella ciudad e izo sus indagaciones, y todas las noticias que obtuvo fue que Lesus había sido asesinado tres días después de aquella cena, en la casa de aquel pueblo, convenció a Pilato, y fue uno de sus corregidores, cuando localizo, a los asesinos de Lesus, entro en su casa y con la espada de el hijo de Yona, mato a los culpables de la muerte de Lesus, dejando con vida a Yurëk cabecilla del grupo  y llevándolo a rastras a un campo próximo,   lanzándolo de  cabeza, se reventó por el medio, y todas sus entrañas se derramaron, por lo que aquel campo desde entonces paso a denominarse Alcadama.
Is´qeriyyôt se caso con Magda-el y tuvieron otros dos hijos educando a sus cinco hijos en el temor de yhwh y el amor al prójimo.
Is´qeriyyôt ya octogenario narra su amistad con Lesus, desde su infancia, asta le fecha de su asesinato, en un escrito que llamo, las memorias de Yehûdah. Muriendo a las pocas semanas de su publicación quedando Magda-el viuda viviendo en la casa de la plaza de aquel pueblo hasta que falleció, con la satisfacción de haber amado a dos hombres buenos.

Cuando Magda-el murio,su cuerpo fue enterrado, en aquel túmulo quedando a su izquierda el cadáver de Lesus, y a su derecha Is´qeriyyôt, sus hijos cerraron la gran puerta de al menos  50 arrobas de peso, marchando muy tristes para sus casas, a los pocos días alguien les comunico, que la puerta de la sepultura de sus padres estaba abierta y  se acercaron rápidamente,  encontrando los nichos vacíos.
Pero esto ya es otra historia…