miércoles, 15 de febrero de 2012

EN UN REINO MUY LEJANO:
Cerca de la desembocadura del río Nahar Ha Yarden, en la parte septentrional de la gran fosa del Rift, fractura técnica que separa las placas asiática y africana, muy cerca del lago Kineret, existe una pequeña  aldea, BrOoaioa, localidad en la que Philipus, rebautizo con el nombre de Lulia, en honor a la hija de Augustus.
Corría el año uno antes de cristo cuando aquella mujer parió a un barón,  blanco de cuatro kilos de peso, poniéndole  de nombre Bart Loná, (hijo de Loná) la familia se dedicaba a la pesca, desde muy pequeño acompañaba a su padre en la barca de remos que este tenia, pero cuando tubo cierta edad se mudo a la localidad vecina de Nahum, mucho mas cerca del lago.
Corría el   año veintisiete de nuestra era, cuando Loná que contaba ya con veintiocho años conoció a  un joven, So-fér de profesión, que avía llegado con su madre, viuda de un carpintero, y su hermana a la localidad ribereña.
Xara la hermana del joven escriba,  era muy guapa, y Loná se enamoro locamente de ella, Loná inmediatamente fue a hacer el Bar-Mitzva, a el templo de la localidad, con el documento en la mano, fue en busca de Miriam, su futura suegra, dada su situación de viuda, era junto con su hijo los encargados de dar la mano de la joven Xara, estando todos de acuerdo, el siguiente sábado en  el templo delante de todo el pueblo dieron a conocer su intención de contraer matrimonio, pasados pocos días y sin ningún impedimento, anotándose  en el libro del templo, no sin antes entrevistarse con el rabí, que los tenia que casar,   mas tarde  firmarían el Ketubbah.
El día de la boda amaneció lloviendo, Loná había madrugado, vestido con una túnica morada y acompañado por dos amigos, pescadores como el se dirigió a las inmediaciones del templo, esperando allí en la puerta a la novia que se retrasaba de la hora acordada, cuando llego, con dos jóvenes mujeres que eran sus damas de honor se situó a la derecha del novio, y entre los otros cuatro le pusieron por encima la Jupá.
Una vez dentro del templo Loná introdujo el anillo en el dedo anular de la mano derecha de Xara, diciendo “por este anillo eres mía, según nuestra doctrina”.
El Rabí indico los deberes del esposo y dijo, “deberás proveer de alimento, de ropa, además de cuidarla amarla y protegerla según la ley y nuestra tradición”.
Dando gracias al Creador por haber echo el mundo de dos partes, (mujer y hombre).
Rompiendo seguidamente una copa Loná,  que simboliza la destrucción del templo de Yerushaláyim.
La pareja salio del templo ya como matrimonio dirigiéndose a su casa, y en una habitación privada, se encerraron,  realizando la yhiud, cuando se sintieron listos salieron y comenzó el banquete, empezando por la bendición del pan, luego peces pescados por el propio Loná el día anterior y por ultimo cordero asado.
En el año treinta y tres de nuestra era Loná y su familia se trasladaron a Yerushaláyim, era el 30 de abril, aquel año no avía llovido y el lago se había medio secado, y en la capital se podía efectuar el comercio con más público pues Xara tejía alfombras.
Pero por aquellos días, un reo, fue ejecutado, Loná se hizo con la amistad de un grupo de caminantes de Ha-Galil, y con el poco dinero que obtuvo por la venta de las alfombras, compro un burro y un carro de un solo eje, y con Xara, y su hijo que contaba por entonces con dos años, parió en dirección a Roma.
Entre los romanos la ociosidad era su pasatiempo, pues el trabajo era algo despreciable, que ya realizaban los esclavos, con las alfombras que Xara  había tejido por el camino al venderlas compro un pars-rustica, formada por un patio central, que daba a un jardín,  también dentro  del recinto. Al fondo del patio central se encontraba la habitación donde dormía el matrimonio,  acompañados de sus hijos pequeños pues la casa solo tenia una habitación.
Paso el tiempo,  estando enhebrando aquellos  barbos  pescados en el río Teveré, en el patio de la casa, se recostó,  en la silla de mimbre  quedando dormido al sol de mediodía, cuando Xara lo llamo para comer al no contestarle lo zarandeo, cayendo el pescado de la mano, el sol daba en la  cara de Loná, los almendros florecidos, y el viento traía un    aroma primaveral, eran las doce del mediodía hora  solar de aquel veinte de febrero del año sesenta y siete de nuestra era.
A unos doscientos metros de el río Teveré, muchos años después se encontraron unos huesos,  a poca distancia, de unas ruinas de una antigua casa solariega, los huesos de aquel hombre tenían tierra  de la tumba que tenían abierta ante ellos, los huesos tenían un color rojo gracias al paño dorado con que fue envuelto el cadáver, restos de un paño púrpura e hilos de oro lo que demuestra que era una persona venerada, los arqueólogos dedujeron que eran huesos de un ser robusto, de sexo varón, de avanzada edad de aproximadamente unos setenta años, y del siglo primero.
Años más tarde los cristianos levantaron una iglesia en derredor de la tumba.                   

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