lunes, 20 de febrero de 2012

CAPERICITA ROJA:
La señora Maria, vivía en las afueras de aquel pueblo, tenia una casa situada en el camino real, que comunicaba la pequeña localidad fronteriza con la capital de la provincia, la señora Maria, tenia a su madre viviendo en la localidad vecina, localidad que distaba cinco leguas de la casa de la señora Maria, la señora Maria solamente tenia una hija,  la niña tenía un vestido rojo, el pelo rubio y una edad de unos diez años de edad.
Aquel día  de reyes amaneció, con la niebla cerrada, una niebla que  no se veía a cincuenta metros y húmeda,  la niña, desobedeciendo a su madre, poniendo una capa roja que le hacia juego con el vestido, saltando por encima del postigo de la puerta partió camino abajo pues su ilusión era ver lo que le avían dejado los reyes magos en la casa de su abuelita.
El día diez de enero, como la niña seguía sin aparecer salieron todos los vecinos de aquel pueblo  en su busca, buscaran en la arroyo, en todos los pozos, que se encontraron alrededor de la vivienda familiar, pero la voz de alarma la dio Manuel, hombre que venia del pueblo vecino, cuando los vecinos encontraron la capa desgarrada, y ensangrentada, buscaron, por los alrededores las vísceras, los tomillos ensangrentados, y las piedras manchadas de sangre, no podían presagiar nada bueno.
Debajo de la lastra, de una peña, Juan encontró la pierna derecha de la niña, y alrededor del  manojo de trapos ensangrentados, una huella de la pezuña de un animal, trasladándola a la población, no pudiendo encontrar mas rastro ni de niña ni del animal que la ataco, acordaron que el entierro de la pierna de la pequeña, seria el día once de enero a las once de la mañana.
El día once de enero, la nieve cubría el campo santo de aquella localidad, la tierra marrón destacaba en el manto blanco todo estaba preparado, el catafalco, con el pequeño féretro, un catafalco negro, con una calavera, y dos tibias cruzadas se complementaba can unas faldillas moradas con una franja verde a diez centímetros del suelo.
El sacerdote, en la puerta, con los familiares, esperando a que los abuelos de la criatura llegasen del pueblo vecino, cuando el abuelo, con solo una camisa desgarrada, y lleno de sangre por todas partes, llego a la puerta de la iglesia, contó que una bestia de los avernos,  los avía atacado, mientras algunos vecinos, enterraban a la pequeña, Juan, y su hijo, tomaron los Arcabuces, y los perros y acompañados por otros hombres, bajaron el camino nevado asta el puente del río, donde  el camino hacia una curva en forma de herradura,  donde el anciano, dijo que avía perdido  a su esposa y al animal, un asno que los trasportaba en aquella triste jornada.
Del burro jamás se supo, de la anciana, se encontró la pierna derecha, Juan mando trasladar la pierna al pueblo, y una vez que se quedo solo con su hijo le comento a este, “los lobos, jamás, comen la pierna derecha de los humanos” dicho esto, se apostaron en sitios camuflados con el terreno.
Los copos de nieve caían aquel veinte de enero, la carnaza del burro, sacrificado, para que sirviera de carnaza, ya casi estaba cubierto de nieve, cuando una pata se empezó a mover, desde donde estaba el hijo de Juan no tenia una buena perspectiva y se movió casi de forma imperceptible, la pata ceso en su movimiento, y desapareció la oportunidad.
Eran las  siete de la mañana de aquel veinticuatro de enero cuando el lobo entro de frente a donde estaba Juan, este encendió la mecha del arcabuz, un arcabuz que tenia seis centímetros mas de caño que la mayoría de los otros cazadores, la mecha humeante ya se colaba por el  hueco que comunicaba el exterior con el anima del cañón, de repente el animal se situó de   un salto a poca mas de tres metros de él, “pum” el disparo sonó como un cañón, pero el proyectil paso a pocos centímetros de la cabeza del animal, este se abalanzo, sobre Juan, arrancándole de las manos el arma, Juan le espeto en la barriga su navaja,  pero el bicho ya le tenia un brazo en la boca, de repente se escucho otro cañonazo, y la bestia parda, cayo ya sin vida en cima del cuerpo de aquel cazador.
Montaron guardia los días sucesivos,  y ningún animal  se presento, el día uno de febrero se echo a llover deshaciendo la nieve.
Cuando el año siguiente empezó a nevar, alguien vio huellas de lobo, prohibiendo el alcalde salir de la localidad a los vecinos desarmados, Juan y su hijo montaron guardia en el bosque pero el animal urdió a los cazadores, no volviéndose a saber de el, desde entonces cada vez que nieva en aquel pueblecito, se pueden ver las huellas de el lobo, que se acercan a la casa de Juan y vuelven a salir de el pueblo.
Una noche, cuando el hijo de Juan fue a buscar a su padre, encontró la casa bacía,  su padre había desaparecido, solo pudo encontrar las huellas del animal en la nieve que cubría con su manto blanco todo aquel pueblo de castilla.
Pasados los meses, los huesos de   la pierna derecha de un hombre aparecieron en la serranía,….
Desde entonces no se volvieron a oír, ni ver lobos en aquella localidad, hasta hace dos años…

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