miércoles, 2 de mayo de 2012

PUDO  SUCEDER DE ESTA MANERA:

Su Majestad la Reina, animada de los sentimientos dignos de una princesa, y de una madre,  medicamentos, que mitiguen los efectos producidos por el cólera morbo.
En la ciudad de Salamanca a diez días, Yo Don pablo, párroco de la iglesia de la catedral de dicha ciudad, bauticé solemnemente e impuse los óleos y crismas a una niña que nació el día doce de enero, y se le puso por nombre, Pfaume Falkem, hija legitima de Joannes Falke bautizado en la parroquia de San Boal, de esta ciudad y de Deutsch Franciscaner, bautizada en la de San Millán.
Cumplió todas las obligaciones que se bahía impuesto, siempre hacia la visita de la corte con su señora, todos los meses el día dos, muchas veces oíamos cosas que hacia de niña, y era tan obediente a sus padres, que si al salir de la escuela, se entretenía jugando con otras niñas, pero apenas decían a ésta: que viene tu padre,  enseguida dejaba todo por el temor que tenia de dar pesadumbre.
Los padres artesanos, la educaron en el temor hasta terminada la instrucción primaria, única que recibió, pues la pobreza de los padres la obligo a aprender un oficio.
Madre e hija elevaron sus ojos al cielo y llenos sus corazones de fe y resignación, estaban persuadidas que la providencia,  sobrevive a todas las desgracias, y que es una injuria poner nuestra confianza en la humana industria.
Madre e hija, se dieron de lleno en todos los ejercicios virtuosos, gastando parte de la mañana en confesar, comulgar, oír misa, y rezar todas las devociones que no eran pocas, pues a todas las asociaciones estaban inscritas, siendo las primeras que tomaban sitio en la clerecía.
 La mujer con la fuerza sobrenatural que le presta la santa cruz, y con sus puridades innatas contra su verdadero enemigo, lo que no conseguirían los inocentes artesanos, soy después de dios la esperanza del mundo.
Arrendaron una pequeña y modesta casa en la calle traviesa, y en ella madre e hija pronto olvidaron el calvario vivido anteriormente, y gracias al taller de pasamanería, ganaron el sustento.
Me llamó a escribir una noche, y me dictó muchas cosas de su padre… dicho padre le señalo una habitación y le dijo que se quedara allí encomendándose a dios, me mandaba escribir con frecuencia contra este padre, y yo no quería, le dije que no, y que nada escribiría contra él ni contra nadie, con lo tanto se enfado mucho y me pegó.
Después de mucho tiempo me convenció para publicar una nota, Después de hallarnos en la habitación, yo encomendándome al divino, nuestro padre, miraba esta función con demasiado cariño, y le apenaba vernos en casa tan reducida, como nuestro estado era de tan extremada pobreza, no existían puertas, solo una cortina dividía una intimidad de otra.
Aquel día encontró su padre unos versos de la joven rubita, que decían de esta guisa:
Ya no vivo para mí,
Que vivo para mi amado,
Y yo te ruego vida mía,
Que me aceptes tal como soy.
Leyendo esto su padre enfureció,  y la quería casar con su vecino.
Pero la madre, una mañana fría, hizo un atillo con unas pocas pertenecías y abandonaron la ciudad de Salamanca para nunca volver, ante esta circunstancia ella no se inquieto, ni perdió la paz de su alma.
No se puede figurar el disgusto y pena que nos causó, y mas cuando supimos que su padre estaba gravemente enfermo, pero ella con una paz interior nos dijo que él era hijo del demonio, y que seguramente no volvería a verlo ni en esta vida ni en la futura.
Puesta de rodillas en la grada inferior del altar mayor, a sus dieciséis años, la joven rubita de cabellos rizos, después de   que el sacerdote hubiere sumido y dado la absolución, para administrar la sagrada comunión, teniendo este el copón y la sagrada hostia en la mano, un tanto elevada de la cara, creí ver un rayo de luz, que desde las manos del sacerdote, iluminaban el rostro de aquella joven  llenándola de paz y sosiego.
No se puede comprender a aquella joven rubia, de pelo rizo, no habiendo pasado por estas pruebas, además hay que tener en cuenta, los temperamentos de las criaturas, que unos son más calientes que otros, y en este sentido nuestra amiga, era muy sentida, y por otra parte al estar persuadida le costaba entender que había hecho.
Le llego a lo más vivo de su corazón esta villanía cuanto más creerlo de aquella criatura, que después de dios se lo debía todo,  Pero simón la bendijo, “esto esta puesto para caída y elevación de muchos, y a ti una espada te atravesara el alma”.
El ambiente que tenía en Zamora era muy bueno pues todas las personas que la conocíamos, decíamos que era muy buena, muy caritativa y muy humilde, en una palabra una santa.
Si una santa, en el tiempo que la conocí nunca la vi faltar al silencio, lo guardaba con un rigor grande, yo e tenido por ella mucha admiración, nunca la vi quejarse, no hablaba mal de él.
Tengo que ser muy sufrida y muy resignada, sufriéndonos uno al otro nuestras miserias, con grandísima paciencia, nuestra unión la tenemos que conservar si queremos ser felices, teniendo en cuenta el carácter de él más que el mío propio.
El día nueve de los corrientes, falleció en este hospital de Zamora, Pfaume Fhalkem, a los dieciocho años de edad, muriendo como había vivido, recibió con fervor los santos sacramentos, y demás auxilios espirituales,  dejando en el mayor desconsuelo a sus pequeñas hijas, que se han quedado sin madre a su corta edad.
De suponer es que el señor, haya recompensado ya sus virtudes.
 

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