viernes, 15 de marzo de 2013

RECUERDOS DEL AYER:

Hoy de nuevo llegan hasta mis recuerdos impresos a aromas de sal de bacalaos colgadas de un machón, de un sobrado de una casa del pueblo de Videmala.
Nuestros convecinos más jóvenes no intuyen ni siquiera la nostalgia que uno que aunque joven, ya no es un mozalbete, de aquellos que solían correr en bicicleta emulando a los panchos, pirañas y deixis y compañía cuando se murió “Chanquete”.
Hoy de nuevo al releer una historia que pudo muy bien transcurrir en Videmala en casa de un tío mío más bien tío de mi madre que tuvo, cantina y/ o taberna y/o ferretería, almacén, etcétera… una historia que comienza de la siguiente manera:
-¿Me dejas que descorra la cortina? Y yo en esos momentos se me viene a la memoria un postigo, de una puerta de madera.
-Siempre estaba sentado de la misma manera: su espalda contra lo oscuro de la pared del fondo; su cara contra la puerta,  hacia la luz y la memoria cavila infinita y piensa junto a la puerta de la cocina, mirando a la plaza.
-El mostrador corría a su izquierda, paralelo a su mirada. Una mirada, cansada de haber segado todo el día de aquel verano caluroso de mil novecientos cincuenta y cinco.
-Colocaba la silla de lado, de modo que el respaldo de ésta le sostuviese el brazo derecho, mientras ponía el izquierdo  sobre el mostrador, sujetando aquella jarra de porcelana que en un tiempo fue blanca, y que coloreada de vino tinto, daba la sensación de un color purpúreo.
-¿Me dejas que descorra la cortina?...
-Y él asintió con la cabeza, era un lienzo pesado, de tela de costales, seguro que de lana merina, de cuadritos rectangulares rojos verdes azules de unos diez centímetros por cinco.
Hoy es la tercera vez que releo dicha historia y los recuerdos vuelan, mis recuerdos, supongo que un tal Rafael no escribiera el texto pensando en aquella pequeña taberna, de Videmala, pues ni el titulo ni la trama, miento la trama si, pues río si tenemos, hoy el embalse casi lleno, en la bogaya si se podría recrear la trama perfectamente.
Pero no, no me refiero al embalse del Esla, me refiero a un río terciario, que recibe por la izquierda al Henares.
Recomendando a todos la lectura del mismo, me despido de vosotros, y supongo que dentro año o año y pico cuando vuelva a releerlo, su primera página me vuelva a traer los recuerdos de aquella cantina de mi niñez, una cantina que los flaxes,  olían a un olor indefinido mezcla de aromas de cola, limón naranja con otros olores de aquella primitiva congeladora.
Hoy me encuentro convaleciente de esta puta gripe, y por eso la melancolía, campa en mis pensamientos, y la historia no ayuda nada pues los finales no acostumbrados, me ponen más huraño, y sigo la lectura.
-La niña, no tiene por qué estarse aquí sacrificada todos los domingos; y en estos momentos pienso en la prima de mi madre, en las historias que me cuenta de cuando eran jóvenes preadolescentes.
Sigo leyendo y el río invariable, la juventud, la fiesta los baños, baños de sol, arena, y jóvenes, más jóvenes que yo, mis recuerdos viajan a aquella bogaya que nos bañábamos con o sin bañador, dependiendo si tenias permiso o no de los padres y/o abuelos, luego la caminata hasta el pueblo y cuando llegabas estabas seco, pero sigo con la lectura.
-Aquel rectángulo de sol se había ensanchado levemente, zumbaban moscas en la ráfaga de polvo, supongo que el olor a vino sobre la madera del techo de la bodega influía en ello.
Hoy el bar del pueblo se allá en otro sitio, pero el recuerdo sigue vivo de igual modo que si se pudiera ir a comprar cualquier objeto a aquel establecimiento.
Mañana, seguiré leyendo, las plasmaré o no eso es otra historia ggg… no le des más vueltas.
J.r.f.

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