HISTORIA
POS ADOLESCENTE:
Me
llamo Irene Falcón , la mayoría de vosotros, no me conocéis pues abandone el
pueblo zamorano allá por el año 1922, desde este lejano país, en el cual me
encuentro, no por amor, de ningún hombre, aunque quise a muchos, todavía recuerdo
a aquel, un hombre alto, rubito, con ojos color miel, hoy mi nieta quiso
ponerse delante de su maquina, una televisión con teclado de maquina de
escribir, lo que añoro yo esos pequeños golpecitos en el papel, de mi vieja
“olimpiette” en aquellas tardes de domingo que después de la huida hacia
delante que mi familia realizo, copiando al dictado de esta pobre anciana, el
relato de mi humilde vida después de abandonar tierras guímaras.
Mi
madre, modista en el pueblo entró al servicio, aun no se muy bien como, pero un
día alguien nos presento en una calle de Madrid, y la señora una joven altísima en aquellos momentos diputada en el congreso,
tomó a mi madre como costurera, yo unos años menor, era como una chica que
pululaba, sin parar por la casa enorme de aquella familia que para nuestro
humilde entender era bastante adinerada.
Dolores,
que así se llamaba la señorita, logró sin no
muchos esfuerzos, que pudiera ser admitida en un colegio de monjas pues dijo que en aquellos días
convulsos, eran las que a una joven como yo le podían dar una educación.
Las
pobres madres, me enseñaron las letras, pero lo que hoy sé se lo debo a
Dolores, ella siempre firme, me enseño a no bajar la cabeza delante de
orgullosos terratenientes… pero me estoy hiendo, a ya se esto es otra historia
que algún día contare, centrémonos.
Cuado
encontré a la muchacha, aquel día de principios de mayo del dos mil trece en
aquel parque de la ciudad de Zamora, hablamos, y una cosa llevo a la otra, y
soy Javier, le dije, soy de un pequeño pueblo que se llama Videmala, la joven
que a groso modo, le llevaría mas de quince años se echo a llorar, me contó que
su madre, había trascrito, de boca de su
abuela un documento que guerreaba envuelta en una piel antiquísima, y la historia de la vida de su antepasada,
que aparecer la situaba en Videmala a principios del siglo pasado.
Toque
el lienzo, con mis propias manos, la hoja parecía un pedazo de historia lleno
de polvo con unas letras en griego antigua, fue lo más cerca que he estado
en mi mísera vida de la verdad, la
verdad con mayúsculas, las transcripciones que en un disquete de ordenador, me
facilito, yo intentaré reflejar, según las ultimas voluntades de aquella
descendiente de aquel pueblo, nuestro pueblo.
Irene
miraba por aquella ventana de aquella ciudad del norte, la nieve cubría el
suelo, la temperatura era demasiado gélida, Dolores le consiguió aquel piso,
después de que tuvieran que abandonar Madrid, era la historia de su vida,
siempre huyendo, pero esta vez con su amiga, Dolores en aquellos momentos
tristes para todos, parecía estar mas entera, seria por su carácter vasco, pero
su gran envergadura de mujer, enorme o por la educación ya recibida, pero
irradiaba confianza a todos aquellos compatriotas que habían obligado a
abandonar su tierra.
La
muchacha no perdía detalle, escribiendo lo que Irene contaba, aquellos
recuerdos de aquella ventana helada por aquel viento de norte que venia gélido,
le contaba que la ventana miraba a la
salida del sol, en primavera este, entraba caldeándolo todo pero el día de sus
recuerdos, la niebla cubría la era, una era igual que la de su juventud, los
árboles del fondo con aquel manto de cenceño, y luego la ciudad, una ciudad
extraña, con gente extraña, casi tan fría como aquel viento que se metía en los
huesos, por donde vamos, su nieta releyó las ultimas dos líneas, a si, contesto
Irene, todo empezó recuerdo en aquel día de invierno, la niebla helada campaba alrededor de aquel viejo edificio, la
calefacción de carbón, parecía quejarse para no dejar congelar las tuberías, al
filo del mediodía llamaron al timbre, era Dolores, la acompañaba una mujer,
casi de su misma envergadura, estoy segura que no me dijo su nombre… es
Inglesa… nos vamos al cairo, vienes, a los tres días desembarcábamos en Egipto.
Terra autem erat inanis et vacua et tenebrae super faciem abyssi
outrigger.
La dirección que me facilito la nieta de Irene, me llevo a
la calle del rosario, aquel día había nevado, los albañiles trabajando en una
andamiada, en la pared de piedra arenisca, el frío, congelaba el cemento, pase la rotonda en
dirección norte, y situando la vista en la estatua de un fraile de bronce,
congelado junto a una farola subí las tres escalinatas, deje al monje gélido a
mi espalda, me introduje en los soportales situados a mi derecha, me introduje
por una puerta lateral.
Deseo ver a Alberto, le dije a aquel hombre cuyo rostro
irradiaba bienestar situado detrás de aquel mostrador color nogal espere por
favor…
Alberto un hombre enjuto de cara de un metro ochenta de
estatura aproximadamente, me sacaba diez centímetros, las escasas barbas
canosas, la calva prominente, dejaba al descubierto un cráneo, largo, lo mire y
no se, si se dio cuenta, no dijo nada, pero su cabeza, tenia la forma de un
melón de piel de sapo por aquellas manchas tan peculiares. Soy Javier, y le di
una inscripción en latín que me havia facilitado la nieta de Irene.
Si le pareció bien, o
mal, lo que en el papel decía ningún rastro en su rostro, tuvo mella, “Tienes
coche” pregunto de repente, lo deje en el parking del centro comercial norte, y
e venido hasta aquí andando, le respondí, sígueme dijo y salimos puerta a
fuera.
El sol a nuestras espaldas, daba la sombra en aquel patio,
mire hacia arriba, la esquina situada de frente, con dos columnas a mi
izquierda conté cuatro ventanas, en lo
que sin duda alguna era el segundo piso,
en el primero, las ventanas, cincelaban un arco de medio punto, y en el
centro de este una tenia un ojo de buey, la siguiente una especie de trapecio
con los vértices redondeados, luego las ventanas algo rectangulares, siendo el
bajo, una galería cuadrangular, con arcos que miraban aquel patio central, me
fije en las baldosas, las piedras de granito, una clara, y otra oscura,
pavimentaban aquel patio hasta llegar a
un brocal de un pozo, un pozo elevado en tres escalinatas hexagonales que
disminuían según se elevaban del nivel
del suelo, el brocal del pozo de la misma forma tenia un sujeta poleas de
forja, Alberto tiró de una piedra y me entrego un cilindro, volvió a colocar la
piedra y salimos del recinto a toda prisa.
El lacre del sello que cerraba el cilindro, tenía un cordón
con intervalos de mayor tamaño, conté hasta
ocho, cerrando abajo dos caracolas, en la parte alta un gorro coronado
con dos llaves cruzadas, dos especies de bellotas, flanqueados por un castillo
a la izquierda, y un león rampante, uñado y lenguado, a la derecha, una cúpula,
con un hombre que imparte doctrina, a otros seis, situados tres a derecha y
tres a izquierda del centro, una mesa con una equis cortada por una cruz,
finalizan el sello, leyéndose en latín,
vultus in omnibus libris timentes, IIc, IX.
Salimos y ya en la calle me despedí de aquel hombre que puso
en mis manos aquel objeto tan fantástico, sin conocerme de nada, nos dimos la
mano y puse rumbo norte, una vez que deje a mi derecha el hostal catedral,
continué a la plaza mayor, una carpa cubría buena parte de la fachada norte de
esta, salí por la puerta que encontré a mi izquierda, dejé a la jabonería del
carmen a mi izquierda, la rotonda que encontré me condujo a la avenida de
Italia, y la calle Álvaro Gil, otros
diez minutos andando, llegue a la ultima rotonda, con su figura de la
tauromaquia, envistiendo frente a una plaza en desuso, llegando a la plaza del
bierzo tome mi automóvil y en cuarenta minutos, me encontraba en Zamora con la
nieta de Irene Falcón. Entregándole el cilindro que aquel anciano me havia
entregado.
Acertijos, en la oscuridad, historias, leyendas, mitos,
fantasías, el narrador, informa de
hechos naturales, o sobrenaturales, o una mezcla de ambos, de forma imprecisa,
entre el mito, y el hecho verídico,
dejando a la voluntad del lector, donde empieza y acaba la acción.
Para los amantes del suspense, pronto tengo mas pistas,
hasta entonces un saludo a todos… dormir bien… ggg…
Sapienter
agendum cum illis, ne ulterius augmentum et si bellum
oritur, est adversum nos.
La luna llena como un plato de porcelana iluminaba las
sombras, no me gusto pero la seguí, después de aparcar aquel viejo opel blanco,
en la calle de Miguel de Unamuno, nos incorporamos a la avenida de los Reyes
Católicos, pasamos de prisa Príncipe de
Asturias, el parking desierto, y por fin a la izquierda de la calle el
edificio, un muro de hormigón dividía la entrada y salida de vehículos, un todo
terreno blanco, aparcado delante de una berlina del mismo color los dos con
cristales tintados, la luna siempre presente se reflejaba en ellos, giramos a
la izquierda y nos dirigimos a la rampa
de subida a la primera planta del edificio, un edificio viejo, que inauguraran
allá por el año de mil novecientos
cincuenta y seis, al final de la rampa,
la puerta giratoria daba acceso a un salón, enorme, y de este a la derecha la
puerta de una cafetería, vacía en ese momento de la noche, un kiosco, también
este con las persianas cerradas, y la
puerta de los ascensores y escalera, tomamos estas últimas, subimos, la luna
siempre presente nos espiaba por las grandes cristaleras de la enorme escalera
de caracol, una escalera de escalones de mármol blanco, una escalera que
abandonamos a la altura de la planta tercera, tomamos el pasillo de la derecha
un mostrador de una recepción, con dos ramos enormes de flores, nos dio la
bienvenida, en aquellos instantes se encontraba sin ninguna persona, este,
situado a la parte izquierda del pasillo que continuaba perdiéndose en la
penumbra de aquellas luces de
fluorescencia, que en aquellos momentos funcionaban en modo nocturno, giramos
justo a su lado, dejando el mostrador de los dos ramos de flores a nuestra derecha,
aquel pasillo con la misma clase de luz, tendría solo la mitad de largura, que
el que acabábamos de dejar, avanzamos
hasta encontrar una puerta de madera,
con una gran ventana a su izquierda,
penetramos por ella, había tres hileras de cucos, con sus sabanitas
blancas, contamos uno, dos tres, a, b, c…
El viejo cilindro en mis manos, temblaba, tome del tirador
del escudo de lacre, en cuya en el que pude leer por segunda y ultima vez,
vultus in omnibus libris timentes, IIc, IX.
Tire, del apéndice y el viejo lienzo que cubría un cilindro
de piel de oveja se rasgo rompiendo el silencio del lugar, el filo del acero,
brillo de inmediato a la luz de la luna, una hoja en forma de hoz invertida,
con un nervio que lo acompañaba desde su punta hiniesta hasta su empuñadura el
corte situado por ambos lados pudiera servir para afeitar, terminaba en una
empuñadura, redonda de plata, con tres
bolitas del mismo material en su parte baja, junto al filo, la bolita del medio
se situaba en el interior de un circulo, luego, donde colocaríamos el índice y
el pulgar, antes de cerrar la mano estaba situada una cuarta, la parte en que
la mano se cerraba era estrecha circular con tres anillos correlativos, y
después se podía observar tres protuberancias a derecha e izquierda, y en el
centro, todas acabadas con bolitas de plata, dentro sus círculos, tome el arma
en mis manos, temblorosas, introduje la funda en mi bolsa, puse esta en
bandolera, la nieta de Irene, tiró, de la sabanita…
La cara de la niña, blanca, rubia, que nos miraba, con unos
ojos enormes, nos miramos mi compañera y yo, volviendo a meter el puñal en el
cilindro, envolviéndolo en su viejo lienzo, y saliendo de aquel lugar,
escaleras a bajo, jadeando, salimos por la puerta giratoria y corrimos rampa
debajo en dirección al parking de la calle Reyes Católicos, subiendo a toda
prisa por esta, alcanzamos Miguel de Unamuno, y en aquel instante en el limpia
parabrisas del coche, encontramos la pista siguiente.
Non
discoperies turpitudo, mulieris, aut filiam, Ponam coram jumentum nulla. mandata mea servate...
Una vez en casa, supusimos, que aviamos mal interpretado el
enigma anterior y que estuvimos a punto de cometer una atrocidad, esperando la
nueva pista, que nos lleve a más aventuras, termino esta entrega, y ser
buenos…. Siempre hay quien ve…
La plaza de España aquel cuatro de septiembre, estaba a
rebosar, la orquesta situada en la puerta de la casa hierática, tocaba paquito
el chocolatero, me encontraba en el tren humano, que se forma hilera tras
hilera de danzantes, he, he, he, la música seguía el compás, llevaría tocando
la orquesta unas dos horas y media, la luz, primero la energía del
transformador norte, salto, dejando sin energía, a la mitad de la población,
pocos segundos mas tarde, la luz de los domicilios particulares, se
restableció, dejando solo lo que es las
farolas, públicas del lado norte, y oeste apagadas.
Maria, situada delante de mi, me tomo de la mano, me dijo,
al oído, acompáñame tengo que ir a casa, salimos en dirección oeste, en la
tiniebla, llegando al parque infantil,
con sus columpios y su tobogán, nos facilito la visión, un blanco circulo
celeste, un astro que en aquel momento mostraba lo que se denomina luna azul,
los rayos de plata brillaban, en las transparencias de Maria, sus dos
voluminosos senos, se expandían con cada inhalación de aire, la visión de
ellos, a trabes del tejido traslucido, era casi total, impidiendo la visión de
totalidad, un bordado, situado estratégicamente a la altura de sus pezones,
caminábamos deprisa, al llegar a la fuente, una fuente de granito, que un alcalde
años atrás, cubriera, unas antiguas termas romanas, dejando un grifo de metal
dorado que vertía el agua a un pilón de aproximadamente un metro cuadrado, de
este, se pasaba el agua por rebosamiento a otro pilón de seis por uno, teniendo
los dos un metro de profundidad, Maria me sonrió, espera aquí, y echo a correr, la luz tenue de
la luna me iluminaba, saque de mi
chaqueta, americana, un paquete de cigarrillos, tome uno y lo metí en la
boca, posteriormente tome el
encendedor, y mi rostro se ilumino con un tono azulado de luz de gas, estaba yo
ilusionado con poseer aquella noche festiva aquellos senos voluminosos, apoyado en uno de aquellos baúles pétreos de
aquel puente en años antiguos romano, la calle se transformaba en carretera a
mi izquierda, vi a Maria ablando con alguien mas allá de mi
campo visual, primero no preste atención, pero luego algo me puso sobre aviso,
apague el cigarrillo sobre el pétreo baúl, y me fui aproximando cuesta arriba,
cuando mi oído pudo discernir la conversación, me pare, no era plan de
interrumpir nada, pero mi curiosidad era tanta que sin ningún genero de duda,
pude escuchar lo siguiente.
Gesegnet bist du
unter den Frauen, wird Ihre Gebärmutter gesegnet.
Cuando Maria dejo
al desconocido, y se situo a mi lado, la luz pública regreso de suvito a las
farolas, desandamos en silencio la calle ahora iluminada, pero al llegar a una
vifurcación no tomamos la direción de la plaza de España, nos fuimos a nuestra
izquierda, pasamos por el colegio mayor, tomamos una callejuela sin asfaltar,
que nos condujo a la iglesia catedralicea, y a su sombra la casa de Maria,
entramos a la cocina solo unos metros mas alla de la puerta principal, nos
abrazamos, mi rostro se aprosimo a su boca,
el cabello auréo, ensortijado, brillo, y en aquel momento, ella me ablo
en una lengua desconocida para mi.
Ich bin der Engel des Heils, nicht fragen Sie
mich zu verstehen, nur glauben.
Perdí la noción del tiempo, no recuerdo como llegue a mi
casa, al día siguiente en la misa mayor de aquel día festivo, ella ya no
estaba, pero yo no me encontraba triste, mi felicidad era tal, que cuando mire
a la cara de la virgen, intuí, aquella mirada pícara de Maria, y una voz en mi
interior, me decía confía…
Me encuentro hoy aquí, rememorando aquel verano, convulso, de
aquel antaño, todavía el día diez de mayo, cuando volví a releer los viejos apuntes tomado en aquel
tiempo, mi memoria, juega con la distancia, no discierne, fábula, cuento y/o
veracidad, aquel año de mi pos adolescencia,
me marco, y en mis días mas bajos invoco a la todavía joven diosa
ensortijada, de cabellos áureos, y el
Chat, me reconforta.
Mi ángel me acompañará siempre…
Un beso ser buenos…
Hasta la próxima historia…
j.r.f.
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