domingo, 26 de abril de 2015



NO TE FIES:

Tú, ya sabes lo hipócrita que es la vida, le dijo a su amiga, mientras traveseaban, en el jergón, almohadado, ella sonrió tenuemente, te acuerdas dijo él, la plaza España, la calle angosta, en dirección norte, yo situado frente al refugio, de espaldas a la mezquita,  y tú una eternidad de años más joven, coqueta con aquel soldado, sí un mozo, que se hacía acompañar por Kiko, aquel que llamaban “el rico”, lo siento dijo ella, ajustando su sostén, noto, un deje de celos en tu comentario, celos, dijo él hombre levantando la voz, celos, ggg, tristes recuerdos, yo soñador cuando me retiraba de la luz tenue de la farola verde, melancólico, imaginaba, hechos hoy desacertados, de somnolientas embriagueces, añejas en molleras obtusas, no sé, hoy ya sé, que el ánima libre, fluye el cerote del mozo de antaño, acto hoy para el cortejo, copula, antaño, añejos brunas cavilas, ella lo besó en los labios, las dos lémures se afanaron en la cubre, ya nada importaba, la segunda fase de su existencia acababa de empezar aquella noche de luna llena, las prevés   del boscaje velaban su anhelo, él dio la vuelta en la enjalma, poco después, ella clavó en su cuello los colmillos, sorbiendo, la hemorragia escarlata, dejándolo níveo,  un material inservible, abrió la ventana, y huyó bajo el astro, cenital  que iluminaba el paraje.

Nunca se supo, cuando después de que lo encontraran débil, él muchacho,   comenzó a injerir alimentos, famélico de un avidez ambiciosa, él siempre hablaba de una güera,  de tiempos pretéritos, él, el mismo empezó a cambiar de hábitos, con el tiempo, él busco a otras núbiles ninfas.

La meretriz concubina, acompañada de su compinche, guiaban a los dos varones, todas las noches calle arriba, aquella calle situada a levante, abriéndose a la plaza España, la bruma envolvía a la doble pareja,  diana, en su cenit, refulgente, regía sus pasos, perdiéndose en la confusión, el lozano militar, siempre a la vera de ella, a la diestra de la liviana  catire caminando por detrás, “El Rico” acompañando a todos otra entelequia diáfana.

No, se negó, él, el hombre se negó, su cavila lo vendía,  no solo libaba, el belfo carmesí de la boca fémina  el armonio palpitante del zagal, poniendo fogoso el pensamiento postrero, de aquel al que dejaron sentado en la localidad de espaldas a la mezquita, su pensamiento, sofocó  suspicacias, se levantó, caminaba cuesta arriba, la núbil rolliza pitusa, le sonreirá, sonrojada por la historia que él el vacio ser, de tiempos pretéritos le contaba a la oreja mientras pensaba en la mujer blonda, tomó un seno pequeño su mano lo cubría en su totalidad, la turgencia  parda entre los dedos índice y corazón sobresalía tenuemente a la luz del satélite terreo, retiró con dulzura el pelo enmarañado de la andorga de la zagala, el dolor ardiente del ariete al penetrarla, pasó a la nada, su existencia ya avía cambiado.

Hoy quiso ver en los ojos de una dama, aquellos fanales añiles de la bruna pérfida, que antaño le robó el lívido a su ánima, solo fue un instante y luego    desapareció entre el gentío, miró al establecimiento, dos ocelos conocidos, lo observaban desde el estante del escaparate, su reencuentro estaba próximo, por fin el futuro estaba próximo.

 

El futuro, será sabio, juntando, a los dos arropes, quien sabe, eso es otra historia.

j.r.f.


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