MISIBA
AL ALBACEA:
Me muero,
dijo él hombre cuando la humedad del regüeldo, bajó pernera abajo hasta el maléolo, la hediondez, rodeo al
hombre de inmediato, me muero volvió a pensar mientras se quitaba aquel atavió hediondo,
me
muero, pero al ser posible hoy no, acabó de quitarse el ropón, la ducha fría,
le reconforto, el ánima, abrió las ventanas al álgido invierno de la estepa castellana, el cierzo se
coló en su alcoba, la luz de la lámpara de la mesita, comprada en china,
alumbraba una luna sobre un palanganero, de porcelana a juego con la lámpara, se atufó de
aquella colonia de sahumerio de insecticida de permuta, osada, tomo la pluma de ganso, el tintero, y
papel, y con garabato disléxico trazó una esquela , epistolar alegato para que se
supiese, lo mucho que él pelaba la pava,
tomo también un vaso de chupito, cuando vertió en él el orujo, su diestra mano tembló, empleando la diestra y acompañándola con la
zurda, llevo al gaznate ávido la galena nívea.
Mañana,
será tarde para que yo, te diga mimos, mañana solo seré una sombra, hoy yo soñaré
con la andorga de la hembra bermeja, hoy mi ilusa ilusión esta recompensada hoy
mi armonio ampuloso baba nívea néctar en jergón nocturno.
El
duelo ilusorio, enlutado bruno, de la moza rechoncha, engalanada de azabache, ceñido a grupa prieta, pernil
embutido en leguis diáfano, superpuesto en cuña
calada, de bordado de flor, encaje sutil ámbar, puesto encima de la
intrínseca hendedura púrpura , tapiz rucio ensortijado, sílfide de sueño de
hombre famélico de recuerdos añejos de tiempos pretéritos hoy recordados al ver
tú foto.
El
güero triangulo anhelado, gaznate salobre, ilusión de siesta estival, hoy pixel
enfrentado a ocelos canelos, abiertos para no perder detalle, ánima jubilosa, antojo de baboso cenceño.
Plañido
de hembra sola, diva bermeja de ubres galgas, hoy biseladas en paño diáfano de derrama
exagerada, lloro de doncella tramoyista, hoy duelo de soledad, pésame de gentes fuleras,
que te reconfortan la noche de autos.
Mañana
solo seré un recuerdo, un hermoso recuerdo, el recuerdo de quien antaño, aquel
pequeño mozo fue quien te cobijó, junto a mi dándote mi regazo, de plañido salobre, aquella tarde de
finales de junio, un recuerdo bonito, soñaras con migo, las noches de calor
fogoso, nuestras ánimas confluirán astralmente,
o eso al menos creerás, será una ilusión que pronto dejará de iluminarte, tus solitarias,
y trémulas noches, pronto se apagarán.
Mañana será
el principio, la robusta azabache, conocerá a un hechicero, el olvido dará paso
a la indiferencia, esta caerá en la
artesa de los tiempos pretéritos, donde se mezclan las emociones, los hechos
reales con las meras ilusiones, pronto seré un recuerdo nublo.
Hoy te escribo……
Lo siguiente,
fue cada vez mas inconexo, desunido, él, el hombre tomo un sorbo del mejunje
del cristalino vaso, cogió la pluma de ganso con mano diestra y la introdujo en
el tintero, el trazo acabo encima la mesa.
El
finado frío, yacía en catafalco de pino, la corrala portalada de puerta de
roble, sin pintar, de tablas torcidas, daban paso a la luz púrpura del atardecer, la cubierta, cubierta de cubija,
llena de arañones colgados sobre el féretro, abrigaba cuatro taburetes, de
asiento de paja, a ambos lados del yacente ,más distante en una mesa camilla una jarra de barro con
vasos a medio llenar de vino tinto, y una botella a medias de anís jaspeada, de
burbujas de antaño, por detrás el gallinero, y al fondo un sonido, un aullido
inconsolable, la viuda bermeja, oronda, sufría sin alivio.
El hallazgo
de la misiva epístola, días después del sepelio del hombre, hizo recordar a la núbil
doncella, la hermandad incestuosa, las tardes soporíferas estivales, tardes en
las que la libídine lubricidad, impúdica de sus cuerpos lubricados de sudores salobres, de babosas caricias del ápice de su
amado, sobre la piel rociada del rocío anaranjado, del mejunje aquel, que impregnaba
siempre antes de yacer juntos, recordó
sus caricias, aquel día de hace ya tantos años, su primera vez, ella una infanta de dieciséis años, él un hombre
joven, caricias robadas bajo aquel vestidito estampado que la pitusa ceñía a la
cintura, y que colgaba poco por debajo de la grupa ya generosa de la zagala,
caricias robadas delante de la madre de la cría, en aquella casa blanca, debajo del parral
aquel, hoy a medias de podar, él se fue, le recordó, el llanto inundó de nuevo su
desconsuelo, se sentó y gimió durante horas.
El aloque
torso de la viuda, velado por cendal diáfano, se torno turgente, a las caricias
de las manos avilés del artista, la brocha de este, reposando en un lienzo
cercano, la sonrisa de él o la ya falta de compañía hizo que sintiera un fogoso
deseo carnal.
El mozo,
insistía en la pose de la viuda, para que el retrato, fuese tomando forma, la
preñez incipiente de la zagala, deslucía la obra
de arte, sugiriendo que se quitase la prenda azabache de un duelo ya añejo, la lorza carnosa de su anatomía, se
desparramó, dilatando el armonio del
pintor, tomando sus galgos senos rebosantes del néctar cerúleo, atrajo el belfo
de la fémina, y besó sus amplios labios, la inminente preñez de la aceitosa
hembra no fue brete alguno para el goce ya pretérito de sueños de hembra famélica
del sentir amoroso.
Él, el
difunto tenía razón he aquí al alquimista que suplirá en noches de invierno las
caricias ya olvidadas de temblorosa mano diestra, lo que no se imagino que
dentro de pocos meses, un retoño, carne de su carne, un joven bermejo, vendría al
mundo, para remembranza de tiempos antaño olvidados
Hoy en
este mes de mayo, yo un mísero cuenta fábulas, narra, la ilusa leyenda de aquel, no sé si
joven, o maduro hombre, a su al parecer pareja, jácara de parábola intencionada,
oculta a la vista de profanos ojos.
Parábola
ilusa de diestro turbado, fabula de quimera de tiempos pretéritos…
Al que
quiera entender que entienda…
Un saludo
a todos de este…
J.R.F.
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