sábado, 19 de diciembre de 2015

EL FANTASMA DE LA NAVIDAD:

La abandonó en el catre no miró atrás, salió puerta afuera  abandonó la casa blanca, las rejas blancas de fuelle cerradas sobre las ventanas de aluminio blanco, y la señal de aviso a los ladrones de una compañía de seguridad, bajo esta un pequeño tejadito, el pequeño porche que en la esquina izquierda daba a un jardín con palmeras, atravesó a grandes zancadas los pocos metros que separaban de la reja blanca de laminas horizontales y salió a la calle, a  la derecha, la señal de aparcamiento prohibido situada en el muro de entrada junto al buzón de forja blanco,  por encima del contador de la luz, cerró la puerta tras de sí y se fue yo diría que en dirección Este.
La reja de piedra ferreña, dio paso a otra más baja de ladrillo de cara vista, la joven madre que empujaba el coche de una pequeña criatura lo miró desaprobadora, un infante como de diez años corría tras ella pasando su joven mano por una reja de brezo bajo la farola junto a los contenedores,  su  cabeza daba vueltas, no podía o no quería pensar que la hubiese fallado, ya la llamaría mañana desde su casa, al sonar el despertador regresó al monótono día adía, de su humilde existencia aquella navidad seria igual a las anteriores.
La oficina de correosa a la altura del número diecinueve, a la izquierda de la calle enfrente las vías del ferrocarril que transcurrían detrás de una cerca metálica,  mantenía aparcada una furgoneta amarilla de reparto, junto a dos motocicletas, cuatro contenedores de basura en el margen derecho poco más allá de los indicadores direccionales de la calle, era una calle de dos direcciones, separada de una tercera por una acera donde se observaban dos plataneros de sombra gigantes, pasó el paso de peatones por delante de la furgoneta de la telefónica, y entró en la oficina, recogiendo aquel paquete postal, enviado desde su pasado, salió y tomó dirección a la pequeña rotonda situada a su izquierda, para regresar a casa.

La noche siguiente alguien llamó a su puerta…. La bruma fosca inundó de pronto el pasillo de la casa y su memoria viajo a un pasado incierto, desde que murieran sus padres y se fuera distanciando poco a poco de su hermana, a pesar de vivir en su mismo edificio, Ebenezer scrooge, se convirtió en un viejo huraño,  apenas salía de casa, la pereza y la apatía colmo en la fobia a la multitud, solamente cuando le llegaba ya cada vez menos un aviso de la oficina de correos tornaba calle abajo, lo recogía y  sin perder tiempo volvía a su hura, la imagen nítida de aquella gualda rapaza entre la calima fosca frente a sus ocelos pitañosos, lo hizo trasladarse a aquellos años de antaño, aquellas navidades que en tiempos pretéritos disfrutaba junto a su sobrina, ataviando el árbol de regalos y pensando en la güera amiga de su juventud, la misma que hoy tenia junto a él, manoteó entre la densa niebla pero el humo campó en derredor de la ánima, empero no desapareció. La figura de la sobrina junto a sus padres aquella navidad del tiempo pasado, le hizo recordar en que era él el que facturaba antaño ilusiones en forma de postales y repartía felicidad.
Las campanadas de la puerta del sol retransmitidas por televisión lo volvieron a su realidad, la luz volvió, y ni rastro de la aparición, sobre la mesa un paquete envuelto en papel de regalo, con una rosa roja encima, lo desembalo azarosamente en el interior unas bragas rojas de la talla cuarenta y cuatro, sus lagrimas mojaron la   intima prenda, era la ropa interior de la exánime, blonda, imprudente, la prenda que le regalo en el año quince, las hadas de la navidad trajeron más que recuerdos le retrotrajeron por un momento a su infancia, lloro y rió, y finalmente brindó al compás de las campanadas de la puerta del sol, ya sabía que la pitusa blonda estaría con él siempre….
J.R.F.

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