lunes, 19 de diciembre de 2011

8 DE AGOSTO DE 1459:

El orto solar se produjo a las cinco y tres minutos hora local, pues en ese tiempo la hora oficial no existía, la gente se preparaba para el día que se le avecinaba, y la gran fiesta que en esa jornada se celebrarían.
La localidad de Losacino de Alba, en las proximidades del río aliste, lucia sus mejores galas abría Torneos, Justas, y demás entretenimientos de la época.
A las doce horas, locales, se celebraría santa misa con la asistencia de Enrique IV de Castilla, y sus confesores, Fray  Juan del Pino, Fray Alfonso Vázquez abad de Parraces, Fray Loe de barrientos, Fray Rodrigo de Valencia, -todos ellos Dominicos- y Fray Alonso de espina, -Franciscano-.
Cuando el sequito real llego a las puertas de la ermita de la Virgen del Puerto, ermita románica, situada en las eras al otro lado del vallejo y frente al pueblo, en la actualidad reformada con una esbelta espadaña barroca, su portada con tres archibuenitas, de las cuales rudo dentado en la arista mas externa, es el único motivo  decorativo existente, con grandes rameados vegetales  en ambos lados de la entrada, trazados con cal.
El publico abarrotaba aquellas eras entre Hacinas, Parvas, triíllos, viéndoos, tornaderas y demás utensilios de la época.
El Rey se acercaba por un pasillo central franqueado por cien lanceros  con sus flamantes armaduras y en sus lanzas los pendones de Castilla unos, y los otros lucían los estandartes de León.
Luego en ese mismo pasillo se encontraban la   recua de frailes que acompañaban siempre al Rey, al final en medio de la puerta, se hallaba Fray Juan del pino, el homenajeado y el alcalde de la localidad que da igual como se llamara.
El rey saludo con la mano al público existente y   entro en la ermita seguido por todos los monjes, el homenajeado y el alcalde, situándose en un sillón en la parte derecha junto al altar mayor.
En la parte izquierda se situaron todos los frailes y en el centro el homenajeado, y un poco mas atrás el alcalde y familiares del hombre que iba a recibir ese galardón real.
Cuando finalizo la misa, el rey se levanto nombrando en voz alta a aquel hombre.
Enrique Enríquez de Mendoza, acércate a mi presencia.
El aludido se acerco postrándose ante el Rey y este con su espada poniéndola sobre uno  sus hombros lo nombro conde de Alba y Aliste, dándole como fortaleza el castillo aledaño de la localidad del mismo nombre.

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