EL
ESPEJO MAGÍCO:
La
diosa de ojos azules sonrió al mago con su mirada de hielo, el vio el alma
de ella, la zagala se despedía de él.
La
tristeza del mago no tuvo parangón pues justo después de la
alharaca, no imagino que por descontado, aquel ángel de cabello dorado, tuviera
que partir al amanecer rumbo a su enclave, asiduo.
La
mirada fija en el espejo, sus ojos color
avellana se perdía en la inmensidad del cristal pulido, soñando con ella,
recordando que la conoció en aquella casa de aquella ciudad de la edad de los
hombres, de antaño, la casa de sus ancestros, una casa blanca con su patio
trasero, su parra y sus geranios.
Recordó
también aquella miniatura de su jaez, roja de dos piezas, el alma del mago
cayó al suelo, las lágrimas brotaron de sus ojos cárdenos por los días que
llevaba en pie.
El
espejo le devolvía la imagen a aquel mago, de edad in cierta, una imagen de un
hombre áureo, en su juventud, que hoy ya casi en la totalidad de aquel bozo,
campan unos nacarados mechones.
Fuera,
en la calle, los quejidos, pesarosos, de
los brunos, volátiles, luchando entre sí, por el alimento del árbol que da dos
frutas, llegaba a sus oídos.
El
contra hechizo, no avía servido de mucho, el ya savia lo que iba a suceder, en
un futuro yuxtapuesto, pero aun tenía la esperanza de que el oráculo, del sueño, se hubiera
equivocado, aunque en su interior, sabía que no.
El
nigromante, tenía un poder superior, pero para aquel veterano mago, el futuro, era todavía un tiempo que el espejo, no le mostraba.
Se
enfundó en su capa negra, una capa de lana merina, cuyo forro interior de seda
roja, le aportaba resguardo para
aquellos álgidos días, tomo su arma, enjugo con el dorso de su mano los húmedos
ojos, y moduló un cantico en un idioma antiguo, “?F()I FMF H.PF /--)F/)/X/IF”
saliendo de la presencia del espejo.
La casa
del mago era alta, la escalera de granito gris que comunicaba la segunda planta
con el recibidor, estaba orientada al levante, el mago, innovó un hechizo de
protección, que en tiempos no hacía falta, pero ahora era imprescindible, pues
corrían tiempos convulsos para las gentes de aquella localidad.
Tomó la
calle por su izquierda, en dirección a la catedral, el conde, vivía a la
lobreguez de esta, y en aquella ceremonia, ejercía de padrino.
La
diosa, bermeja, miró al mago con su mirada azul celeste, y pronunció con voz
firme “si quiero” y la algarabía se
hizo dueña de la localidad.
La
cueva encarnada de la pruna cetrina, bermeja palpitaba rítmicamente cuando
engullo el Príapo del mago, que aunque ningún
hechizo, de este, pudiera ya
hacer que la diosa huera, tuviera hijos, el mago, y ella , usufrutuaron, de
aquella noche de bodas…
El
sueño del oráculo fue escrito de inmediato,
la bruta bestia cornúpeta, hinco
su rejón inhiesto, en las carnes del mago, precipitando el final.
Por eso
ya no puedo recordar el final de la historia, una historia de un país muy, muy
lejano, donde lo real coincide a veces con lo exotérico, o no, un país donde lo
más importante es ser buenos…
Habéis sido buenos… ggg…
J.R.F.
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