lunes, 15 de septiembre de 2014


EN EL UNICO SITIO DONDE NO LE PICO:

Esta historia es una historia que alguien me conto en una barra de un bar, una historia como otras tantas,  llena de luces y sombras, donde la realidad se mezcla con la ficción.

Aquel bar de un pueblo perdido en el noroeste de la península, yo la he dejado fraguare, y madurar,  para poderla novelar, todos los hechos, personas, y lugares, son producto de mi imaginación,  todos los parecidos con la realidad son mera coincidencia, “o no”:

La sabana áspera de lino blanco cubría las piernas de la zagala.

La bermeja mata del triangulo de su cuadril ensortijado, cubierto de la minúscula prenda translucida, dejaba entrever, el abultamiento de su belfo intrínseco.

El insecto introdujo su aguzado aguijón, en la mucosa salobre y libo el néctar, dejando allí su mortecina simiente,  justo en el centro de la flor carmesí de la doncella, despertándola presto, por el calvario.

Pasaron dos días, y el níveo flujo de la pústula  que corría por  su intimidad fue aliviado por aquel amigo de antaño, lavando la rosa de Alejandría, con delicada ternura.

La pústula, cicatrizó, no pudiendo  la dama volver a tener descendencia, pues la infecta  hendidura quedó  a tal efecto deshabilitada.

Hoy yo, tomando una caña en un bar, llego hasta mis oídos un rumor, de porque la pruna cetrina, jamás tuvo hijos, recordándome a la vieja amiga, de cabellos dorados.

Y volví a vivir la escena con tal nitidez,  volví a ver  con mis propios ojos, aquella sima, el humor, la fragancia, el craso fluido, y los lamentos de aquella pitusa.

Me levanté, Salí por la puerta, a la plaza de la iglesia,  con los ojos nublados de lágrimas, dejando que la gente, aumentara la ya gran bola de nieve, de aquella historia de otro tiempo, unos recuerdos lejanos del siglo pasado.

J.R.F.

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