EN EL
UNICO SITIO DONDE NO LE PICO:
Esta
historia es una historia que alguien me conto en una barra de un bar, una
historia como otras tantas, llena de
luces y sombras, donde la realidad se mezcla con la ficción.
Aquel
bar de un pueblo perdido en el noroeste de la península, yo la he dejado
fraguare, y madurar, para poderla
novelar, todos los hechos, personas, y lugares, son producto de mi
imaginación, todos los parecidos con la
realidad son mera coincidencia, “o no”:
La
sabana áspera de lino blanco cubría las piernas de la zagala.
La
bermeja mata del triangulo de su cuadril ensortijado, cubierto de la minúscula
prenda translucida, dejaba entrever, el abultamiento de su belfo intrínseco.
El
insecto introdujo su aguzado aguijón, en la mucosa salobre y libo el néctar,
dejando allí su mortecina simiente,
justo en el centro de la flor carmesí de la doncella, despertándola
presto, por el calvario.
Pasaron
dos días, y el níveo flujo de la pústula
que corría por su intimidad fue
aliviado por aquel amigo de antaño, lavando la rosa de Alejandría, con delicada
ternura.
La
pústula, cicatrizó, no pudiendo la dama
volver a tener descendencia, pues la infecta
hendidura quedó a tal efecto
deshabilitada.
Hoy yo,
tomando una caña en un bar, llego hasta mis oídos un rumor, de porque la pruna
cetrina, jamás tuvo hijos, recordándome a la vieja amiga, de cabellos dorados.
Y volví
a vivir la escena con tal nitidez, volví
a ver con mis propios ojos, aquella
sima, el humor, la fragancia, el craso fluido, y los lamentos de aquella
pitusa.
Me
levanté, Salí por la puerta, a la plaza de la iglesia, con los ojos nublados de lágrimas, dejando que
la gente, aumentara la ya gran bola de nieve, de aquella historia de otro
tiempo, unos recuerdos lejanos del siglo pasado.
J.R.F.
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