lunes, 29 de septiembre de 2014


UNA TARDE DE EL MES DE JUNIO:

Todavía hoy, no sé qué hubiera pasado si aquel día de hace tantos años, en la habitación de la que en aquel tiempo tenía el cuerpo exinanido, la debilidad de su anatomía y su ánima, iban parejas.

La puerta situada a la izquierda según se entra de la calle, daba paso a un dormitorio, en el que la pitusa frágil de dieciséis años, se cambiaba un biquini de un rojo intenso, al principio estuve, juicioso y me senté en la cocina situada más adelante a la derecha de un pasillo corto, hablábamos en la distancia, y yo miraba la parra de aquel patio trasero que la casa casi rural tenia.

La voz de ella  tan característica, sonaba en la alcoba vecina, el deseo, me invadió de pronto, mi Príapo, enardecido y yo nos levantamos de la silla que ocupábamos en la cocina dirigiéndonos al aposento de la adolescente, la rendija de la puerta entornada, dejaba ver junto a la cama la desnutrición de la manceba, me situé a una distancia prudencial, “en aquel tiempo mi vista era  mejor que ahora “, subí mi visión desde los pies, primero el izquierdo, que era el más cercano a mi posición, recorrí su tobillo huesudo, su pantorrilla no mas carnosa, hasta llegar a su enjuto pernil, viéndolo lateralmente, de pronto la voz de la fámula, se interrumpió, se dio la vuelta y en ese momento el ímpetu contenido en mi entelequia secreto el albo humor, al ver la áurea quiebra de su cuadril, tan pulcra, tan prieta, sus  belfos enjutos carmesí,  la ensortijada guedeja, que  cubría el triangulo de su  andorga chupada, mi psiquis, casi puede la razón, pero pude seguir subiendo mi observación furtiva, la camiseta que en su busto, ya tenía puesta, dejaba entrever dos inhiestos pitones, sobre dos diminutas protuberancias, se dio despacio la vuelta, saliendo de mi campo de visión.

Nunca sabré, si ella supo de mi furtiva mirada, si fue una invitación velada o que hubiese pasado,  de haber traspasado el umbral de la alcoba,  la cogería en mis brazos, besando su  faz frágil, acariciando su largo cabello bermejo, de una luz áurea intensa, la cubijaría entre mis brazos, como a un gorrión desvalido, después de que el trampero se hiciese con su madre de forma atroz, la recostaría en la cama, con delicadeza, y la colmaría de pasión.

Nunca sabremos ninguno de los dos, lo que hubiera pasado, pues el pringue de mi ser genésico, me abochornó  dejando a la hermosa doncella,  en la intimidad de su morada.

Hoy después de tantos años, todavía no se si la ya afamada y nada frágil mujer, intuyo mi pábulo,  ni sé si ella se entero de lo efímero,  del hálito de mi ánima, pero yo sueño todas las noches con ella, no con la afamada mujer, hoy en día con no digamos que oronda, sino con la lasitud de la pitusa de antaño.

Sabiendo perfectamente que el tiempo jamás vuelve, y que rara vez de segundas oportunidades, rezo, miento no rezo pues no soy creyente, mi anhelo es y será saber lo que hubiese sucedido de haber traspasado el umbral del cuarto de aquella casa blanca de aquel barrio pobre de aquella ciudad del noroeste peninsular.

Pero me conformo, pensando que cada ser nace con el deber de realizar una obra y si la omnipotente, deidad, no tiene esos planes, tu tarea, será otra, no queriendo acabarla, su historia, sus recuerdos de aquel día de su pos puericia juventud.

Suponiendo que ya he dado suficientes pistas, a ella, hoy mujer de alta sensibilidad, apelo, dejando desde ahora mismo la pelota en su tejado, no para repetir el hecho, de antaño, si no para saber de una vez si lo que sucedió aquel día fue un hecho realizado consciente, teniendo esperanza que no me tache de atrevido.

Maldiciéndome mi tímido hálito, y la falta de hábito de aquel entonces, entonces la tristeza embriaga mi sustancia llorando,  mis desvelos de quedas insomnes veladas, siempre estarán con ella, mi bermeja célibe enjuta criatura.

Aquel día fuimos por la tarde a la discoteca…

Pero eso ya es otra historia ggg…

J.R.F.

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