jueves, 2 de octubre de 2014


EN FRANCES… LE GATEAU:

Di muchas vueltas buscando un titulo apropiado a este cuento, al final me decidí por este por el paralelismo de la fonética.

La historia que hoy narro es la historia de un ser perfecto, los hechos narrados son reales, las alegorías solo son para novelar mejor el relato, sabiendo leer entre líneas, se puede pillar detalles, que aquel día de antaño,  los hados del destino, miraron en otra dirección, una historia real como la vida misma, pues lo que en ella se cuenta, acaeció un día de un tiempo muy, muy lejano:

La pitusa núbil, llego a aquella ciudad un día de principios de verano, la madre, la confió a aquel que no pudo defenderla del ogro feroz, él  no hizo resistencia cuando la zagala lo miro, con aquellos ojos azules suplicando clemencia,  y se fue con el feroz ser.

El bosque sombrío que la ciudad tenía en el noroeste, sirvió de fugaz morada de la bestia Bruna, que  invistió con el mástil inhiesto, la integridad incólume de la casadera cría, endulzando su siniestra acción con la labia que el maligno  ser puso en el verbo del villano.

La lóbrega noche dio paso a  una escarlata aurora,  y la niña arribó a su alcoba con su tegumento  dolorido, de las embestidas del animal.

Pasaron dos o tres estaciones, antes  que el muchacho albo, volviera a ver a la pastorcilla, clavo sus ojos color avellana en la prominente andorga, de la ninfa blonda, poniéndose güero de ira al pensar en el día de autos, hablaron, la ninfa, no sentía rencor por el ser maligno, que la poseyó en aquel aciago  lugar tan cerca de la morada de la pupila.

En un instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo, el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con su triangulo superior  de aquel bermejo cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso flujo daba paso    a una película translucida  granate, la linfa del  salobre  flujo, al parir  dejo paso a aquella cabeza de aquel frágil ser, diminuto, él lo tomo en sus manos, le soplo su nariz, y lo puso encima del pequeño regazo de la amateur madre, la criatura succiono de la diminuta aureola, abriendo sus añiles ojitos de pupilas rasgadas,  y maulló .

El pequeño ser no sobrevivió a aquel día, los abuelos maternos incineraron su cuerpecillo por si la profecía del oráculo se repetía.

Estos hechos  de antaño han quedado en el olvido, pero aunque no se habla de ello,  ni  la áurea madre de melena leonada, ni la improvisada matrona,  olvidarán el hecho que aquel día aciago les marco su futuro.

La calígine noche de luna nueva, arrullo los sueños que la matrona, y sus delirios nocturnos, supliendo su sufrimiento por un minino, de pelambre azufrado, que en los días aciagos de invierno, y demás días duerme a sus pies, y en alguna ocasión, recta a su regazo, lamiendo con su bronca lengüecilla  el inhiesto penacho de la aureola del regazo de la somnolienta ama.

Enseñando sus colmillos afilados como si dibujara una siniestra sonrisa, la criatura defensora del inframundo, ronronea y duerme plácidamente junto a la que  dio a luz, a su espíritu inmortal.

Habéis sido buenos.

J.R.F. 

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