EN
FRANCES… LE GATEAU:
Di
muchas vueltas buscando un titulo apropiado a este cuento, al final me decidí
por este por el paralelismo de la fonética.
La
historia que hoy narro es la historia de un ser perfecto, los hechos narrados
son reales, las alegorías solo son para novelar mejor el relato, sabiendo leer
entre líneas, se puede pillar detalles, que aquel día de antaño, los hados del destino, miraron en otra
dirección, una historia real como la vida misma, pues lo que en ella se cuenta,
acaeció un día de un tiempo muy, muy lejano:
La
pitusa núbil, llego a aquella ciudad un día de principios de verano, la madre,
la confió a aquel que no pudo defenderla del ogro feroz, él no hizo resistencia cuando la zagala lo miro, con
aquellos ojos azules suplicando clemencia, y se fue con el feroz ser.
El
bosque sombrío que la ciudad tenía en el noroeste, sirvió de fugaz morada de la
bestia Bruna, que invistió con el mástil
inhiesto, la integridad incólume de la casadera cría, endulzando su siniestra
acción con la labia que el maligno ser
puso en el verbo del villano.
La
lóbrega noche dio paso a una escarlata
aurora, y la niña arribó a su alcoba con
su tegumento dolorido, de las embestidas
del animal.
Pasaron
dos o tres estaciones, antes que el
muchacho albo, volviera a ver a la pastorcilla, clavo sus ojos color avellana
en la prominente andorga, de la ninfa blonda, poniéndose güero de ira al pensar
en el día de autos, hablaron, la ninfa, no sentía rencor por el ser maligno,
que la poseyó en aquel aciago lugar tan
cerca de la morada de la pupila.
En un
instante el caos se adueño de la alcoba de la infanta, el flujo viscoso se
aliviaba por el pernil de la joven hembra, dejando un gran charco en el suelo,
el muchacho de pelo dorado, apoyo con delicadeza el cuerpo de la fémina en el
catre, separándole las piernas para poder, no curiosear el belfo dilatado, con
su triangulo superior de aquel bermejo
cabello ensortijado, y observo la abertura sin repugnancia, el mucilaginoso
flujo daba paso a una película
translucida granate, la linfa del salobre
flujo, al parir dejo paso a
aquella cabeza de aquel frágil ser, diminuto, él lo tomo en sus manos, le soplo
su nariz, y lo puso encima del pequeño regazo de la amateur madre, la criatura
succiono de la diminuta aureola, abriendo sus añiles ojitos de pupilas
rasgadas, y maulló .
El
pequeño ser no sobrevivió a aquel día, los abuelos maternos incineraron su
cuerpecillo por si la profecía del oráculo se repetía.
Estos
hechos de antaño han quedado en el
olvido, pero aunque no se habla de ello, ni la
áurea madre de melena leonada, ni la improvisada matrona, olvidarán el hecho que aquel día aciago les
marco su futuro.
La
calígine noche de luna nueva, arrullo los sueños que la matrona, y sus delirios
nocturnos, supliendo su sufrimiento por un minino, de pelambre azufrado, que en
los días aciagos de invierno, y demás días duerme a sus pies, y en alguna
ocasión, recta a su regazo, lamiendo con su bronca lengüecilla el inhiesto penacho de la aureola del regazo
de la somnolienta ama.
Enseñando
sus colmillos afilados como si dibujara una siniestra sonrisa, la criatura
defensora del inframundo, ronronea y duerme plácidamente junto a la que dio a luz, a su espíritu inmortal.
Habéis
sido buenos.
J.R.F.
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