UN
DOMINGO CUALQUIERA:
Hoy me
siento demasiado cansado para escribir una historia, y ponerla directamente en
el blog.
Pensando
un poco me he dicho que voy a escribir un twitter, de esos que ahora entre los jóvenes
está tan de moda.
Aunque creo
que a poco que me extienda, mas de las palabras aconsejadas, y/o permitidas,
bueno que me doy cuerda yo solo…
Esta narración
es la que “ella” la pruna cetrina, mi pitusa bermeja, nunca escribiría, aunque
siempre me apoyará sé que no comparte alguno de los puntos de vista, pues hay
momentos en que alguien… bueno no doy más pistas, si no la historia, pierde
interés, una historia que comienza tal día como hoy en un pueblo del noroeste
peninsular:
La mañana
se levanto vespertina, con un relente húmedo, el pequeñín, dormitaba el sol, se
imponía al celaje poco a poco, el frío de la noche se alejaba de la familia, la
calma, la paz, el sosiego, la madre
presta, mimaba a su pequeñín, su sueño, placentero al sol de media mañana, a
eso de las once y media, cuando la temperatura alcanzó unos veinticinco grados,
cuando la modorra era si cabe más profunda, el tumulto, la desazón, e incluso el miedo, se
adueñó de la familia, luego más tarde la desbandada del albergue, las fauces de
la bruta alimaña, hicieron mella en el pequeñín, saliéndole por entre los colmillos
los fluidos de sus criadillas, tiernas, el púrpura flujo babeado por el bruto, cuadrúpedo, dejó
de un color carmesí la floresta del páramo, la alimaña no actuaba en solitario,
sus secuaces, laceraron el cuello de la joven criatura, clavando sus caninos seccionando
la tráquea, y la yugular el pequeñín, convulsionó cuando entro el néctar grana en
sus pulmones.
A continuación
los cánidos brutos, encetaron el cuerpo inerte del lactante pequeñín, royéndole
el fuliginoso ánimo, en el mismo instante
de su postrero pulso, dejando la diminuta canal a merced de los brunos ladinos.
Minutos
más tarde, la quietud, la calma el sosiego, volvió a él paramo.
Cuando la
luna se encuentra en menguante, y la distancia media de la tierra al sol, es
inferior a la de un año bisiesto, los vastos
seres del más allá, se alimentan, de las jóvenes criaturas de aquel lugar,
recreando una riza ancestral, cuyos principios se remontan al umbral de aquel rancio
planeta.
Por ese
motivo todos los seres del mundo cuando se acuestan miran al cielo, ven la luna
, y miden de memoria la distancia que les separa del sol, antes de acostar a
sus pequeños con un cuento, que en algunas ocasiones, se convierte en realidad.
Buenas noches…
Habéis sido
buenos…. Gggg…
J.R.F.
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