domingo, 19 de octubre de 2014


UN DOMINGO CUALQUIERA:

Hoy me siento demasiado cansado para escribir una historia, y ponerla directamente en el blog.

Pensando un poco me he dicho que voy a escribir un twitter, de esos que ahora entre los jóvenes está tan de moda.

Aunque creo que a poco que me extienda, mas de las palabras aconsejadas, y/o permitidas, bueno que me doy cuerda yo solo…

Esta narración es la que “ella” la pruna cetrina, mi pitusa bermeja, nunca escribiría, aunque siempre me apoyará sé que no comparte alguno de los puntos de vista, pues hay momentos en que alguien… bueno no doy más pistas, si no la historia, pierde interés, una historia que comienza tal día como hoy en un pueblo del noroeste peninsular:

La mañana se levanto vespertina, con un relente húmedo, el pequeñín, dormitaba el sol, se imponía al celaje poco a poco, el frío de la noche se alejaba de la familia, la calma,  la paz, el sosiego, la madre presta, mimaba a su pequeñín, su sueño, placentero al sol de media mañana, a eso de las once y media, cuando la temperatura alcanzó unos veinticinco grados, cuando la modorra era si cabe más profunda,  el tumulto, la desazón, e incluso el miedo, se adueñó de la familia, luego más tarde la desbandada del albergue, las fauces de la bruta alimaña, hicieron mella en el pequeñín, saliéndole por entre los colmillos los fluidos de sus criadillas, tiernas, el púrpura  flujo babeado por el bruto, cuadrúpedo, dejó de un color carmesí la floresta del páramo, la alimaña no actuaba en solitario, sus secuaces, laceraron el cuello de la joven criatura, clavando sus caninos seccionando la tráquea, y la yugular  el pequeñín,  convulsionó cuando entro el néctar grana en sus pulmones.

A continuación los cánidos brutos, encetaron el cuerpo inerte del lactante pequeñín, royéndole el fuliginoso  ánimo, en el mismo instante de su postrero pulso, dejando la diminuta canal a merced de los brunos ladinos.

Minutos más tarde, la quietud, la calma el sosiego, volvió a él paramo.

Cuando la luna se encuentra en menguante, y la distancia media de la tierra al sol, es inferior a la de un año bisiesto,  los vastos seres del más allá, se alimentan, de las jóvenes criaturas de aquel lugar, recreando una riza ancestral, cuyos principios se remontan al umbral de aquel rancio planeta.

Por ese motivo todos los seres del mundo cuando se acuestan miran al cielo, ven la luna , y miden de memoria la distancia que les separa del sol, antes de acostar a sus pequeños con un cuento, que en algunas ocasiones, se convierte en realidad.

Buenas noches…

Habéis sido buenos…. Gggg…

J.R.F.

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