UTOPICA
QUIMERA NOCTURNA:
Puedo solidarizarme
y me solidarizo, con los hechos acaecidos ayer, aunque no análogos si coetáneos,
en lapso efímero, como antropófago cruel, feroz bárbaro, pillado con los testículos,
escritillas genitales, refrigeradas en un refrigerador adecuado, en un país acto
para esos menesteres, intervalo fúnebre, de fantasía de modorra noctívaga, donde
la narcosis de lo irrefutable, compite con dosis de ilusas quimeras, sueño rem recóndito
de apneas entrecortado de iluso ser, fantasía que pudiese iniciarse, con una
cena opípara de bacalao al horno de leña una noche del mes de marzo, con
guarnición de patatas a la panadera, y una botella de vino de crianza de la
cosecha del año anterior.
Todo el
universo según abrí los ojos era bruno, como sobaco de grillo, poco a poco
entre la bruma atezada, fui vislumbrando la silueta de un vehículo, la plática
con el cochero, afásica sin eco ni de cinética impulsora, ni de voz en oz inexistente, subí a tal carruaje de
diestro cochero, ambarino, con terno bruno,
de sombrero de copa.
Instantes
después una puerta enorme de madera sombría, con clavos aclavelados sujetando
unos tabloides en medio de un puente lóbrego, con iconografías aladas, de polichinelas
de leviatán, lujuriosas figuras inertes de mármol taimadas lúbricas imágenes concupiscentes
sedentarias en capiteles pétreos a diestra y siniestra del carruaje, la pared
del torreón, de granito escabroso se perdía
de vista entre unas nubes lánguidas que acechaban una lluvia, pero que en
aquellos momentos dejaban hacer a los que en la tierra nos encontrábamos, al
momento se abrió medio portal, su parte derecha exactamente, su pesadez
interminable fue algo lento, la portada dio paso a un patio donde ya a esa hora
se concentraba un gentío enlutado, obscuro, solo formado por machos graves de
raza blanca, la multitud fue acumulando su presencia afásica, en la parte de atrás
del trasporte, esperando a que el cochero y yo mismo nos bajásemos del camarote
del manejo del vehículo.
El féretro,
negro, de vinilo pequeño, fue izado a hombros por los presentes personajes de
capotes sombríos largos, capas terrosas con zaínos adornos de encajes auríferos,
la afásica procesión llego al torreón donde un ser pretérito, de menciones
añejas de antaño, con un talar lóbrego, esperaba la comitiva, todos letárgicos fuimos
acomodados en unos bancos de una abovedada estancia, mientras que el sumo
iniciado subió tres escalones en un altar, concelebrando una afásica panegírica
saco de su bolsillo senda herramienta de filo aguzado, y abriendo el ataúd, cortó
la cabeza del desdichado finado.
Una rápida
multitud se arremolino en pos del abate, famélicos de creencias atávicas, de
ancestros añejos, la luminaria nívea que nadie vio por su famélico afán, me envolvió, y fui transportado al instante.
Un pórtico
tras otro fui pasando portales hasta llegar a aquel en que ella me esperaba, en
su lecho, echada en la enjalma, alba su rolliza anatomía, novel solo cubierta por
ropón tenue, diáfano, me acogió en sus brazos, su andorga bermeja de crin
encrespada se adivinaba bajo su refajo, ya olvidado tiempos preliminares de quedas
lobregueces, en brazos de la mimosa hembra cándida, confortando mi ánima hasta
que la hinchazón de mi Príapo, abotagado de lujuriosas quimeras, instó al
hipotálamo, fue un efecto inmediato, una sensación de desazón, primero la desorientación,
luego más tarde al hallar la luz rojiza de la hora en la mesilla de noche,
junto al ordenador, todo estaba controlado, me levante y fui al
doble uve c, y allí fue el comienzo de otra historia.
J.r.f.
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