miércoles, 25 de marzo de 2015


UTOPICA QUIMERA NOCTURNA:

Puedo solidarizarme y me solidarizo, con los hechos acaecidos ayer, aunque no análogos si coetáneos, en lapso efímero, como antropófago cruel, feroz bárbaro, pillado con los testículos, escritillas genitales, refrigeradas en un refrigerador adecuado, en un país acto para esos menesteres, intervalo fúnebre, de fantasía de modorra noctívaga, donde la narcosis de lo irrefutable, compite con dosis de ilusas quimeras, sueño rem recóndito de apneas entrecortado de iluso ser, fantasía que pudiese iniciarse, con una cena opípara de bacalao al horno de leña una noche del mes de marzo, con guarnición de patatas a la panadera, y una botella de vino de crianza de la cosecha del año anterior.

Todo el universo según abrí los ojos era bruno, como sobaco de grillo, poco a poco entre la bruma atezada, fui vislumbrando la silueta de un vehículo, la plática con el cochero, afásica sin eco ni de cinética impulsora, ni de voz  en oz inexistente, subí a tal carruaje de diestro cochero, ambarino, con terno  bruno, de sombrero de copa.

Instantes después una puerta enorme de madera sombría, con clavos aclavelados sujetando unos tabloides en medio de un puente lóbrego, con iconografías aladas, de polichinelas de leviatán, lujuriosas figuras inertes de mármol taimadas lúbricas imágenes concupiscentes sedentarias en capiteles pétreos a diestra y siniestra del carruaje, la pared del torreón, de granito escabroso  se perdía de vista entre unas nubes lánguidas que acechaban una lluvia, pero que en aquellos momentos dejaban hacer a los que en la tierra nos encontrábamos, al momento se abrió medio portal, su parte derecha exactamente, su pesadez interminable fue algo lento, la portada dio paso a un patio donde ya a esa hora se concentraba un gentío enlutado, obscuro, solo formado por machos graves de raza blanca, la multitud fue acumulando su presencia afásica, en la parte de atrás del trasporte, esperando a que el cochero y yo mismo nos bajásemos del camarote del manejo del vehículo.

El féretro, negro, de vinilo pequeño, fue izado a hombros por los presentes personajes de capotes sombríos largos, capas terrosas con zaínos adornos de encajes auríferos, la afásica procesión llego al torreón donde un ser pretérito, de menciones añejas de antaño, con un talar lóbrego, esperaba la comitiva, todos letárgicos fuimos acomodados en unos bancos de una abovedada estancia, mientras que el sumo iniciado subió tres escalones en un altar, concelebrando una afásica panegírica saco de su bolsillo senda herramienta de filo aguzado, y abriendo el ataúd, cortó la cabeza del desdichado finado.

Una rápida multitud se arremolino en pos del abate, famélicos de creencias atávicas, de ancestros añejos, la luminaria nívea que nadie vio por su famélico  afán, me envolvió, y fui transportado al instante.

Un pórtico tras otro fui pasando portales hasta llegar a aquel en que ella me esperaba, en su lecho, echada en la enjalma, alba su rolliza anatomía, novel solo cubierta por ropón tenue, diáfano, me acogió en sus brazos, su andorga bermeja de crin encrespada se adivinaba bajo su refajo, ya olvidado tiempos preliminares de quedas lobregueces, en brazos de la mimosa hembra cándida, confortando mi ánima hasta que la hinchazón de mi Príapo, abotagado de lujuriosas quimeras, instó al hipotálamo, fue un efecto inmediato, una sensación de desazón, primero la desorientación, luego más tarde al hallar la luz rojiza de la hora en la mesilla de noche, junto al ordenador,   todo estaba controlado, me levante y fui al doble uve c, y allí fue el comienzo de otra historia.

J.r.f.

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