lunes, 9 de noviembre de 2015

EL MERCADER DE VENECIA:
Noche tras noche me acuesto,
Pensando en la doncella bermeja,
Tomo lápiz y comento, la utópica ilusión
Sobre pliego añejo rasgueo mi dictamen
Pero luego me arrepiento,
Pues hay otro que la quiere,
Y si a Otelo le paso,
Que celoso se volvió, regicida de su amor.
Lúcida tras la aurora, el lienzo lúcido
Embebido de trincheras escarlatas,
Yacía tras la aurora, desagraviada
La doncella pernoctaba.
Bruno, antojo de desdicha,
Fuliginoso azabache el hallazgo,
Dudas suspicaces, cabilas especuladas malditas
Surcos que hienden el lino,
Tiñendo de púrpura la  alborada.
En brazos de Morfeo fue hallada,
La execración de un ingrato emponzoño
El querer del que la pretendió,
Rondando noche tras noche el amor
Ponzoña vil del amigo,
Al que nubla la ambición,
Que no tuvo corazón,
Presentando lo hipotético.
La descubrió la aurora fría,
Cándida sobre el cobertor,
Anemia de expiación  expiada,
De hombre escamado postrado,
A los pies de la difunta,
Gimiendo, plañendo y sufriendo,
Enloquecido frenético roto,
Agonizó  sobre ella en aquel día,
El día que mataron su amor.
Nada más os digo adiós,
Y con esto me despido,
Tener cuidado por favor de aquellos falsos amigos.

J.R.F.

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