martes, 3 de noviembre de 2015

Vista la necrópolis desde la cantera próxima, daba la impresión de una ciudad de edificios blancos enanos, sus filas rectangulares, formaban calles perfectas ubicadas todas de norte a sur, la ventana, del comedor situado a la misma altura de esta, dejaba ver por su lucerna de poniente, la queda urbe de silencio, los comensales ya acostumbrados a tan singular paisaje, comían el estofado que la asociación daba gratis a todo el  que aquel día fuese, sin necesidad de ser socio, la fiesta postrera duró más de lo esperado, saliendo un servidor y los demás miembros de la junta directiva ya con el sol expuesto, la trayectoria desde el comedor a la localidad, pasaba a través de la vieja cantera, por su camino de acantilados múltiples, pozos insondables hoy llenos de cangrejos en sus ahogados fondos, bajando al regato, donde un puente antiguo, hecho por los hombres de antaño ya en tiempos pretéritos, daba paso a una calzada que pasaba por la puerta del camposanto, tapado con un tapabocas de pelo azabache, me dirigí  por ese camino, que inusualmente tomé ese día, pues normalmente mis pasos caminaban por el camino del sur, mucho más recto.
La aurea ánima vino a mí entre la fosca niebla, el tálamo cetrino, de abrojos glauco en otro tiempo, esa noche,  plenilunio bruñido de aljófar níveo, tras la pared de adobe, el silencio del paso acompasado del espectro, ánima expiación de extintos, diva  exangüe de mi juicio, vino a mí hendiendo filas de pequeños cotorros orientados de levante a poniente,  su sudario de lino habito de óbito, vino a mí, con un ósculo de belfo frío, posó su hocico  sobre mi bembo, prendando entumecido mi ser, sus ocelos océanos añiles sonreirán, luego un ruido de una puerta herrumbrosa sonó lejana, y la aparición se confundió en la cenceña, la campana dio las doce, la procesión empezó a su hora, la hilera de candelas remontaba la cuesta desde la fontana, los difuntos tendrían compañía un año más.

La utópica visión difusa de la moza, nublada en la bruna noche de occisa celebración, ánima cándida, de nívea  tez, cuerpo difuso entre la niebla de la modorra de mi ensoñación, magnolia viscosa derrama de linfa sobre cobijo de gardenias pálidas, picachos nimbos zainos de inhiestos penachos, sobre el que vertí  láctico fluido, natilla de mi necia estima, narcosis parida de la etílica acción del alcohol, lóbrega   velada que alimenta el  hechizo  de la noche de exánimes queridos, antaño olvidados, solo recordados para brindis ociosos, de cenáculos privados, tú volviste a mí esa noche, yo yací contigo volvimos a tiempos pretéritos, hoy creo que el advenimiento de tu humor, sobre mi anatomía, tantas veces realizado en anales históricos, pretéritos perfectos ya casi olvidados ayer apareciste entre calabazas sonrientes, volvimos a festejar la fiesta, mañana te seguiré hasta báratro azabache si tú me lo pidieras, ayer me amaste en mi quimérica embriaguez  viví tu corpóreo néctar, olor a vida,” mi vida”,  aromas al recuerdo de pretéritos tiempos añejos, ósculos en días de difuntos, aromas a flores enturbiaron mi alcoba te eche de menos regresa a mi lecho, enjalma cálida que te esperará siempre, ayer regresaste a mí una noche  más.

J.R.F.

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