martes, 3 de enero de 2012

MUERTE Y BAILE PARTE II
12 DE FEBRERO DE 1929:

Abel se levantó temprano mucho antes de la salida del sol, lo primero que hizo fue dar de comer a los animales, después se preparo el desayuno café, fruta y una rebanada de pan torrado a la lumbre que havia encendido, puso en el pote una berza, que aliño con un cacho de oreja del marrano que había matado pocas semanas antes.
Albardo las mulas, le puso las cabezadas, cogió el arado y lo afianzó en el yugo, un saco de patatas que havia escogido de las pequeñas del año anterior y se dirigió hacia un huerto en un valle que en esa época del año casi no helaba.
El valle en cuestión situado en la parte norte del pueblo tenia forma de y griega y la depresión era tal que el aire del norte no lo alcanzaba, y en esa época del  año el sol ya calentaba lo suyo.
Abel llego al huerto quito la zarza que tenia en la entrada, previamente avía desatado las mulas para así pode entrarlas una por una, luego volvió a unirlas en el yugo uniendo a este el arado romano que llevaba,  mula grito y la pareja comenzó a andar lentamente, el primer suco a los pocos minutos quedo hecho.
A eso de las once de la mañana Abel dio por terminada la primera parte de su trabajo, parando para almorzar un trozo chorizo y un trozo de careta de aquel cochino que tenia curado en salazón, regado todo ello con una bota de vino de la viña de sus ancestros.
Dada buena cuenta del almuerzo, Abel continuo trabajando esta ved con la azada, dividiendo el huerto en dos partes, la del el norte, le plantó patatas y la del sur la reservo para en el tiempo poder sembrar unos pimientos y unos tomates, que en casa tenia en un semillero para que no se le helaran.
A las trece horas, salio del huerto con dirección al pueblo, tardando en el viaje una hora aproximadamente, desengancho la pareja de mulas y las acomodo en la cuadra, echándole paja, agua y un par de remolachas, para que comieran.
Retiro el pote de la lumbre, acogiéndolo por la pata mas fría y  volcándolo en una cazuela de barro, saco una jarra de vino de la cuba, y se sentó a la  mesa no sin antes preparar una ensalada de berros que havia traído del arroyo que transcurría paralelo al huerto.
A eso de las quince horas cuando hubo terminado de comer, y fregado los cacharros, dio una cabezada cerca de la lumbre, paso una hora, dos horas y cuando despertó, casi era la puesta del sol.
Le echo a los marranos, mulas y puso una palangana de agua al fuego pues aquel día por la noche havia baile, pues era martes de carnaval, se aseo, ceno unos huevos fritos   y se puso el traje de los domingos.
A eso de las diez de la noche llegaron Marta, y Maria, dos de sus vecinas que tenían aproximadamente la misma edad que el.
Salieron por la calle que transcurría oblicuamente a la plaza, en dirección al salón de baile y cuando ya casi avían llegado a la plaza una mano lo retuvo a Abel, sintió un frío, en el estomago, cuando bajo la mano noto un desgarrón en su antebrazo derecho luego otro, y otro mas, cuando por el cuello la sangre le empapaba todo el cuerpo, se fijo en unos ojos, unos ojos que le resultaron conocidos, cayo y cuando estaba en el suelo solo podía pensar en aquellos ojos, los ojos… los ojos de Caín, su  hermano.
Mas tarde la oscuridad nublo todo, confundiendo los ruidos, amortiguándolos y envolviéndolo todo en una niebla tenue y difusa, luego la nada.

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