martes, 10 de enero de 2012

OCURRIO EN INVIERNO:

La mañana se levanto fría, la niebla cerrada y la humedad que se cristalizaba en forma de hielo en las hojas de los árboles.
El joven se levanto de la cama temprano, y en el cuarto de baño, estuvo unos minutos, que a su madre le parecieron una eternidad.
Puso en el orno microondas, una taza de leche desnatada, pues le avían comentado, que la grasa de la leche no era buena para nadie, una vez transcurridos los dos minutos que le pusiera al reloj del aparato, saco la taza humeante y le echo una cucharadita de azúcar,  acompañando todo con un chorro café y cinco galletas.
Se despidió con un “asta la tarde” de su madre, cogiendo aquel coche blanco, viejo que el joven tenia, dándole al botón del mando a distancia de la puerta del garaje, la puerta resonó unos instantes,  subiendo lentamente, dándole al contacto el motor resonó, y encendiendo la luz de cruce, el joven metió la   marcha atrás y levanto el embrague del automóvil lentamente, el vehículo comenzó a rodar, saliendo a la gélida calle.
Siguió calle arriba dirección norte, dejando los chales adosados a su izquierda, y las eras, donde últimamente había un asentamiento de rumanos, a su derecha, a unos doscientos metros más adelante giro hacia el este, dejando a su izquierda la casa de la madre de una amiga que por aquella época se encontraba en Barcelona, pues tenia su residencia oficial en aquella ciudad, estando aquel día abitada por su hermano que avía venido a pasar las vacaciones de navidad.
Siguió calle a bajo en dirección este, hasta llegar ala nacional ciento veintidós, incorporándose al tráfico que ya aquellas horas circulaba por la carretera.
Siguió dirección oeste,  un kilómetro mas tarde, un taxista lo adelanto, poniendo en peligro la seguridad y teniéndose que   orillar al arcén derecho, el trafico era lento, pues la visibilidad en aquella zona era escasa , al llegar al desvío,  hacia la localidad donde era natural el joven, el mismo taxi estaba, situado en medio de la carretera, subiendo a la hija de un amigo de su padre, que había perdido el coche de línea, teniendo que esperar a que finalizara la operación de carga de la viajera.
Pasados cinco minutos el joven aparco en una entrada situada enfrente de su casa, en aquel pueblo del noroeste peninsular.
La niebla persistía, y la cenceñada, a esa hora, era tan intensa, que el agua de la piscina, estaba carambanada, al igual que todo el paisaje colindante, menos mal a unos corchos de alcornoque que el padre del joven había traído el verano anterior.  
Los animales, hambrientos, sedientos lo esperaban como agua de mayo echándole, harina, pienso, y berzas respectivamente.
Cuando el presidente de la sociedad de cazadores, llego el joven ya tenia casi todos los animales atendidos, estuvo, ablando con el de la espera del lobo, y de el local, casa de reuniones, que la sociedad de cazadores de aquel pueblo, estaba levantando en un solar al otro lado del pueblo.
El joven le echo agua a los perros, cerdo, pollos, y gallinas, cogiendo los huevos de estas ultimas cerrando las puertas, se dispuso a hacer el viaje de vuelta dejando ya a los animales a aquel sol frío que ya en aquellos momentos le daba a aquel pueblo.
Llegando sin mas novedad a la capital de la provincia donde su madre ya le tenia preparada la comida.
Comió, y cuando termino fue corriendo a su computador para escribir sus vivencias de aquella mañana gélida de aquel invierno seco donde las nieblas tardaban en quitarse en algunos sitios todo el día y que las temperaturas de bastantes grados centígrados bajo cero impedían, unos días radiantes de un sol que en otros lugares calentaba, que lastima que el joven en aquella ocasión no llevara su cámara de  fotos, para documentar la historia.
Ni corto ni perezoso se dirigió hacia el bosque cercano para realizar unas fotos de aquellos árboles tan blancos, cuando pasaba la carretera por aquella curva que dividía la zona urbana de el bosque, se resbalo, en el salitre que los de obras públicas habían esparcido por la carretera, cayendo con toda su humanidad en el asfalto, el calor y la humedad en su pierna izquierda le avisaron de aquella fractura abierta, que le sobresalía, la tibia, por encima del pantalón, un pantalón vaquero, luego vino el dolor, y luego la oscuridad.      

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